Cuando la droga llega a casa

El tema de las drogas, difundido ampliamente por los medios de comunicación, adquiere otra dimensión cuando llega a casa como problema

En un eventual juicio de responsabilidades no solo habría que ponerse en el banquillo a los drogadictos. Es toda una cultura la que parece haber hecho tabla rasa de valores tales como el esfuerzo, la abnegación, el coraje, la sobriedad y el dominio personal, que han sido reemplazados con el fácil recurso a las drogas. La generación adulta, que parece ser la víctima de este estado de cosas, resulta, a la postre, sentada en el mismo banquillo.

Cuando hace años aparecieron los mutilados de la talidomida, nadie pensó en echarles la culpa a los recién nacidos. Pero es lógico pensar hoy que esta generación que ha nacido y crecido incapaz del esfuerzo, sin voluntad y sin ánimo de lucha, no es en realidad la única culpable, también es víctima de determinismos creados por otras generaciones en su obsesiva acción creadora de un mundo en que los valores del espíritu quedaron subordinados a la química o a la física o al juego de las leyes capitalistas.

Se trata, por tanto, de un fenómeno que adquiere las ambiguas características de una enfermedad de nuestro tiempo; no es un simple caso de indisciplina social que puede ser resuelto con medidas coactivas. (…)

Poner freno

Hasta ahora los países han creído que la magnitud del mal es tal que solo políticas internacionales de represión le pondrán un freno: por eso están confiados en una policía internacional entrenada, insobornable y dotada de medios poderosos: vehículos de mar, tierra y aire, organización, instrumentos represivos etc.

Y eso es, en efecto, cuanto pueden hacer los estados. Pero no es todo cuanto es necesario hacer. Ni siquiera es lo más importante. Un análisis de los testimonios recogidos en esta crónica indica que es toda una cultura la que hay que reconstruir desde sus cimientos. Y eso no se hace con policías ni helicópteros ni es tarea en la que sean eficaces los gobiernos.

Los padres equivocados creen que la solución para un hijo drogadicto es una clínica, los estados están derivando hacia la solución de campos de concentración para los drogadictos. Pero todos sabemos que esas fórmulas nada remedian y que, hasta cierto punto, a todos nos tocará comenzar estas cosas desde el principio.

Lea el documento completo en: Vida Nueva Colombia No. 167

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