¿Sólo los célibes son pederastas?

(María Iglesias Rodríguez– Vigo) Me quedé sorprendida, alucinada y apenada al leer (creo que fue en enero) una carta de un lector en la que exponía que las situaciones de pederastia en la Iglesia –concretamente se refería a lo sucedido con algunos sacerdotes en Irlanda– eran motivadas porque los sacerdotes no podían casarse y tenían falta de afectividad sexual. En primer lugar, no sólo los pederastas (ya la palabra suena mal) son personas célibes, sino casadas en muchísimas ocasiones, como sucede con la pornografía infantil y con el “turismo sexual” con menores en muchos países de Asia y en otras latitudes.

Por esta regla de tres, todos los que somos célibes (tengo amigas y amigos célibes, separados o viudos que llevando sólo dos o tres años de matrimonio, éste se rompió o perdieron a su cónyuge, no han vuelto a casarse y ya pasan de los sesenta) tendríamos que abusar de menores para compensar la falta de afectividad sexual.

Este horrible abuso no es por dicha falta, como dice ese lector, sino por una espantosa perversión. Tampoco hay que confundir el acto sexual por amor y entrega al otro (matrimonio) con el sexo, aunque ahora se diga “hacer el amor”.

El sacerdote tiene que identificarse con Cristo, que es el eterno sacerdote; sin linaje sí, como Melquisedec. Y ya sabemos cómo fue la vida de Cristo: entrega total al Padre y, después, a los hombres, a la Iglesia. Ser sacerdote no es una profesión, sino una vocación con entrega total.

Si uno no se enamora de Jesucristo con toda su radicalidad, no puede ser sacerdote o religioso. El sacerdocio es responder afirmativamente a Cristo cuando dice “¿me amas?” (Jn 21, 15). Afortunadamente, gracias a Dios y a su Espíritu Santo, hay quien contesta afirmativamente y hace su fiat.

El lector citado da algunas citas bíblicas. Yo también: “Venid detrás de mí y os haré pescadores de hombres”. Ellos “dejaron al instante las redes y le siguieron”. (Mt 4, 19-22) (Lc 5, 11). “Algunos no se casan porque nacieron incapacitados para ello, otros porque los hombres los incapacitan, y otros eligen no casarse por causa del Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda”. (Mt 19, 12).

Benedicto XVI dijo: “El verdadero fundamento del celibato sólo puede expresarse en la frase: Dominus pars (mea), tú eres el lote de mi heredad. Sólo puede ser geocéntrico. No puede significar dejar arrastrarse por el amor a Dios y, luego, a través de una relación más íntima con Él, aprender a servir también a los hombres”. Y yo añado: como Él lo hizo.

El lector también dice que los pastores protestantes no se casan. Que yo sepa, ellos no reconocen el sacramento del Orden y ya conocemos otros motivos que dieron lugar a otras escisiones. Es lamentable que los católicos, en lugar de estar unidos con Cristo y, por la tradición apostólica, con su Vicario, estemos siempre buscándole tres pies al gato y, de alguna manera, provocando escisiones, confusión… Como ya ocurrió a lo largo de estos dos mil años con Arrio, Nestonio, Entiques, Calvino o Lutero. Aunque fuera por otras causas.

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

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