Obispo tras los terremotos: “La tierra clama y pide una relación de cariño, respeto y ternura”

  • El prelado del Nayar llama a compartir “nuestro maíz, nuestro frijol, nuestra casa, nuestro vestido y cariño para que nos ayudemos a levantarnos de la postración en la que nos han dejado los sismos” en México

Tras los desastres naturales que han azotado al país recientemente, monseñor José de Jesús González Hernández, responsable de la Dimensión de Pastoral de Pueblos Originarios y Afromexicanos de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), se unió a pena y dolor de quienes sufren la pérdida de la vida de sus seres queridos, de sus viviendas y de su tranquilidad.
El también obispo de la Prelatura del Nayar consideró que los desastres naturales que ha sufrido el país en las últimas semana nos deben recordar que la Madre Tierra es importante para la vida humana, y que es nuestra Casa común, “el altar donde tejemos nuestra vida”.
“Nuestra relación con ella -advirtió González Hernández- hoy más que nunca tiene que ser de mayor comunicación y cuidado. Ella, con los movimientos telúricos, clama y pide una relación de cariño, respeto y ternura”.
Recordó que el papa Francisco en su encíclica Laudato Si’ ofrece una valiosa  contribución para superar la crisis ecológica que está viviendo la humanidad, la cual exige una profunda conversión tanto espiritual como ecológica.
El prelado dijo que a la Iglesia le duele la situación que están viviendo las comunidades originarias de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Puebla, Morelos, Estado de México y Ciudad de México, por lo que, desde la dimensión, hizo un llamado a la solidaridad.
“Convocamos a todas las hijas y a todos los hijos de los Pueblos Originarios,  que en base a nuestras ancestrales costumbres, nos solidaricemos con nuestras hermanas y hermanos que sufren. Compartamos nuestro maíz, nuestro frijol, nuestra casa, nuestro vestido y cariño para que nos ayudemos a levantarnos dignamente de la postración en la que nos han dejado los sismos”.
Concluyó: “Unidos en un solo corazón, rogamos a Tonantzin Guadalupe, que así como ella levantó al tío Bernardino de sus enfermedades y sufrimientos, de la misma manera nos ayude a levantarnos del abatimiento, y que haga que amanezca entre las flores y los cantos que dieron esperanza a Juan Diego Cuauhtlatoatzin”.
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