(Maite López Martínez) El tiempo pasa y, aunque la Navidad parece que fue ayer, nos acercamos a la Cuaresma, un tiempo dominado por la reflexión y la austeridad. Quizás por eso, en fuerte contraste con el período navideño, lleno de alegres sones, villancicos, cantos, bailes, encuentros familiares y brindis, el corazón pide otro tipo de música que acompañe, con igual acierto, este tiempo fuerte, que se inicia el Miércoles de Ceniza y que nos prepara para vivir el acontecimiento central de nuestra fe.
Los conciertos de música clásica, que se multiplican en estas fechas, son francamente oportunos y adecuados. Algunos (muy buenos) se han celebrado ya, como el del 7 de enero en la Catedral de Granada, a cargo del Coro y Orquesta de la Catedral del Bendito Sacramento de Christ- church (Nueva Zelanda). O como el del pasado 6 de febrero en Zaragoza (magnífico), del Coro Sociedad Bach y la Bridgewaters Sinfonia Orchestra, junto con dos agrupaciones aragonesas de voces blancas, que interpretaron La Pasión según San Mateo, de J. S. Bach, en uno de los auditorios más notables de Europa y al que tuve el privilegio de asistir.
Pero la mayoría de estos eventos están aún por venir, y abarcan desde convocatorias de lujo, como la tradicional Semana de Música Religiosa de Cuenca (que actualmente dirige Pilar Tomás y que se celebrará entre el Sábado de Pasión, el 27 de marzo, y el Sábado Santo, 3 de abril) hasta iniciativas locales igualmente dignas y notorias, como el próximo estreno de La misa de la paz, en Santander, el 31 de marzo, en la iglesia de Santa Lucía, dentro del ciclo de músicas religiosas que esa ciudad celebra anualmente. En prácticamente todas las ciudades se organizan ciclos, semanas o, al menos, conciertos sueltos a los que vale la pena asistir y de los que, ciertamente, sacaremos buen provecho.
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En el nº 2.695 de Vida Nueva.
