COPE o la solución global

(Juan Rubio Fernández– Director de Vida Nueva) La Comisión Permanente del Episcopado no tiene como misión renovar o revocar contratos en la COPE, pero sí tiene la responsabilidad de velar por el cumplimiento del Ideario de la Cadena en la que los Obispos, a través de la Conferencia Episcopal o de diversas diócesis, posee el 70% de la empresa. Insisto: no es su misión, aunque sí es su responsabilidad. Muchos esperaban que un motorista corriera raudo desde Añastro hasta Alfonso XI, y entregara cartas de cese por doquier. Ni hubo motorista, ni se le esperó. Hubieran crecido las solidaridades tachando a los prelados de inquisidores.

Es el Consejo de Administración de COPE el que contrata, con criterio propio y con voto personal y no delegado. Su presidente, Alfonso Coronel de Palma, decía recientemente: “No soy el propietario de la finca, sino su administrador y no me corresponde a mí entrar en las vicisitudes de la propiedad”. La propiedad lleva tiempo hablando, aunque sea ahora cuando ha abordado con mayor resolución el tema. Ha pasado de ocuparles a preocuparles. La empresa puso en sus manos la responsabilidad y ahora le pide cuenta de resultados, no sólo económicos, sino fundamentalmente, morales.

Los obispos se han comprometido a velar para que el Ideario se cumpla por parte de todos los trabajadores de la empresa. Hay propósito decidido de intervenir en las “vicisitudes” de la propiedad, dándole órdenes al “administrador de la finca” para que actúe, según le indiquen los propietarios; no sólo una parte de la propiedad, sino el colectivo reunido en Permanente. Al Ejecutivo de los obispos, por estatutos, corresponde “ejecutar” lo que dice la Permanente, que recibió hace años encargo de la Plenaria. Ha empezado la operación de recambio. El mensaje al Consejo de Administración es nítido: sintonizar el dial de COPE, ateniéndose al Ideario. Si de algo se ha pecado en los últimos años ha sido de mirar para otro lado, cuando la casa ardía. Hace tiempo que se encendieron las alarmas y algunos prelados gritaron en el desierto de la Plenaria, pidiendo intervenir ante el problema que se estaba incubando y que hoy es candente preocupación. Decía un eminente prelado hace unos días: “De aquellos polvos, estos lodos”.

Ha pasado el tiempo y ahora han decidido seguir a san Ignacio de Loyola en aquello de en tiempo de crisis no hacer mudanza. Dos claves importantes se advierten de cara al futuro inmediato: la clave eclesial y la económico-administrativa. Hacen falta soluciones de calado, no sólo analgésicos que eliminen el ligero dolor de cabeza. Se trata de romper el nudo gordiano con habilidad; no con espada de Damocles que hunda la Cadena, auténtico pavor de los mitrados. Lo que está en juego es la subsistencia de la Cadena y del proyecto Popular-TV, que se alimenta fundamentalmente de los ingresos de la radio. La empresa no puede entrar en crisis con el consiguiente descalabro laboral y económico. Es necesario usar de mucha cautela en la operación “Sintonizar el dial según el Ideario”. No se abordará el problema desde lo concreto. En el horizonte planea el fantasma del Ya y no se quiere caer en el mismo error de entonces.

No es la primera vez que los prelados hablan de COPE en los últimos años y en sus sesiones, ya sean Plenarias (dos anuales), Permanentes (tres anuales) o del Ejecutivo (una mensual). Llevan tiempo tratando un tema tan “espinoso”. Muchos admitían que se trataba de un problema complejo en su solución cuando recibían el mensaje con cifras y cuenta de resultados. También reconocían que no podían ni debían dejar pasar mucho tiempo sin solucionarlo. Por otro lado, veían cómo desde muchos ­púlpitos mediáticos, se ataca sistemáticamente lo religioso en general, y a la Iglesia en particular. Es necesaria una Cadena propia para defender la verdad y defenderse de los ataques. Ante la complejidad, marchaban a sus diócesis en donde encontraban emisoras provinciales de COPE más serenas y evangélicas. Un asunto aplazado. Les ha estallado en las manos.

La solución final se ha precipitado por la marcha suicida de varios programas de periodistas-estrella. Extraña que resuenen voces ahora, cuando hubo silencio ante los ataques a FERE, a CONFER, al Nuncio, al Cardenal de Barcelona, a escritores y periodistas católicos, incluso a la Corona. Ahora, cuando los ataques  se han centrado en la línea de flotación del PP, ha cundido el nerviosismo, urgiendo una solución.

El buque se ha averiado en alta mar. Se han roto los vientos y bajeles; entra agua en las bodegas. Ha empezado la reparación. Hay que dar tiempo a los  fontaneros, si es que los destacados locutores los dejan y no continúan su interesada máxima de cuanto peor, mejor. En otoño, antes que el invierno arrecie, COPE podrá seguir su singladura en medio de la sociedad. Este velero al servicio de “la verdad, la libertad y el bien común” no puede dejarse abordar impunemente por mercenarios de la mentira, la ofensa y el vituperio en aras a la libertad de expresión. Nadie les quita la libertad de hacerlo, pero, eso sí, no en este recinto. La verdad deja de ser verdad cuando falta a la caridad.

 Publicado en el nº 2.619 de Vida Nueva (Del 29 de junio al 4 de julio de 2008).

Compartir