Ante la multiplicación de años jubilares: ¿repercuten en la vida espiritual?

  • “Vienen como turistas, salen como peregrinos”, dice el prior del Convento de la Santa en Ávila
  • Los obispos responden: ¿Se corre el riesgo de que el turismo se imponga a la dimensión religiosa?
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Celebración por el Jubileo de Caravaca de la Cruz, en Murcia

El florecimiento de las pelegrinaciones a Compostela ha marcado el camino para la celebración en otras diócesis de sus años jubilares. Covadonga, Santo Toribio de Liébana o Ávila está ahora mismo inmersas en su celebración. Y Caravaca de la Cruz acaba de clausurarlo. Pero, ¿realmente repercute un jubileo en la vida de las diócesis y de sus fieles? ¿Sirven para acrecentar la dimensión espiritual? ¿Se corre el peligro de que el turismo se imponga finalmente a la dimensión religiosa? Nos lo cuentan sus protagonistas.

“No he podido encontrar ningún aspecto negativo en este año jubilar”, señala a Vida Nueva José Manuel Lorca Planes, obispo de Cartagena, que el 7 de enero clausuró en la basílica de la Santísima Vera Cruz, de Caravaca de la Cruz, el jubileo que, a perpetuidad, se puede celebrar allí cada siete años. “Todo apunta al beneficio espiritual de los fieles. Desde que deciden venir, ya hay un momento de gracia”, apunta.

“Los frutos son de orden espiritual”

“Los frutos más importantes del Año jubilar Lebaniego son de orden espiritual”, reconoce Manuel Sánchez Monge, obispo de Santander. “Los franciscanos que custodian el Lignum crucis han reforzado el número de confesores y me han comunicado que aumentan las confesiones de cristianos que hacía mucho tiempo que no se confesaban. En la misa diaria del peregrino se llena el santuario y la capilla adyacente, e incluso hay quienes han de participar desde el claustro”.

Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo, embarcado en el Año Jubilar Mariano de Covadonga, con motivo del centenario de la coronación de la Virgen, que se cumple el 8 de septiembre, asegura que esta conmemoración “no es una ocasión para ‘rebajas’ en las exigencias de la fe, sino un momento de gracia para renovar la vida cristiana en nuestra relación con Dios, con el prójimo y con la historia en la que estamos cada cual”. “Es una feliz ocasión –añade– para renovar teologalmente nuestra vida: la fe que se celebra, la esperanza que se vuelve a encender, la caridad que se testimonia de mil maneras”.

Si hay una diócesis que ha sabido ver en los últimos tiempos la importancia de la celebración de los jubileos, esa es Ávila. Aún fresca la experiencia del Año Jubilar Teresiano que, en 2015, conmemoró el 500 aniversario del nacimiento de Teresa de Jesús, el 15 de octubre volvió a abrir la puerta santa en lo que es el primer año jubilar periódico concedido por Francisco cada vez que la festividad de la Santa caiga en domingo. “La experiencia que tenemos del V Centenario nos dice que sí, que el jubileo repercute en la vida espiritual de quien se acerca. Aún recuerdo testimonios de muchos que llegaron como turistas y salieron como peregrinos, tocados por la experiencia de Teresa. Esto fue uno de los elementos que nos llevó a solicitar este año jubilar”, afirma David Jiménez, prior del Convento de La Santa.

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