La obediencia: una opción libre de los religiosos

Publicada la Instrucción ‘El servicio de la autoridad y la obediencia’

(F. N. C.) La presentación, el 28 de mayo en el Vaticano, de la Instrucción El servicio de la autoridad y la obediencia, de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica que preside el cardenal Franc Rodé fue recibida en los ambientes más críticos con una polvareda de suspicacia ante el temor a que se tratase de una llamada de atención a la vida religiosa (VR). “Obediencia a toda costa es la orden emitida a todos los religiosos del mundo”, destacaron las agencias de prensa. Y lo cierto es que también entre quienes consideran que los consagrados no son del todo inmunes a los aires de secularización dentro de la Iglesia, se interpretó este texto como un claro toque de atención.

Vida Nueva ha preguntado a los destinarios del texto. Y lo cierto es que, en ellos, hemos vuelto a encontrar grandes dosis de sentido común.

Jesús María Lecea, superior general de los escolapios, afirma que “nos encontramos con un redactado más bien exhortatorio y de pensamiento sobre una realidad importante en la consagración religiosa a través de los votos, en este caso del voto de obediencia. Aunque doctrinalmente no aporta novedades especiales, presenta novedad al ofrecer la posibilidad de volver a cosas básicas y fundamentales de la vida religiosa. El documento lo hace acudiendo a las raíces evangélicas -las más genuinas- de la espiritualidad de la consagración religiosa. Ésta es un camino especial y carismático de seguimiento de Cristo casto, obediente y pobre. En consecuencia, al hablar de la obediencia se hace necesario hacer hincapié en la imitación de Cristo obediente a la voluntad del Padre. En este intento se integran tanto el servicio de la autoridad como el ejercicio de la obediencia. Más aún, según el texto, el mismo servicio de autoridad va entendido y ejercido como una experiencia de obediencia a la voluntad de Dios. Superior y hermano de comunidad, ambos con el mismo intento, buscan cómo hacer presente en sus vidas, en la comunidad religiosa y en la misión apostólica, el cumplimiento de esa voluntad de Dios. No se con­funden las funciones, pero se integran y armonizan en la misma búsqueda, que es la que puede dar significado y sentido al obedecer. Esta visión teológica se proyecta en una clave de sensibilidad humana importante, no siempre resuelta bien en las relaciones personales e institucionales de los religiosos y religiosas. La autoridad y la obediencia vienen enmarcadas en un respeto prioritario a la persona, en un clima de fraternidad, en un empeño por aunar fuerzas para la misión, de modo que ésta salga fortalecida por la conjunción de voluntades libres y liberadas de otras ataduras. Es así que el documento habla de llegar a vivir en la obediencia religiosa una experiencia de liberación personal”.

Añade Lecea que la instrucción entra en casos concretos conflictivos, pero no en su “análisis particularizado”. Queda implícito que sea cada congregación, comunidad, etc., “la que deberá, a partir de los principios generales, realizar su discernimiento de cómo ­ejercitarse en la obediencia. El texto, abunda el religioso, “reconoce expresamente las ‘muchas implicaciones’ del tema debido al ‘vasto mundo de la vida consagrada hoy (…) la gran diversidad de proyectos carismáticos y compromisos misioneros’. Esto no está dicho en el documento. Quizás ni fuera conveniente hacerlo. Queda como reto a los religiosos y religiosas hacerlo por sí mismos”, concluye.

Superar dificultades

Para Elías Royón, Provincial de España de la Compañía de Jesús, “el voto de obediencia tiene su razón de ser y su motivación, no tan sólo teológica, sino existencial, en el seguimiento y en la imitación de Jesucristo obediente a la voluntad del Padre. Jesús hace de su vida y ministerio una entrega a la voluntad del Padre. Este es el punto de partida del documento: la vida consagrada como búsqueda de Dios y de su voluntad. Una búsqueda guiada por el Espíritu en el que deben participar tanto el que ejerce el servicio de la autoridad, como el que obedece. Ambos buscan y obedecen a Dios. Hoy se hace necesario tener en cuenta la situación cultural en que se practica la obediencia para redescubrir sus fundamentos evangélicos y superar así las dificultades propias de nuestro tiempo. Éstas pueden debilitar la práctica de la obediencia religiosa, y sus motivaciones de fe. La estima de la libertad y la autonomía individual son, con razón, unos valores muy cotizados en nuestra cultura, pero pueden engendrar también actitudes de ‘autorrealización’ y de un insano individualismo que favorecen proyectos apostólicos personales y no proyectos discernidos junto a otros y llevados a la práctica en común. Como igualmente debilitar el espíritu de comunión y de pertenencia a un cuerpo apostólico, en el que todos se sienten responsables de la misión común, y atentos unos de otros. Por lo demás, la auténtica obediencia religiosa comporta un acto de libertad y, desde esa libertad, una opción de fe; por eso es obediencia religiosa, pero si la fe se debilita puede diluirse en una especie de obediencia funcional, necesaria en toda organización, pero que no en modo alguno es la que se profesa por el voto de obediencia”.

