¿Realmente Cataluña ha dejado de ser católica?

Representantes de la Iglesia catalana analizan el descenso de la práctica religiosa

Cataluña-cristiana(Miguel Ángel Malavia) “El descenso de la religiosidad en Cataluña no es reciente, sino que viene de antes de la Guerra Civil”. Así se expresa en declaraciones a Vida Nueva, Ramon Prat, vicario general de Lleida, para quien la situación actual, en la que la sociedad parece avanzar en la secularización, “enlaza con aquélla, tras el paréntesis del nacionalcatolicismo de la posguerra; aunque ciertamente la ha llevado a sus últimas consecuencias”. Esta opinión es compartida por el director de www.catalunyareligio.cat, Jordi Llisterri: “Los índices de religiosidad en Cataluña siempre han estado por debajo de la media española”. Aunque “la catolicidad oficial de Cataluña durante los años del franquismo provoca ahora que la caída de la práctica religiosa, comparada con 40 años atrás, parezca más alarmante”.

Y es que el descenso de la práctica religiosa, generalizada en toda España, se estaría mostrando más en Cataluña. Así lo afirma un reciente estudio de Jordi Serrano. Entre otros, el rector de la Universidad Progresista de Verano ofrece un dato muy revelador: en 1970, el 87% de los españoles se declaraban católicos practicantes y un 9% no practicantes; hoy, en Cataluña, los practicantes serían un 18,7% y los no practicantes, un 48,4%. Siendo este descenso más marcado que el de la media general del país –un 36% de practicantes y un 37,5% de no practicantes–, la controvertida conclusión a la que llega Serrano es que, prácticamente, “Cataluña ha dejado de ser católica”.

Ramon Prat niega que sea un problema local: “Observo que la situación en otras partes de España va en la misma dirección, y allí tendrán que dar respuesta a los mismos retos en un futuro no muy lejano. Todo el país es terreno de misión”. Y es que el contexto, según la referencia con que se compare, es un parámetro importante. En opinión de Llisterri, el estudio de Serrano mantiene un enfoque “interesado” a la hora de presentar los datos. Para él, el que el total de catalanes que se dicen católicos, entre practicantes y no practicantes, se sitúe en el 67%, es un índice muy significativo “si se compara con Francia, Bélgica o Centroeuropa, donde ni sueñan con estos porcentajes”. Y es que, según él, en este entorno francófono, históricamente, es en el que se ha movido Cataluña; y no en el más latino –con países como Italia, Irlanda o Polonia–, con los que se realiza la comparativa. Joan Bada, historiador de la Iglesia y profesor en la Facultad de Teología de Cataluña, concreta, por su parte, la influencia en Francia: “Desde finales de los años 50, Cataluña vivía del catolicismo francés, tanto en su teología como en su pastoral”.

Cataluña-cristiana-2En la búsqueda de causas que expliquen este descenso, Jaume Aymar, director del semanario Catalunya Cristiana, cita “la falta de testimonios creíbles, ciertos posicionamientos de algunos fundamentalistas, la falta de espacios acogedores donde vivir la fe o el crecimiento de una mentalidad relativista”. Bada ofrece otras causas, tales como la “falta de liderazgo episcopal y el aumento de nombramientos sesgados por cuestiones no pastorales”. Aun así, para él, las más graves son las cuestiones de fondo, temiendo que se baje el listón de exigencia: “A causa de la crisis vocacional, existe una preocupación por ordenar. En cuatro de los diez obispados, han ordenado sacerdotes con sólo estudios de Instituto de Ciencias Religiosas, a pesar de estar prohibido por Roma; y, en algunos casos, ni eso, bastando con la asistencia a cursos de teología para laicos”. Algo parecido sucedería con la misa: “Los índices de cumplimiento dominical han descendido mucho, pero también cualitativamente. El remedio de celebraciones de la Palabra con comunión es una añagaza”. Respecto a los laicos, Bada lamenta “la disminución de su presencia en los consejos pastorales, quedando su papel reducido, por lo menos en Barcelona, al de un grupo de oyentes de soflamas a los que quieren convertir en correas transmisoras y no en consejeros en los planes pastorales”.

Presencia social

A juicio de Prat, pese a la secularización, destaca la “presencia significativa de los cristianos en la realidad social, cultural y política del país”. En lo que Bada denomina como “laicidad constructiva” y Llisterri cifra como “posición de liderazgo de la Iglesia catalana en los ámbitos de la educación y la acción social con los más desfavorecidos”, el vicario general de Lleida señala el “triple diálogo entre la Iglesia y la sociedad que se está realizando desde hace años en Cataluña: fe-cultura, fe-justicia y fe-persona”.

Cataluña-cristiana-3Considerando estos rasgos del catolicismo catalán en clave de vitalidad, el antropólogo y docente en la Autónoma de Barcelona, Jaume Botey, es claro: “La religiosidad no está en crisis. No está en crisis la necesidad de búsqueda del trascendente. Lo que está en crisis es la capacidad de las Iglesias para canalizar esta necesidad”. De hecho, considera “el imparable proceso de laicidad” como una oportunidad: “Se trata de un feliz proceso de madurez del mundo y, asimismo, para las religiones. Con la irreversible pérdida de poder político, cultural y normativo, las religiones podrán proclamar con mayor transparencia lo que les es propio: el sentido de lo trascendente”.

¿Hay lugar para la esperanza? Prat así lo cree. En primer lugar, porque “en Cataluña hemos asumido esta situación, no tenemos nostalgia del pasado y vamos preparando el futuro”. Y no se parte de cero: “Un momento culminante de esta toma de conciencia y de compromiso consciente fue el Concilio Provincial Tarraconense. Quince años después de su realización, sus resoluciones conservan una plena vigencia en la actualidad”. ¿Cuál es el camino? El vicario ilerdense ofrece su receta: “Fortalecer la comunión eclesial; superar el peligro de una imagen de la Iglesia arrogante y vergonzante para ser una Iglesia confesante; seguir testificando la fe mediante la justicia y la caridad; y seguir potenciando el diálogo de la fe con las culturas”.

 

EL NACIONALISMO NO TIENE LA CULPA

En el debate sobre las causas de la caída de la religiosidad en Cataluña, algunos han señalado la supuesta ligazón entre la Iglesia catalana y el nacionalismo. Jaume Aymar considera esto “una ignominia” y apela a las “raíces cristianas que han configurado la identidad catalana”. Pero, aparte de que “los catalanes amamos nuestra tierra, su lengua o sus tradiciones”, también “somos tierra de paso que se ha forjado gracias a las sucesivas oleadas de inmigrantes”, imperando “un bilingüismo normalizado en el clero, los religiosos y los laicos”; un “enriquecimiento que hay que favorecer”. Jaume Botey, por su parte, concluye: “Durante el franquismo, la Iglesia de base asumió el hecho catalán como una de las señas de identidad negadas por la dictadura. Ayudó a la cohesión social. Esta misma Iglesia de base, entre los años 55-75, acogió a la inmigración venida del resto del Estado y hoy nadie duda del papel fundamental que hizo en este proceso de cohesión social. Hoy sigue en este mismo principio”.

En el nº 2.696 de Vida Nueva.

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