Libros

‘Un tesoro en vasijas de barro’ y ‘Presbíteros’


De Carlo Maria Martini (Verbo Divino, 2011) y Enzo Bianchi (Sígueme, 2011). La recensión es de A. Morata Moya.

Un tesoro en vasijas de barro. La espiritualidad del sacerdote

Autor: Carlo Maria Martini

Editorial: Verbo Divino

Ciudad: Estella

Páginas: 192

Presbíteros

Autor: Enzo Bianchi

Editorial: Sígueme

Ciudad: Salamanca

Páginas: 120

A. MORATA MOYA | He aquí dos libros cuya temática es el sacerdocio, aunque desde puntos de vista, si no contrarios, sí complementarios.

El primero (Un tesoro en vasijas de barro. La espiritualidad del sacerdote) contiene varias intervenciones del cardenal Martini durante su ministerio episcopal en Milán: a los sacerdotes durante una visita episcopal al arciprestazgo, dos homilías en la ordenación de presbíteros, una homilía en la Misa Crismal y cinco meditaciones dirigidas a sus sacerdotes en diferentes circunstancias. Todas ellas tienen en común el abordar temas urgentes para el desarrollo del ministerio ordenado en este tiempo y para los hombres de hoy.

En el segundo (Presbíteros. El arte de servir el Pan y la Palabra), Enzo Bianchi expone unas reflexiones sobre el sacerdocio, producto de su contemplación del ministerio pastoral. Contiene tres núcleos de reflexión, dos de ellos esenciales para el ministerio: “El arte de celebrar la Eucaristía y el presbítero” y “La Palabra de Dios y el presbítero” (El arte de servir la Palabra), a los que añade una carta enviada a un presbítero amigo sobre “Cómo celebrar la Misa”.

El libro de Martini lo presenta Carlo Ghidelli, arzobispo emérito de Lanciano-Ortona y sacerdote de la archidiócesis de Milán, testigo de muchas de las meditaciones y propuestas ministeriales del cardenal jesuita a sus sacerdotes durante su fecundo misterio. Al leer y meditar cada una de ellas, mi conclusión coincide con la de Ghidelli: “Releer ahora estas páginas me lleva a expresar una primera observación: estas meditaciones parecen escritas para hoy. ¿Cómo explicar este hecho si no es porque sus palabras han brotado de una doble fuente: del manantial siempre vivo de la Palabra de Dios y del corazón de un pastor tan enamorado de su pueblo y de sus sacerdotes como para querer alimentarlos siempre y solo con el alimento sustancioso de la Palabra de Dios escrita?” (p. 7).

En su primer núcleo (“Ars celebrandi: la Eucaristía y el presbítero”), Enzo Bianchi, por su parte, insiste en la centralidad de la Eucaristía para el ministerio ordenado, que ha de tener en cuenta que los fieles son convocados a la asamblea no para “ver”, sino para “actuar juntos”, para celebrar juntos. Lo cual exige preparación e interiorización, porque no se trata de una representación, sino la expresión del sentir de nuestro propio corazón. Más que buscar una espiritualidad fuera del ejercicio del ministerio, es la Eucaristía la principal fuente de espiritualidad para el presbítero. Cuanto más interiorice, tanto más se hará visible la verdad de aquello que celebra: “El arte de celebrar es una acción que brota del ser creyente cristiano y debe generar siempre una experiencia de fe, una participación en el misterio de Dios” (p. 27).

El arzobispo Ghidelli dice del libro de Martini: “Se advierte, asimismo, la seducción de estas páginas en la capacidad del autor de decir cosas atrevidas con un estilo extremadamente sencillo”. Por eso hablará a sus sacerdotes, animando a la acción pastoral desde tres puntos esenciales: el primado de la Palabra, la centralidad de la Eucaristía y la urgencia de la caridad. Coincide con Bianchi en la importancia de la Eucaristía, celebrada como expresión de vivencia interior. En una de las homilías de ordenación, abunda el cardenal Martini en esta entrega, invitando a los diáconos que van a recibir el ministerio a “anunciar a Jesucristo el Señor”, siendo Cristo el centro nuclear de su vida, y a ser servidores por amor de Cristo, lo que significa entregarse gustosamente y consumirse uno mismo por los hermanos. Ministerio de servicio, de amor, de paciencia, de misericordia. De humildad, de estar dispuesto a realizar todos los servicios que son necesarios.

Bianchi dedica el segundo núcleo a la reflexión sobre la Palabra de Dios en la vida del presbítero desde dos puntos básicos: el presbítero “encomendado a la Palabra”, y el presbítero “ministro de la Palabra”. Ser encomendado a la Palabra significa que el presbítero acepta que su vida gire en torno a ella. Para ello, es preciso la escucha y la realización de esta Palabra. Ser ministro significa: “Creí, por eso hablé” (Sal 115, 10); o cómo diciendo palabras humanas en ellas resuena la Palabra de Dios.

El cardenal Martini nos dirá que somos hombres de la comunicación por estar unidos a la cruz. A través del presbítero, Dios educa a su pueblo. Mediante la comunicación, que resume en siete constantes: silencio, tiempo, luces y sombras, paciencia, implicación, escucha y reciprocidad. En otra meditación, nos hablará de la dificultad de realizar en nosotros el Evangelio de la caridad, porque la caridad es el Espíritu Santo que se difunde gratuitamente y de la que el hombre tiene necesidad como del pan cotidiano, como del perdón cotidiano. Invita al sacerdote a estar vigilante, porque el amo puede llegar en cualquier momento, poniéndonos como ejemplo las muchas parábolas en las que Jesús nos invita a no caer en la rutina y el descuido, a estar atentos.

Bianchi dedica su tercer núcleo a “Cómo celebrar la Misa”. Recorre cada parte de la liturgia, resaltando la centralidad de la Plegaria Eucarística.

Ambos textos, en suma, pueden ayudar a los sacerdotes a vivir en profundidad y con renovada ilusión su ministerio. El de Martini con un registro más pastoral; el de Bianchi, desde el gozo de celebrar bien.

En el nº 2.773 de Vida Nueva.

Actualizado
21/10/2011 | 08:26
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