Rosaura de Jesús: “Hay que perderse en el mundo, por el mundo”

Hermanita de Jesús

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Catalana, 56 años. Rosaura Rodrigo es, desde hace 30, Hermanita de Jesús, y hoy se llama, y es, Rosaura de Jesús.Una vida que consigue hacer belleza de la dificultad, porque abraza la debilidad para hacerla evangélica. Es un testimonio de consagración alternativo y radical. Sus respuestas, también.

¿Por qué en las Hermanitas?

Me apasionó la vida de Carlos de Foucauld. En ellas encontré fuerte esta doble dimensión que me atrajo: vivir como los pobres, siendo una más desde una vida de intimidad con Dios, desde una vida contemplativa, pero en medio del mundo.

¿Qué significa para usted abrazar la pobreza?

Abrazo la pobreza cuando abrazo a Encarni en su angustia; cuando abrazo a  Salvi y peleo en el Centro de salud mental para que lo atiendan; cuando después de horas de escucha en prisión salgo con el corazón rebosando con tanta confidencia; abrazo la pobreza aterrizando en la realidad del trabajo sencillo, como mis vecinas.

¿Dónde vive Rosaura? Los sitios donde vivimos definen la misión…

Viví mis primeros años de vida religiosa en un barrio periférico de Bilbao; de postulante, trabajé en un restaurante chino; después, regresando del noviciado, estuve en varias empresas de limpieza. En Turín, viví en un barrio de prostitución y trabajaba de empleada de hogar. Desde hace 22 años, estoy en Málaga, en un barrio marginal. Trabajé muchos años en las empresas de limpieza y, desde hace ocho, me busco la vida como puedo, tratando de buscármela con todos los amigos, vecinas que, como yo, sin trabajo, tienen que afrontar el día a día. Duro, pero precioso, haber dejado el trabajo en la empresa (ya era fija) para vivir con ellos la precariedad y el no saber qué hacer para ganar algo.

¿Qué necesitamos hoy los consagrados?

Creer mucho en lo que estamos llamados a vivir; convencernos de que nuestras vidas dadas y troceadas por el Reino valen mucho; que el Evangelio y los pobres son el camino derecho para la felicidad; necesitamos creer para poder contagiar; regalar esperanza; sostener a los abatidos y confundidos… necesitamos seguir las huellas del Resucitado, pero sin seguridades, sin demasiadas precauciones, ligeros de equipaje y gritando el Evangelio con la vida; dejarnos de tantas programaciones; perdernos en el mundo, por el mundo, para que todos los que “nos han confiado no se pierdan”, como dice Jesús.

¿Cómo puede la Vida Consagrada ser significativa?

Sin preocuparse de la “significación”, viviendo sencillamente, apostando por los pequeños, esparramando el perfume del Evangelio, no dudando de lo que vivimos y siendo totalmente libres… regresando a Jesús y centrarnos radicalmente en Él.

¿Qué rostro de Jesús nos enseñan los débiles?

Ellos nos muestran el rostro, porque Jesús nació en la debilidad, creció en ella, transitó sus caminos y murió en el total despojo de la debilidad. Nos muestran a Jesús, porque todo lo que ellos son y todo lo que con ellos vivimos y hacemos es con Jesús, a Él lo hacemos. No hay otro camino.

¿Cómo entiende la comunidad?

Como el lugar entrañable para ir construyendo mi vida en fidelidad a lo que deseo vivir. Es, en ella misma, lugar de misión y, viviéndola serenamente, signo para los demás de que es posible establecer relaciones que dan sentido y empujan para ser.

¿Está contenta?

Soy muy feliz. No me veo haciendo otra cosa, ni nunca me he sentido una mujer a medias, sino una mujer plena, donde a mi edad ya empiezo a recoger los frutos, y es una auténtica maravilla.

MIRADA CON LUPA

La Vida Consagrada genera gratuidad y vida, pero necesita claves que hay que trabajar y asumir. La pobreza y la libertad son imprescindibles en la misión. Son elocuentes, hablan y convencen. Una “jaula de oro” puede ser una obra de arte: estructurada, organizada…, pero jaula al fin y al cabo. La misión en el siglo XXI necesita pocas jaulas, menos esquemas y más exageración en el amor.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.705 de Vida Nueva.

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