Cincuenta años sin Vicens Vives

Una muestra abre los actos del aniversario del nacimiento y de la muerte del historiador

Vicens-Vives(Juan Carlos Rodríguez) El legado de Jaume Vicens Vives (Girona, 1910-Lyon,1960) sigue vivo cuando se cumplen cien años de su nacimiento y cincuenta de su muerte. La exposición Jaume Vicens i Vives y la nueva historia, bajo el comisariado de Josep M. Muñoz i Lloret, con material, en su mayoría, procedente del archivo familiar de los herederos del historiador, inaugura una conmemoración que celebra “la aportación de Vicens Vives como gran renovador de la historiografía catalana y española del siglo XX”, según Muñoz, autor de una fascinante Biografía intelectual del historiador.

El panorama tan mesetario creado por el franquismo, como dijeron Raymond Carr y John Elliott, sólo fue roto por los molinos de viento que levantó, primero, Vicens Vives, y luego, Julio Caro Baroja, Antonio Domingo Ortiz y José Antonio Maravall. “El primero y único que en una época podía salir de España y homologarse con sus colegas europeos”, le definió Carr, dejando claro que, a partir de Vicens Vives, la historia ya nunca fue la misma. Eso es lo que afirmó otro prestigioso historiador, José María Jover: “La historiografía española se ha de dividir en antes y después de Vicens Vives”. Y es renovador por múltiples motivos, sobre todo, a partir de la publicación, en 1952, de Aproximación a la historia de España y, dos años después, de Noticia de Catalunya –sus dos obras maestras–, de una manera de construir la historia de España que superara “la visión trágica de Américo Castro pero también la castiza y nacionalista de Menéndez Pidal”, según las describe José Carlos Mainer. Para atreverse a reivindicar a continuación “lo humano de la historia y no quedarse sólo en las comprobaciones mensurables y estadísticas”, como decía el padre Batllori. Lo que pedía Jaume Vicens Vives, en definitiva, era estudiar al hombre común, y estudiarlo en sus intereses y en sus pasiones.

En Vicens la vida y la obra forman un todo: era un catalanista moderado con fuertes inquietudes sociales. “No se puede explicar su obra sin tener en cuenta las circunstancias vitales. Es un historiador de su tiempo, un ejemplo apasionado y apasionante de relación con su tiempo –afirma Muñoz i Lloret–. No estuvo cerrado en una torre de marfil haciendo trabajo de archivo, sino que estuvo preocupado y comprometido con su época, y trató de darle respuesta”. Un hombre que concebía la historia como un medio de actuación en la sociedad. “La obra de Vicens no puede explicarse si se extrae del marco de referencia de los tiempos en que vivió: la Guerra Civil, el hundimiento de la sociedad catalana, las dificultades del franquismo, pero también las envidias y las incomprensiones que encontró de un lado y de otro”, como añade uno de sus más conocidos discípulos, Josep Fontana.

Grandes temas

Vicens-Vives-2Según Ricardo García Cárcel, “en la trayectoria intelectual de Vicens, simbolizada por la traslación de su fascinación por el siglo XV a los siglos XIX y XX, son constantes tres fijaciones: su sobrevaloración de la cátedra de la universidad como plataforma de promoción socioprofesional; su admiración por el Estado moderno (representado por Fernando el Católico) como estructura de poder supremo, referente ineludible de cualquier alineamiento catalanista; y la identificación progresiva con la burguesía como la clase dirigente, la única capaz de llevar adelante el proceso de modernización que ha de presidir el necesario entendimiento Cataluña-España, que siempre le obsesionó”.

Hay dos grandes temas en Vicens, según Muñoz. Uno es la preocupación por el conflicto social y por la manera de superarlo, y otro es el tema del poder: “Hay una preocupación política en toda su obra, que los últimos años se vuelve vocación política indiscutible, en la medida en que se puede hacer política a finales de los años 50. Entonces, su orientación política tiende a desplazar la actividad historiográfica. Pero la preocupación política ya está en el primer Vicens”. Si seguimos al padre Batllori, éste le dedicó una formidable necrológica en la que afirmaba, por ejemplo, que merced a su optimismo y a su fe “creía que el mundo podía y debía ser mejor de lo que es”; de ahí ese “l’altre Vicens” al que se ha referido Muñoz i Lloret.

Aunque ese hombre político ha de interpretarse ante una doble realidad. Político en el sentido no ideológico, sino de que, a través de la historia, también se puede construir el futuro. Josep Pla dijo de él, por ejemplo, que fue “el intelectual de la posguerra”. ¿Cómo España acabó en una Guerra Civil? ¿Y Cataluña, tan alejada y castigada? Preguntas como ésas forjaron la trayectoria de Vicens Vives. Junto a su firme voluntad de ser puente, quizás por su sueño frustrado de convertirse en ingeniero de caminos. Puente en esa obsesión, por ejemplo, de encontrar siempre el nexo de unión, en vez de la separación. “En los años cincuenta –afirmaba Batllori– Vicens decía que había que encontrar un punto medio en la cultura: no se podía ser abstencionista, pero tampoco colaboracionista”. Fue esta postura inteligente, según el sabio jesuita, frente al franquismo imperante, el germen de una obra renovadora, aunque hizo florecer en torno a Vicens una serie de tópicos y mitos que le condenaban o le ensalzaban. Fue tan polémico como polemista, pero el tiempo ha acabado por darle la razón. Batllori reivindicó también la voluntad catalanista de las ideas de Vicens: “Fue un activista al servicio de Cataluña, de su recuperación”.

Vicens-Vives-3La exposición de Barcelona, organizada por la Sociedad de Conmemoraciones Culturales y la editorial Vicens Vives –creada por sus herederos–, recorrerá durante todo el 2010 Girona, Toledo, Baeza, Sevilla, Zaragoza, Madrid, Valencia y Pamplona. En ella, se reúnen manuscritos, ediciones de sus obras, numerosa correspondencia inédita –con Josep Pla o Josep Tarradellas, entre otros– y objetos personales. Todo ello, entre elogios de Josep Fontana, Borja de Riquer o John H. Elliott. “Era una persona muy carismática –según el hispanista británico–. Imponía físicamente, poseía un carisma que nunca he vuelto a encontrar”. Josep M. Muñoz completa el retrato: “Una firme determinación, una voluntad férrea, una clara autoconciencia, son otros tantos sustantivos, con sus respectivos calificativos, aplicables a Vicens. A la lista podría añadirse una leve arrogancia, un innegable entusiasmo por la novedad e incluso un indisimulado gusto por la provocación, todo ello teñido, y compensado, por una cierta ingenuidad y una enorme generosidad”.

Josep Fontana añade que “los que trabajamos con él sabemos perfectamente que era un hombre modesto, capaz de asumir las críticas más duras y de escuchar todos los argumentos. Lo que ofendía a sus enemigos no era su arrogancia, sino su valía, que lo situaba muy por encima de ellos, fuera de su alcance”. De él dice Francisco Abad Nebot: “Jaume Vicens Vives es una figura de primer orden en la vida intelectual española de la primera mitad del siglo XX; no obstante, hoy no muy leído por las nuevas generaciones”. Pero su testimonio sigue vigente en muchos aspectos. Uno de ellos es, sin duda, su visión del compromiso. “El compromiso implica la existencia de un proyecto –lo explica Àngel Castiñeira–, ya que sólo éste nos evita quedar sometidos a la tiranía del presente y nos ayuda a pensar en clave de futuro. Y el futuro nos ayuda a superar la lógica de la supervivencia para asumir la lógica de la esperanza”.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.701 de Vida Nueva.

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