Democracia y pobreza

(José Ignacio López– Periodista columnista del diario La Nación de Buenos Aires)

“La opción preferencial por los pobres asumida por la Iglesia de América Latina y El Caribe implica hoy día un necesario compromiso para dotar de mayor calidad a la democracia, erradicando la corrupción y ampliando efectivamente los mecanismos de participación, consulta y control popular”

Los secretarios generales de los episcopados de América Latina y El Caribe, que acaban de reunirse en Bogotá, no se sorprendieron con la coincidencia: bregar por una democracia de mejor calidad es el mejor modo de combatir la pobreza y derrotar a la exclusión. Quienes hayan participado o seguido la reflexión y las acciones previas y posteriores al acontecimiento de Aparecida, tampoco podrán sorprenderse. Esa forma de comunión que se estimula desde el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), si bien debe ahondarse, ha contribuido a que, por encima de las diversidades de la región, crezca esa coincidencia.

La opción preferencial por los pobres asumida por la Iglesia de América Latina y El Caribe implica hoy día un necesario compromiso para dotar de mayor calidad a la democracia, erradicando la corrupción y ampliando efectivamente los mecanismos de participación, consulta y control popular. El intercambio de los obispos sobre la realidad sociopolítica y religiosa, destinado a identificar problemas y desafíos comunes, desembocó con soltura en esa convicción que engarza como anillo al dedo con el llamamiento a la conversión pastoral lanzado en Aparecida.

La sola convocatoria del teólogo brasileño Agenor Brighenti, para hurgar y ahondar en esa intuición de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, define el rumbo elegido: la búsqueda de modos y estructuras más fieles al Evangelio, que poco tienen que ver con dedicar tiempo a conservar patrimonios que no son tales. Bien lo ha escrito el propio Brighenti: “Para Aparecida, la conversión del discípulo es en función de una misión en el mundo, dado que la Iglesia existe para el mundo, en tanto continuación de la obra de Jesús, que consistió en hacer presente, y cada vez más visible, el Reino de Dios en la historia”.

jilopez@vidanueva.es

En el nº 2.702 de Vida Nueva.

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