Libros

Juan de Ávila


Un libro de Juan Rubio Fernández (San Pablo, 2010). La recensión es de Antonio Gil Moreno.

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Juan de Ávila. Un apóstol en camino

Autor: Juan Rubio Fernández

Editorial: San Pablo

Ciudad: Madrid

Páginas: 184

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(Antonio Gil Moreno) Este libro, Juan de Ávila. Un apóstol en camino, que nos presenta estos días el director de Vida Nueva, Juan Rubio, en la editorial San Pablo, hay que leerlo de un tirón, para saborearlo en toda su intensidad, para no perderse detalle. Pero, sobre todo, para sentirnos plenamente contagiados por la grandeza del Apóstol de Andalucía, iluminados por sus palabras y acompañados por su presencia.

Porque ésta y no otra es la clave que nos puede hacer descubrir el interés de esta obra pequeña, pero rebosante de destellos históricos y matices humanos: el entusiasmo con el que se ha escrito y la cercanía con que se nos ha querido presentar la silueta de Juan de Ávila, hasta tal punto que uno tiene la impresión, ya desde las primeras páginas, de que nos cogemos de su mano y emprendemos una marcha por los distintos caminos y ciudades andaluzas. Y mientras tanto, aprendemos, sonreímos, nos entusiasmamos, descubrimos los secretos más hermosos de un apóstol.

No lo pensé mucho y busqué una tarde libre del florido mayo cordobés para leer despacio este libro dedicado a la vida de Juan de Ávila. Cuando quise darme cuenta, ya estaba enfrascado de lleno en lo que representa su argumento central: “Caminar junto a un apóstol, aquel hombre que iluminó Andalucía, a la par que le contemplamos, le escuchamos y nos vamos sintiendo inflamados por su espíritu, por su visión de la espiritualidad y por su entrega total a las almas, especialmente, a los sacerdotes”.

Tres horas escasas tardé en devorarme esta obra, sin apenas darme cuenta. La experiencia ha valido la pena. Será, sin duda, uno de los más hermosos eslabones que ofrecerá Andalucía a su Apóstol por antonomasia para “encadenarnos” a su atractivo personal y, sin duda, un peldaño –con esa sencillez que tienen los peldaños y con esa humildad que ofrecen por su aportación en la subida–, para escalar la meta soñada del Doctorado que Juan de Ávila merece en el esplendor celeste de su vida.

Puntos cardinales

Si tuviera que estructurar este comentario, me gustaría referirme a “cuatro puntos cardinales y un prólogo”. No podemos pasar por alto el prólogo, escrito por el cardenal Carlos Amigo Vallejo, breve también conforme a la silueta del libro, pero con esa esplendidez pastoral a la que el arzobispo emérito de Sevilla nos tiene ya acostumbrados. Con tres pinceladas nos descubre él la más hermosa aportación del Maestro “a la identidad, misión y testimonio del sacerdote”. Y con sólo unas líneas nos revela la principal virtud de Juan Rubio al escribir esta obra: “Haberse acercado a Juan de Ávila con la reverencia de un creyente admirado”, transmitiéndonos a los lectores esa “cercanía” y esa “emoción” en cada página.

  • El primer punto cardinal del libro será el de su oportunidad y su sencillez, junto al aroma de una especial confianza que elimina las distancias entre los santos y nosotros. Juan Rubio se ha acercado aquí al Maestro Ávila con esa espontaneidad propia de un sacerdote que quiere conocer e intimar con otro sacerdote.
  • El segundo punto cardinal será el hermoso recorrido que traza el autor sobre los pasos de san Juan de Ávila. Lo va siguiendo por los caminos de La Mancha, se fija bien en la formación que recibe el santo en Salamanca y Alcalá, y después despliega sus actividades enmarcándolas siempre en un lugar concreto, con unos personajes concretos.
  • El tercer punto cardinal lo colocaría en esos perfiles externos e internos que nos hace del Apóstol de Andalucía, con todo detalle, pero, sobre todo, con emoción y unción: “Hombre de memoria prodigiosa, lenguaje culto pero cercano, salpicado de los dichos y refranes de la tierra y de la época. Rezaba con detenimiento. Estudiaba con ahínco, conversaba con dulzura, escuchaba atentamente y hablaba sosegadamente”. A lo largo del libro, el autor describe al apóstol en sus señas de identidad más precisas, pero también más aleccionadoras para nosotros. Nos dice no sólo lo que hace, la actividad externa, los actos de su agenda, sino lo que piensa y siente, es decir, los latidos de su corazón.
  • El cuarto punto cardinal me gustaría ponerlo en algunas de las vivencias personales que Juan Rubio ha tenido con el entorno de Juan de Ávila, sobre todo, en Montilla, donde muere el Maestro. El autor derrama esas vivencias –sus visitas a la casa del santo– en el cáliz hermoso de un sacerdocio que se va engrandeciendo a lo largo y ancho de todo el libro y que se nos presenta tan oportunamente en el marco de este Año Sacerdotal que estamos a punto de clausurar.

“Corrían los primeros años de la década de los setenta del siglo pasado –escribe–, y andaba yo por entonces estudiando en el seminario menor que los padres salesianos tenían abierto en Montilla…”. Así entabla relación con las personas encargadas de cuidar la casa donde vivió el Maestro, y así el autor colabora también en tan hermosa tarea que archivará más tarde en el mundo de sus vivencias.

Viveza y actualidad

La valoración final de este libro no es sólo altamente positiva, sino entusiasta. Porque una de las características de esta obra que aquí nos ocupa es convertir en rabiosa actualidad aquellos pasos, enseñanzas y vivencias que tuvieron lugar en el siglo XVI, pero que Juan Rubio nos presenta en estas páginas con tanta viveza que tenemos la impresión de escuchar ahora, en pleno siglo XXI, el rumor de aquellos pasos de Juan de Ávila, recorriendo de nuevo los campos y los pueblos de su querida Andalucía.

En el nº 2.709 de Vida Nueva.

Actualizado
28/05/2010 | 08:33
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