Para Camilo Maccise, el que fuera Padre General de los Carmelitas Descalzos y presidente de la Unión de Superiores Generales (USG), esta instrucción “no es una relectura del significado del voto de obediencia en estos tiempos de cambio. Su contenido está ya sustancialmente en otros documentos recientes sobre la vida consagrada. Tiene valores doctrinales y enfoques importantes, pero sigue insistiendo demasiado en las mediaciones humanas que, a veces, pueden ser ambiguas y, sin perder el espíritu de fe, cuestionadas con lealtad, porque ellas mismas están condicionadas por la historia, la cultura y la ideología. Si tenemos presente que en los últimos años se ha experimentado, en una gran parte del episcopado, una cierta prevención contra la VR, acusada sin más de practicar una pastoral paralela, un magisterio paralelo, de ser crítica de la autoridad eclesiástica, no aceptar sus directivas y romper la comunión eclesial, es claro que uno de los principales motivos de la Instrucción es precisamente el de llamar la atención a los religiosos y religiosas sobre la obediencia, pero desde un modelo de Iglesia que concibe la unidad como uniformidad y sumisión. Se afirma que la autoridad en la VR está llamada a mantener vivo el sentire cum Ecclesia que ‘implica una auténtica espiritualidad de comunión, esto es una relación efectiva y afectiva con los Pastores, ante todo con el Papa, centro de la unidad de la Iglesia’, con ‘una adhesión fiel a su Magisterio y al de los Obispos, como testimonio concreto de amor a la Iglesia y pasión por su unidad’ (n. 13, f). Desde luego que esto es totalmente válido, pero hay que entender esa comunión en forma adulta, lealmente crítica y dialogal y no concebirla como fruto de una sumisión ciega. Sería una negación de lo que el Vaticano II pedía a los Pastores y a todo el pueblo de Dios para vivir en comunión: un diálogo basado en la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades para que ‘haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo’ (GS 92).” “Ciertamente, ante la situación de cambio que vivimos, se venía sintiendo la necesidad de releer el significado del voto de obediencia y vislumbrar un modo nuevo de entendernos en nuestras relaciones con la realidad y los diferentes contextos en los que nos movemos”, opina Asunción Codes, religiosa de la Compañía de Santa Teresa y ex vicepresidenta de la CONFER.

Relectura

Según ella, “son muchos los superiores/as que han sentido cuestionada la razón de ser de su servicio, y muchos religiosos/as que han perdido el sentido de su seguimiento a Jesús en comunidad. Algunos miembros de Iglesia o de Congregaciones religiosas valoran estos hechos como ‘desorientación’ de la VR o pérdida de valores fundamentales y reclaman, seguramente, una llamada de atención a la VR que la resitúe de nuevo”. Pero, añade, “no todos los que vemos la necesidad de una relectura, reclamamos una ‘llamada de atención’. El tema es mucho más complejo. La misma Instrucción lo reconoce en el nº3.  Una gran parte de VR está convencida de que asistimos a un cambio de paradigma, en el que rige un principio fundamental: nos necesitamos todos y todas en el difícil arte de buscar apasionadamente la Voluntad de Dios, aquí y ahora, armonizando, en lo posible, las diferentes mediaciones en las que Dios puede mostrarnos su querer, siempre referido a ir generando fraternidad allí donde estemos”. “Este arte -prosigue la religiosa teresiana- nos sitúa como ‘siervos humildes’, pobres buscadores, en comunión de hermanos y hermanas, en relaciones de circularidad e interdependencia con otros muchos… (22) y pide que cada uno/a asuma su responsabilidad. En varios números, sin embargo, hace un elenco de tareas que recaen en exceso en la persona del superior”

Sobre el tema de las mediaciones, asegura Codes que algunos puntos no añaden nada nuevo. “En cambio, en el nº20, g) ofrece una clave muy actual: ‘Es libre la persona que, de forma continua, vive en tensión para captar, en las situaciones de la vida y sobre todo en la gente que vive a su alrededor, una mediación de la voluntad del Señor, por misteriosa que sea’. Es importante que acentúe el camino del discernimiento comunitario (20 e), así como la invitación a realizar aquello que se elige (20 f). Aún falta formular medios concretos para vivir en esta dinámica de un modo permanente, adentrándonos por la vía del diálogo y afrontando el conflicto sin culpabilizarnos”.

