Ramón Jiménez: “Los religiosos jóvenes son hijos de su tiempo y así tiene que ser”

Agustino recoleto

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, CMF) Ramón Jiménez Castellanos, agustino recoleto y formador de teólogos. Nació en México hace 53 años. Lleva unos años en España en tareas de gobierno y formación. Desde el inicio entendió que su vocación era “para todo el mundo” y eso le permite abrirse a otras culturas sin nostalgia y sin sospecha. La formación es uno de los ministerios de ‘alto riesgo’; Ramón dice que para él es imprescindible “saberme apoyado por el equipo y comprendido por los formandos”.

¿Dónde está su Orden?

Está presente en 22 países. Nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino está en España, Inglaterra, Estados Unidos, México, Costa Rica, Brasil, China y Taiwán. En España hay comunidades en Madrid (casa de formación, provincialato y parroquias), Navarra (noviciado y parroquias), Valladolid, Zaragoza y Cádiz (colegios y parroquias), y dos comunidades que atienden parroquias en Almería.

Es responsable de una comunidad de formación. ¿Cómo definiría esta tarea?

Como una tarea hermosa y a la vez delicada; lo primero, porque se te encomienda el futuro, y delicada por las exigencias que supone y la repercusión que puede tener en ese futuro. Intentamos conjuntar un auténtico equipo de formación que cuide la pluralidad, mantenga la ilusión y prepare, en el presente, el futuro.

Su comunidad es multicultural. ¿Es una dificultad o una posibilidad?

En nuestra comunidad hay 25 profesos, en su mayoría temporales, que están cursando los estudios teológicos con agustinos, mercedarios y escolapios en el Centro Teológico San Agustín, con sede en San Lorenzo de El Escorial. El número mayor es de México (14), luego irían China (5), Brasil (4) y, finalmente, Costa Rica y Honduras, ambos con uno. Dificultad la tiene, pero tiene mucho de oportunidad para presentar la Vida Consagrada como parábola de unidad, fraternidad y catolicidad. No se puede negar el esfuerzo de inculturación que supone en los formandos y en los formadores para comprender sus reacciones y buscar juntos la integración.

¿Qué rasgos destaca de los jóvenes consagrados? ¿Cambian la Vida Consagrada?

Son de su tiempo y esto influye. Aunque parece que todavía no se nota, pero no tardará. Tienen las virtudes y los defectos del tiempo que les ha tocado vivir. Sus rasgos: generosidad, solidaridad, nueva forma de ver la vida, autenticidad, anhelo profundo por la convivencia, con nuevas formas, pero siempre ‘ansia’ por compartir. Tal vez la influencia no es muy notoria por su integración a cuenta gotas. Sin duda que la Vida Consagrada tiene que caminar hacia una integración plena, unos cambios sustanciales y la confianza para dejarles hacer, pues en su mano está nuestro futuro…

¿Qué rasgo de la misión le parece que está urgiendo nuestra sociedad?

Llenar de contenido y valores todo lo que tiene que ver con la sociedad de la comunicación, el mundo de la exclusión y la pobreza. El vacío de sentido en la vida de muchos jóvenes es otro reto que tiene que ver la forma de llenar. Salir al encuentro de los alejados y satisfacer el hambre tan generalizada de espiritualidad, entre otros…

¿Cuidamos la vida en común?

Es un rasgo esencial de nuestro carisma. Por eso luchamos por formar un equipo formativo sólido y abierto. Eso no quiere decir que sea fácil formar en la vida comunitaria; es uno de los retos más fuertes. Se trata de descubrir las nuevas formas de vida comunitaria para hoy, pero manteniendo los valores de siempre. Nuestra sociedad no es precisamente favorable a ellos. El proceso formativo se sintetiza en descubrir la grandeza de la vida fraterna y la riqueza de una comunidad integrada e integradora.

MIRADA CON LUPA

Curiosamente, lo profético hoy es que la formación para la Vida Consagrada se cuide más, se privilegie y se acompañe. Los jóvenes que hoy se acercan a la Vida Religiosa vienen sin hacer, pero vienen abiertos. Traen bajo el brazo muchas experiencias, algunas soledades y sueños. En las congregaciones, si pensamos sólo en lo que tiene que ‘funcionar’, a veces los despertamos de golpe y se rompen. Otras, los adecuamos para un ayer que no volverá, sin darnos cuenta de que el asunto está en el mañana. Para la formación, más que ideas, faltan hombres y mujeres con tiempo para acompañar y vida para ofrecer. Es uno de los pilares de la reorganización: ¡atentos!

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.710 de Vida Nueva.

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