Francisco en Egipto, o el reto de seguir recortando las distancias

iglesia cristiana y mezquita en El Cairo Egipto

Diecisiete años separan el viaje que mañana inicia Francisco a Egipto del que realizó a dicho país san Juan Pablo II en febrero del 2000. En ese espacio de tiempo se han producido cambios en todos los órdenes: políticos, sociales, religiosos… pero un hilo de continuidad une ambos acontecimientos. Sus interlocutores han cambiado pero representan a las mismas instituciones: el poder civil, la iglesia ortodoxa copta, el islam sunita y la minúscula comunidad católica. Un mosaico complicado frente al cual la diplomacia vaticana tiene que desplegar toda su habilidad para no herir ninguna sensibilidad.

Hay, sin embargo, un elemento diferenciador entre las dos visitas papales: Karol Wojtyla dedicó las última horas de su estancia en el país a visitar la península del Sinaí y en concreto el histórico monasterio-fortaleza de Santa Catalina en el Monte, donde, hace 3.200 años, Dios se apareció a Moisés en la zarza ardiente y le hizo entrega de las tablas de la ley.

El pontífice polaco, ya bastante achacoso, estaba dominado por la emoción cuando penetró en la pequeña iglesia del monasterio greco–ortodoxo. En un reclinatorio oró largos minutos. “Hoy –dijo–, el Obispo de Roma peregrina al Sinaí atraído por esta santa montaña. Dios ha revelado aquí su nombre: Yo soy el que soy”.

Minutos después, presidió una celebración de la Palabra en la que, sin embargo, el arzobispo ortodoxo Damianos y sus 23 monjes rechazaron participar. ”Estamos cerca –nos explicó entonces su portavoz a los periodistas–, pero no juntos”. Las distancias entre ambas iglesias cristianas se han acortado, como lo demuestra que el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, se una a Bergoglio en El Cairo, o que el Papa copto rece junto al Papa católico una oración en sufragio de sus recientes mártires.

Para la República Árabe de Egipto, la visita papal representa en estos difíciles momentos un reto, no solo por razones de seguridad, sino como un reconocimiento a su decisivo papel estratégico y político.

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