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Una segunda mirada sobre Dios


El teólogo español comparte con los lectores sus conclusiones después de un largo y metódico estudio de la teología y las Escrituras. Pero, lo más importante, expresa sus convicciones. Las que animan su vida de cristiano y las comparte con la convicción de que así debe ser.
El suyo es un libro para hablar sobre Dios y someter a examen la imagen e idea sobre Dios que el creyente de hoy se ha hecho. Y no solo los creyentes, también los no creyentes vuelven sus ojos hacia el Dios que han rechazado, con la ayuda del teólogo.
Ese proceso de revisión, que puede llamarse una segunda mirada, comienza con la afirmación: el Dios trascendente desborda los intentos de descubrirlo por la vía de la razón. Tras esta, vienen otras afirmaciones:
El intento de llegar por este camino culmina con la creación humana de un Dios creado por la razón y según los deseos del hombre”.
Es el caso del Dios poderoso y sabio que corresponde al  deseo de poder y de sabiduría: “ni siquiera podemos demostrar que Dios existe. Hoy no se puede pensar y hablar de Dios como antiguamente” (19).
“Lo que es Dios en sí no está a nuestro alcance” (20).
“Lo que llamamos Palabra de Dios es letra enteramente humana, es un hecho cultural, su origen divino es indemostrable” (20).
“Lo religioso es un hecho histórico que pretende conectar a los humanos con la trascendencia” (21).
“Lo religioso desencadena en el ser humano lo más sublime, o lo más terrible” (21).
“También busca exaltar lo divino a costa de lo humano” (22).
“Cuando las religiones hablan de Dios, solo hablan de sus representaciones” (22).
A partir de estas afirmaciones, viene la aplicación para el hombre de hoy: ¿por qué sus dificultades para acceder a la realidad de Dios? “Por la forma falseada de representarlo en instituciones y enseñantes que han ofrecido de Dios una imagen tan deformada, que Dios resulta incomprensible y hasta insoportable” (42).
Una de esas deformaciones la que describe al decir:
“A Dios se ve como otra persona, como un tu al que se puede ofender por cosas que a nadie ofenden. ¿En qué familia normal los hijos van a visitar al padre y lo primero que hacen es ponerse de rodillas y empezar a darse golpes de pecho, asegurando que lo han ofendido?” (42).
La representación de Dios ha sido fatal porque en ella proyectamos las cualidades que más necesitamos: el poder y la bondad” (42).
“Ese Dios resulta contradictorio y violento. Es poderoso y bueno y, sin embargo, existe el mal. Y es un Dios peligroso porque en su nombre estalla la violencia” (44).
“Hay que pensar a Dios de otra manera” (56).
Planteadas así las formas comunes de acercarse a Dios, se impone la pregunta ¿cómo llegar al conocimiento de Dios?
La respuesta de Castillo es provocadora: “el centro del cristianismo no es Dios sino Jesús. Dios no es un trascendente sino un humano”. Esta respuesta se desarrolla con pensamientos como estos:
En lo humano y solo en lo humano encontramos a Dios y podemos relacionarnos con Él” (62).
“Dios que se vacía de sí y se humaniza, es el que se encuentra en cada ser humano y solo puede ser representado en los nadies del mundo” (67).
Apoyado en textos del evangelio, puede afirmar que los asuntos de que deberá dar cuenta el hombre, serán: la comida, la bebida, el vestido, la salud, la acogida a los extranjeros y la visita a los presos. “Ninguno de estos temas se refiere a asuntos religiosos”, comenta.
Al cabo del denso libro, escrito en lenguaje sencillo pero preciso, la idea de Dios es otra, muy lejos de la que ha sido corriente.
¿Por qué suenan a nuevo estas afirmaciones? ¿Por qué se sienten progresistas? Sin embargo pertenecen a la más antigua tradición de la Iglesia. El “mirad cómo se aman” con que el mundo de entonces registró su sorpresa ante una manera de vivir que era nueva porque iba más allá de los ritos y del ceremonial, es la esencia de afirmaciones como estas: “la existencia para los demás, vivida en la honradez ética, es el motor que hace posible otro mundo, otra religión, en la esperanza de una plenitud de vida”.
“El centro  del cristianismo no es Dios, es Jesús con quien nos relacionamos mediante la ética del servicio de la misericordia”.
“Lo que a Dios le importa no es lo que cada uno quiere hacer por su propia salvación, sino lo que hace por la felicidad y el bienestar de las personas con las que cada cual se encuentra en la vida. Solo importa el amor al prójimo, no la confesión religiosa de la fe”. “La persona indigente es el lugar de Dios en el mundo”.
Estas cosas las entendieron con claridad los campeones de la caridad que la Iglesia exhibe orgullosa en su santoral. ¿Por qué ponerse nerviosos al leer estas líneas en el libro de Castillo?
Al cabo del denso libro, escrito en estilo sencillo pero preciso, la idea de Dios es otra, muy lejos de las teorías, más cercana a la realidad de cada día. VNC
VNC

Actualizado
15/05/2012 | 00:00
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