Wilfred Fox Napier: “Esperamos que el Mundial le dé una segunda oportunidad al país”

Arzobispo de Durban (Sudáfrica)

(J. C. Rodríguez Soto)

Sudáfrica está a punto de convertirse en el anfitrión del Mundial de Fútbol. ¿Espera usted que los sudafricanos se beneficien de este acontecimiento?

Desde luego que sí. Lo más importante de lo que nos podemos beneficiar es del espíritu de unidad que este tipo de eventos fomentan, y que ya experimentamos cuando nuestro equipo de rugby ganó la Copa del Mundo en 1995. Desde entonces han ocurrido muchas cosas que han erosionado esa unidad y visión común que nos trajo ese acontecimiento deportivo. Por eso tenemos la gran esperanza de que el Mundial de Fútbol nos dará una segunda oportunidad. Además, es obvio que nos beneficiaremos de las mejoras de infraestructuras en muchas partes de nuestro país, como los estadios y los aeropuertos –en el caso de Durban, de uno nuevo–, reformas en el sistema de carreteras y ferrocarril, etc. Muchas personas particulares que tienen negocios se beneficiarán económicamente de la llegada de turistas y aficionados. Pero, probablemente, un beneficio invisible que durará muchos años será el contacto humano con visitantes de muchos países que para la mayor parte de nuestra gente sólo existen en los mapas.

¿Qué plan pastoral tiene la Iglesia de Sudáfrica ante el Mundial?

Nuestra prioridad es estar disponibles para los visitantes que quieran beneficiarse de nuestros servicios durante su permanencia en Sudáfrica. Con esta finalidad hemos puesto a su disposición el portal web www.churchontheball.com, donde encontrarán mucha información. Una de nuestras mayores preocupaciones es el tráfico de seres humanos, que sigue avanzando. Las Iglesias, junto con las autoridades civiles y muchas ONG, estamos involucradas en una campaña vigorosa para detener esta plaga.

¿Es cierto que la FIFA llegó a presionar al Gobierno de Sudáfrica para que legalizara la prostitución durante este evento?

En la Iglesia nos preocupamos mucho cuando salió a flote esta estúpida idea de legalizar o despenalizar la prostitución durante el Mundial. A Dios gracias, el Gobierno se ha dado cuenta de la incongruencia que significa tener mano dura contra el tráfico de seres humanos y al mismo tiempo eliminar las restricciones legales de la mismísima actividad que lo sustenta. La legalización de la prostitución no tiene ningún sentido desde ningún punto de vista, especialmente desde el de la moralidad. En la Conferencia Episcopal hemos puesto en marcha un Secretariado para investigar el tema de la explotación sexual, difundir información y aconsejar a la gente sobre cómo evitar convertirse en víctimas de estas mafias y cómo proteger a las personas más vulnerables.

Hace quince años que se acabó el apartheid. ¿Hay una verdadera integración de los distintos grupos en el país?

Personalmente, estoy gratamente sorprendido de ver que la mezcla de la gente en todos los niveles de la sociedad se ha convertido en la norma, y se ha hecho con mucha rapidez. Los niños van a la escuela que eligen sus padres, y para la mayor parte, la raza o el color no significa ningún problema. Ocurre muchas veces que, gracias a las amistades de los niños, sus padres, que normalmente no se asociarían con personas distintas a ellas, salen de su círculo de relaciones de siempre. Al mismo tiempo, si miramos a la situación de forma más amplia, hay cosas que nos preocupan. Mucha gente habla de un “apartheid a la inversa”, que ocurre cuando, al concurrir por el mismo empleo, se prefiere a un negro antes que a un blanco, mestizo o indio. También se está extendiendo la corrupción, que se manifiesta en fenómenos como los “empleos para los chicos”, en los que se reparten cargos a aquéllos que tienen buenas conexiones con la gente en el poder, y no a los que tendrían una mejor preparación. Al final, el resultado es que esta o aquella estructura del Estado o de la economía termina por enredarse en una maraña de problemas.

Hace dos años hubo un estallido de ataques a inmigrantes extranjeros. ¿Ha remitido este problema?

La xenofobia crece, y lo peor de todo es que lo que ha empezado como hostilidad hacia africanos de otras partes del continente puede eventualmente degenerar en tribalismo y faccionalismo. Por desgracia, tenemos muchos ejemplos en otras partes de África de lo que puede ocurrir cuando se deja que estos monstruos anden sueltos.

¿Qué mensaje trajo usted el año pasado del Sínodo Africano?

Lo resumiría con la frase: “África, ¡levántate y no tengas miedo!”. Tenemos muchos retos y problemas, pero podemos superarlos con nuestra fuerza más grande: somos la familia de Dios. Él nos ama, y la prueba es que nos ha dado a su Hijo Jesucristo, no sólo para enseñarnos, sino para guiarnos por el camino. No podemos olvidar que somos la luz del mundo y la sal de la tierra, y si vivimos como familia de Dios en África, haremos que el Reino de Dios sea una realidad.

jcrsoto@vidanueva.es

En el nº 2.709 de Vida Nueva.

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