Añade la religiosa que como apertura y cierre, “la instrucción nos recuerda que aprendemos sufriendo a obedecer, que hay obediencias difíciles  y que se trata de un camino de muerte y de renuncia…”. Pero “también esta afirmación necesita criterios de discernimiento para que el sufrimiento sea liberador y madure a las personas. Necesitamos oír hablar de un camino de obediencia que puede tener que decir no sin dejar de apostar por la comunión, o que nos adentra por el sendero del riesgo y la novedad, y nos convierte en exploradores de nuevas formas de compartir, estar, servir, salir al encuentro, hacernos hermanos y hermanas porque caminamos más cerca del dolor. ¡Ojalá que fuera por ahí nuestra participación en el misterio pascual de Jesús!”.

Para Álvaro Rodríguez Echeverría, Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, y ex presidente de la USG, “la primera impresión que me ha dado el documento es que se sitúa en un punto de vista que rebasa y por mucho, el significado mismo del voto de obediencia, para abrirse, ciertamente tomándolo en cuenta, a las raíces antropológicas y teológicas de la búsqueda de la Voluntad de Dios como absoluto. Por eso el subtítulo: Tú rostro buscaré Señor (Salmo 26,8), me parece sintetizar el objetivo del documento. Esto hace que sea más inspirador que normativo, más evangélico que jurídico. Esto me hace pensar que su finalidad es más una invitación a volver al Evangelio y a centrar nuestra vida en Jesús, que hizo de la voluntad del Padre su alimento que, una llamada de atención a la vida religiosa”.

“El esquema del documento confirma lo anterior”, añade. “La primera parte la siento más, como una fundamentación teológica de una obediencia que tiene como objetivo final y supremo la búsqueda de la Voluntad de Dios, de ese Dios que nos presenta el Evangelio, que quiere que todos tengan vida en plenitud y lleguen al conocimiento de la verdad y que no ha enviado a su Hijo no para condenar, sino para salvar. La segunda y la tercera parte nos hacen ver que comunión y misión deben ser las coordenadas de todo ministerio de animación y de gobierno, cuya finalidad es favorecer el testimonio cristiano del amor encarnado en una espiritualidad de comunión y promover a nivel de misión un mundo más humano”.

Carácter cristológico

Para concluir, ve un acierto “el carácter cristológico” del texto. “Jesús nos invita a transformar la autoridad, a revolucionarla internamente. Se trata de una autoridad-servicio como la que Él establece con sus apóstoles, basada más en relaciones de amistad que en estructuras de gobierno”.

Para el salesiano José Miguel Núñez, consejero regional para Europa del Este de esa congregación, se trata de “un buen documento, profundo y sugerente, sensible a la situación actual de la vida consagrada en los contextos culturales contemporáneos y situado en la reflexión eclesial tanto de la tradición cristiana como del reciente magisterio”.

Núñez no considera que la instrucción obedezca “a una situación de degradación de la obediencia en la VR, “sino a la necesidad de reflexionar sobre la relación entre la obediencia religiosa y el servicio de la autoridad con la única referencia posible desde la que pueden ser entendidas y vividas: el seguimiento radical del Señor Jesús. Así, podemos percibir una doble línea antropológica y teológica que recorre transversalmente todo el documento y que se convierte en una de sus claves de lectura. El servicio de la autoridad sólo puede ser entendido como el paradigmateológico de la Iglesia como Misterio de comunión y de misión. La experiencia de la obediencia encuentra su fuente en la experiencia de la fe, en la experiencia creyente del que ‘escucha’ lo que Dios dice en la propia vida y desea adherirse con todo corazón al Amor con que ha sido amado primero”.

Núñez señala también que, a pesar de ciertos límites, el texto contiene “algunas reflexiones interesantes sobre la actitud religiosa de la escucha, el discernimiento comunitario, la capacidad para gestionar el legítimo pluralismo de las comunidades, la superación de infantilismos, la autoridad como servicio y su relación con la misión”. En definitiva, “un documento sin grandes novedades que invita, sin embargo, a seguir profundizando en la vida religiosa acudiendo a su fuente, que es la Palabra, teniendo en cuenta los cambios culturales actuales y a la luz  de los más recientes documentos magisteriales”.

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