La libertad religiosa ya no es prioritaria

El Gobierno, tocado por la crisis, teme abrir un frente que le desgaste para las elecciones de 2011

Teresa-Fdez-de-la-Vega(José Lorenzo) Cautela. Ésa es la máxima que preside en este momento la postura del Gobierno a la hora de pronunciarse sobre la anunciada reforma de la Ley de Libertad Religiosa. De hecho, dentro del PSOE, los sectores más insaciablemente laicistas están un tanto decepcionados con el tempo. Les gustaría que el anteproyecto estuviese más cocinado y listo para meter ya en el horno. Pero la actualidad económica y política del momento les ha hecho ver que el tema ha dejado de ser una prioridad en la agenda de Moncloa. De ahí que la propia vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega (en la foto) –bajo cuya influencia directa se encuentra la revisión de esta ley, que data del año 1980– haya tenido que salir a tranquilizarles afirmando que “el Gobierno no ha congelado este texto” y que espera que se apruebe en el plazo previsto.

En principio, ese plazo se agota el 30 de junio, cuando concluye el período de sesiones parlamentario, pero ni siquiera existe la certeza de que el texto de la reforma –que está en manos de la Dirección General de Asuntos Religiosos, que depende del Ministerio de Justicia– vea la luz en esa fecha. No pocos dirigentes socialistas verían con muy buenos ojos que el tema se dejase para después de las elecciones municipales y autonómicas de 2011, aunque coincida con la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid…

Al parecer, la delicada situación económica que vive el país (y, sobre todo, sus cuatro millones de parados, cuya situación real no mejorará a lo largo de este 2010) aconsejaría no salir ahora con un tema relacionado con la religión, que, como el Gobierno de Zapatero ha descubierto con pasmo, sigue diviendo a la sociedad. De ahí que ahora esta reforma, esgrimida no hace tanto como exigencia de modernidad, no sea prioritaria. Es más, existe la fundada sospecha de que el ine- vitable debate social que suscitaría lograría eclipsar a la mismísima Ley de Economía Sostenible, la gran apuesta de Zapatero para hacer frente a la recesión.

El Ejecutivo, debilitado

Así pues, hoy, y frente a la postura de quienes esgrimen que esta reforma es un compromiso electoral que no se puede dilatar más, están aquellos que, conscientes de que las cuestiones religiosas acaban convirtiéndose en arma electoral arrojadiza, se quedarían mucho más tranquilos si el anteproyecto se desempolvase una vez que hubiesen pasado los comicios del próximo año. Y hoy el Gobierno, como le dictan sus encuestas, no goza de la sólida posición que tenía cuando inauguró, en la primera legislatura, sus políticas más laicistas, ni está tan convencido de que el único problema que salga de esta reforma venga de la mano de la previsible retirada de crucifijos de los espacios públicos, sino de otros símbolos muy sensibles para los musulmanes, comunidad hoy día dividida en España.

En el nº 2.692 de Vida Nueva.

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