Tribuna

Tu preocupación, los pobres

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Pablo de Benavides, Comunidades Laicas MarianistasPABLO DE BENAVIDES GABERNET | Consultor estratégico en el sector financiero

“Desde el momento en que aceptaste ser sucesor de Pedro, el recuerdo de los pobres y el deseo de una Iglesia alejada de las riquezas y el poder ha sido una constante en tu nuevo ministerio. Muchos gestos, muchas palabras adornan esta dedicación tuya por los pobres. Es y será, a todas luces, una característica de tu pontificado…”.

Querido Francisco:

Si tienes una preocupación particular que todo el mundo ha percibido es, sin duda, la de los pobres. Desde el momento en que aceptaste ser sucesor de Pedro, el recuerdo de los pobres y el deseo de una Iglesia alejada de las riquezas y el poder ha sido una constante en tu nuevo ministerio. Muchos gestos, muchas palabras adornan esta dedicación tuya por los pobres. Es y será, a todas luces, una característica de tu pontificado.

Una palabra, la de pobreza, con muchas caras. Pobreza material, pobreza espiritual, pobreza evangélica… muchos significados distintos para una misma palabra. Y de cada uno de ellos, los cristianos podemos sacar un mensaje de Jesús, que nos irás recordando en tu magisterio.

Junto a la pobreza, la riqueza, también con muchos matices. Uno de ellos, recordado por el cardenal Van Thuan, siempre necesario en este mundo: “Francisco, tú todavía eres muy rico. Tú tienes el amor de Cristo en tu corazón. Ámalos como Jesús te ama”.

Sin embargo, el mundo se hará eco fundamentalmente del significado más material del término. No en balde, Jesús ya pidió a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9, 13). Una obligación, pues, de todo cristiano, la de preocuparse por sus hermanos, en especial de los más necesitados. El amor se mide en la generosidad de cada uno, en la renuncia de sí mismo. Una generosidad nuestra que muchos podemos decir que es poca. ¡No nos estará de más escuchar tus palabras para ablandar el corazón!

La humanidad ha llegado por primera vez en el siglo XX al punto en que es posible acabar con esta pobreza. Posibilidad técnica y consciente de que es necesario resolver esta lacra que nos debería avergonzar. Ahí están los Objetivos del Milenio que nos lo recuerdan. Aunque parezca lo contrario, los últimos 20 años son el período de la historia donde más se ha reducido la pobreza extrema, la que hace morir de hambre y enfermedades comunes a millones de personas.

Curiosamente, el país que más la ha recortado ha sido China, que nunca ha manifestado ilusión por estos Objetivos. Esto nos hace pensar que luchar contra la pobreza no es tanto un problema de buenas intenciones como de buenas acciones. Dar de comer al hambriento y vestir al desnudo no es una idea, es un hecho.

¡Que tu Magisterio despierte en muchos cristianos,
en especial en nosotros, los jóvenes,
el deseo de poner nuestros talentos
al servicio del progreso material
y espiritual del mundo!

La Iglesia tiene un altavoz en cada rincón del mundo, en cada atrio, que puede y debe utilizar para recordarnos que debemos ser más generosos, pero también mejores profesionales. Buenas intenciones junto a buenas acciones. El mundo acabará con la pobreza en la medida en que aprovechemos las posibilidades técnicas a las que tenemos acceso. Y, en este sentido, la Iglesia tiene una gran labor para defender al pobre: animar a todos los cristianos a poner sus talentos al servicio de la humanidad.

Acabar con este tipo de pobreza requiere conocer cómo se genera la riqueza. Animar desde la Iglesia a que se enfoque desde esta perspectiva la lucha contra la pobreza material, en lugar de desde posiciones ideológicas, es un gran servicio que puedes prestar con tu magisterio a la humanidad entera.

En demasiados ambientes cristianos, parece que no está tan bien visto dedicarse a la empresa y a los negocios como a la sanidad, la educación o la acción social, donde abunda mucha condena velada llena de buenas intenciones. Una situación contra la que hay que luchar, puesto que todos estamos llamados, cada uno desde su situación, a trabajar por un mundo mejor.

Vivimos un momento clave en el que la Iglesia debe animar a los cristianos a participar activamente en el desarrollo material del mundo. Necesitamos también empresarios, políticos y hombres de negocios conscientes de su papel transformador, que pongan sus talentos al servicio del hombre. Si la Iglesia no llama la atención sobre esto, habrá cada vez menos católicos comprometidos en la política y la empresa, y el desarrollo será, por tanto, menos evangélico casi con total seguridad.

¡Que tu Magisterio despierte en muchos cristianos, en especial en nosotros, los jóvenes, el deseo de poner nuestros talentos al servicio del progreso material y espiritual del mundo!

En el nº 2.856 de Vida Nueva.