Deuda

(Dolores Aleixandre, rscj)

“Uno pensaría que entregarse a ‘los duros trabajos del Evangelio’ demuestra ya una disposición básica que, de por sí, incrementa el PIB eclesial; pero, por lo que se ve, es necesario además añadirle otro IVA que parece en contradicción con aquella convicción de Pablo de que, si buscara contentar a hombres, no podría estar al servicio de Cristo”

Me cuentan el comentario de un obispo sobre un cura de su diócesis al que estaban elogiando por su trabajo pastoral: “Aún le queda mucho por demostrar”. La frase me deja un poco confusa porque, seguramente por contaminación del lenguaje económico que estos días nos abruma, me suena a las prácticas de las agencias de calificación de la deuda de las que tanto se habla. Si al parecer este cura ha contraído  una deuda con su obispo, ¿era consciente de ello gracias a la publicación en algún boletín diocesano de las actitudes y comportamientos a adoptar para no contraerla? Imaginemos que no lo sabía y que la contrajo por falta de información: ¿queda eximido de culpa por su ignorancia? Caso de que no: ¿se le ofrecen condiciones de renegociar su deuda? ¿Le explicarán cuál es el paquete de medidas de ajuste que tiene que tomar? Y estas medidas, ¿tendrán que ver con “ajustarse” al Evangelio o con adoptar posturas de absoluta coincidencia con los gustos de su obispo?

Y viniendo al particular de la “demostración”: uno pensaría que entregarse a “los duros trabajos del Evangelio” demuestra ya una disposición básica que, de por sí, incrementa el PIB eclesial; pero, por lo que se ve, es necesario además añadirle otro IVA que parece en contradicción con aquella convicción de Pablo de que, si buscara contentar a hombres, no podría estar al servicio de Cristo (Gal 1, 10). Y es que hasta los enemigos de Jesús le reconocían una absoluta libertad en cuanto al parecer de otros: “Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa el favor de nadie, porque no miras la apariencia de las personas…” (Mt 22, 16).

¿Es éste el tipo de relación que deben adoptar entre sí los miembros de la comunidad cristiana? Porque suena más a viejos hábitos mundanos de pretender congraciarse con quien está arriba y menos a aquella otra afirmación paulina: “A nadie le debáis nada, fuera del amor mutuo” (Rom 13, 8). Y es que a la tarde de la vida sólo van a examinarnos de ese amor.

daleixandre@vidanueva.es

En el nº 2.712 de Vida Nueva.

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