La Iglesia pacta con universidades para transformar zonas de extrema pobreza

A través de ‘LabSocial por México’, la Arquidiócesis capitalina busca detonar proyectos de dignificación social en comunidades marginadas

La Iglesia católica confía en el potencial de los universitarios para erradicar la pobreza en la capital del país, y por ello, desde la Comisión de Cultura de la Arquidiócesis de México, que dirige el padre Álvaro Lozano Platonoff, se ha venido trabajando con diferentes instituciones educativas, particularmente de inspiración cristiana, detonando proyectos de dignificación social en beneficio de comunidades marginadas o en extrema pobreza.

En entrevista para Vida Nueva, Paola Lira, coordinadora de ‘LabSocial por México’, destacó que las casas de estudio vinculadas a esta iniciativa son, por lo pronto: la Universidad Intercontinental, la Universidad Anáhuac y la Universidad Panamericana, pero el objetivo es que cada vez sean más las que se sumen a esta iniciativa, hasta concretar una red de instituciones que permita potencializar los beneficios que genera este proyecto que lleva por nombre ‘LabSocial por México’, el cual surgió de una iniciativa anterior denominada ‘Padrinazgo’.

Actualmente se trabaja en ámbitos de acción específicos, que de hecho tienen que ver con las líneas de bienestar propuestas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social; estos son: educación, trabajo, salud, cohesión social, alimentación y vivienda. “Esta última –explica– nosotros la manejamos como hogar y familia, y es que, más allá de dignificar un techo, nos enfocamos también en las relaciones, en la integración familiar y en el desarrollo humano”.

Un potencial transformador

Paola Lira explicó que ‘LabSocial por México’ es un modelo que permite vincular a largo plazo el trabajo de las universidades con las comunidades para poder detonar proyectos de transformación de estas últimas, a partir de la acción universitaria.

Desde hace tres años, este modelo se lleva a cabo en las universidades antes señaladas; cada una de ellas ha adoptado una comunidad a la que acompañan y en la que detonan procesos de desarrollo integral.

“Por ejemplo, la Universidad Anáhuac del Sur acompaña a la comunidad de Tierra Colorada ubicada en el Ajusco, delegación Magdalena Contreras; la Universidad Intercontinental trabaja de la mano con la comunidad Mesa de los Hornos, en la delegación Tlalpan, y la Panamericana en zonas chinamperas de la colonia San Marcos Norte, en la demarcación Xochimilco”, explicó.

Para el buen funcionamiento del proyecto en estas zonas, al interior de cada una de las instituciones educativas se ha creado una estructura que dirige y opera los procesos. 

Creatividad universitaria

Para Paola Lira, en este proyecto todas las áreas universitarias tienen algo que aportar; por ejemplo, la carrera de Derecho de la Anáhuac ha implementado talleres sobre Derechos de la Ciudadanía, y en materia de salud, los estudiantes de Medicina realizan diagnósticos a los habitantes y canalizan la información al centro de salud local.

En el caso de la Universidad Intercontinental, que trabaja en Mesa de Hornos, se ha iniciado un proyecto llamado ‘Historias de vida’. Es un documental dirigido por la Facultad de Comunicación, que busca crear identidad en la comunidad. Y de la Universidad Panamericana, está muy involucrada la carrera de Pedagogía; los alumnos de la materia ‘Bases psicológicas de la educación’ hacen trabajo de campo en las zonas chinamperas, con miras a un proyecto de largo plazo. 

La idea que se tiene –apuntó– es la de involucrar al mayor número de universitarios posible, no solo para robustecer el proyecto, sino también para que los estudiantes tengan un encuentro con estos hermanos, que los solidarice y despierte en ellos la creatividad para hacer propuestas de acción transformadora.

Vinculación que fortalece

Paola Lira compartió que se tiene el objetivo de crear una red entre las universidades –que ya trabajan bajo el modelo de LabSocial– con otras instituciones educativas que cuentan con modelos similares de desarrollo en comunidades vulnerables, “de modo que se genere un aprendizaje colectivo, identificando buenas prácticas y casos de éxito, compartiendo herramientas metodológicas e información, y articulando líneas de investigación. Esto también favorecerá la creación de proyectos en conjunto”, confió.

El aprendizaje que se obtiene del trabajo en las comunidades y los laboratorios –dice– ha servido para analizar el impacto que tienen las políticas públicas o los programas de gobierno a nivel local, de tal manera que se pueden hacer propuestas para incidir en la toma de decisiones gubernamentales. “De esta manera –concluyó– podemos mejorar los programas de apoyo social en los municipios, pues muchos de ellos sólo han promovido el asistencialismo, cuando lo que necesitamos es atacar de raíz la pobreza”. 

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