La capilla de Las Ventas, el templo que amansa a la fe angustiada

  • Cerrada durante décadas al público, ya forma parte de la visita habitual a la plaza de toros de Madrid
  • Impresionan su altar, lleno con las estampitas de los maestros, y los cuadros con las “oraciones toreras”

Si hay un lugar de Madrid que, pese a su pequeñez, acumula un caudal sin parangón de historia, tradición, recogimiento, fe, pasión y miedo, esa es la capilla de la Monumental de Las Ventas, la primera plaza de toros de España y el coso en el que se decide gran parte del destino de todos aquellos que sueñan con bordar su nombre en oro en la historia de la tauromaquia.

Bajo la actual administración capitaneada por el empresario galo Simón Casas, este recinto místico puede ser visitado por el público que, salvo los días de festejo, adquiere su entrada para ver el Museo Taurino y diferentes enclaves de la plaza. Con ello se ha roto una tradición, pues, hasta ahora, la capilla solo podía ser pisada por los toreros instantes antes de pisar la arena.

Antes del toque de clarines

En una reciente visita, Vida Nueva ya fue testigo del tesoro que se esconde al abandonar la luz del albero, cruzar el estrecho patio de cuadrillas y adentrarse en este pequeñísimo templo. Basta cerrar los ojos para entrever el rito que allí se da antes de que el toque de clarines anuncie el paseíllo de los tres maestros. Impresiona fijar en ellos la vista y observar cómo, antes de pisar la arena y envolverse en sus capotes (algunos adornados con imágenes de cristos y vírgenes), muchos de ellos se persignan o hacen con el pie la señal de la cruz.

Pero, antes de que esto suceda ante el gran público, está el último instante, el del recogimiento en un absoluto silencio. Y este es el que se da en esta capilla, donde las cuadrillas entran a arrodillarse ante el sagrario, pintado de blanco y oro en su día por el sacerdote navarro Cruz Goñi Paternáin, durante décadas capellán de Las Ventas.

La sencilla estancia está decorada con cristos como el cedido por la familia Bienvenida, pero sobre todo impresionan las decenas de estampitas que, a lo largo de los años, han ido dejando sobre el mantel blanco de su altar los propios toreros.

‘Padrenuestro torero’ y ‘Avemaría torero’

Además, en la pared derecha, hay un minúsculo cuadro que impacta a quien lo lee, con dos textos escritos por Rafael Herrero Mingorance en diciembre de 1982. El primero es el ‘Padrenuestro torero’, y dice así: “Padre Nuestro, que estás en los ruedos, bien rezado sea Tu nombre. Venga a nosotros Tu quite… Hágase mi voluntad, no la del toro, así en el triunfo como en el miedo. La suerte nuestra de cada día, dánosla hoy. No nos dejes caer en las malas tardes y líbranos de daño. Amén”.

El segundo es el ‘Avemaría torero’: “Dios te salve, María, llena eres de consuelo; mi miedo es contigo. Bendita Tú eres entre la gente del toro y bendita es la casta de quien también estuvo solo, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los toreros, ahora y en la hora de nuestra suerte. Amén”.

Rota una tradición de muchos años, ahora cualquier aficionado puede sentirse torero por unos minutos. También cuando, roto de miedo, mira al cielo y susurra una fe angustiada.

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