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Ciberteología

Antonio Spadaro

Paulinas, Sao Paulo, Brasil

183 páginas.

Edición en portugués

Se preguntaba el papa Benedicto XVI si los nuevos lenguajes tienen un impacto sobre el modo de pensar y de vivir; sobre todo, respecto de la fe. El sacerdote jesuita, Antonio Spadaro, director de la Civiltá Cattolica y profesor de la Universidad Gregoriana, busca la respuesta a esa pregunta en este libro en el que acuña y sustenta el neologismo Ciberteología.

El libro llega a los temas de fondo cuando se pregunta: ¿en la red, quién es mi prójimo?

Entre la conexión y el encuentro

El hecho es que las relaciones entre las personas están en el centro del sistema de internet. Esas relaciones, estimuladas en los microgroup, o en las mailing lists; o llevada a una más ambiciosa expresión en twitter o en facebook, mantienen su frialdad utilitaria cuando se miran como diversión o como solución práctica.

Los sociólogos que acogen el nuevo concepto de que ser rico es tener relaciones y pobre, quedar aislado y sin links, avanzan pero no lo suficiente en el potencial de estas relaciones. La red da la experiencia de la proximidad, difunde el concepto de conexión, ese estilo de relaciones difuso, que a veces obstaculiza la relación con los más próximos: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo. Muy distinto es cuando la conexión dentro de la red se convierte en encuentro con una conciencia mayor de la intimidad y profundidad de una relación humana encarnada.

Internet no acerca en esa forma, pero crea una coyuntura favorable y expresa la necesidad de proximidad y el deseo de reformar el mundo de las propias relaciones en un nivel de contacto real. En ese sentido internet cambia las condiciones y propicia la actividad del amor al otro como a sí mismo.

Como sucede con la radio, o la televisión cuando transmiten la misa, internet apenas si produce una práctica individual que confirma y traslada a lo religioso el individualismo extremo de la sociedad de consumo, pero no la comunión entre las personas. Creado el ambiente, puesta la coyuntura tecnológica, hace falta la acción personal que ninguna tecnología suple y que hace, “de la sacramentalidad de la Iglesia un intento de reconciliación y de conversión de toda la humanidad con Dios, y de unidad con todo el género humano”.

Para que se pueda establecer una comunidad humana, la red social es insuficiente. Necesita un suplemento de espíritu que ninguna tecnología puede dar; aunque sí la propicia cuando hace sentir y ser parte de un todo.

 

Los hackers

La visión de los hackers, inevitablemente negativa a partir de los medios de comunicación, en esta reflexión teológica adquiere otra dimensión. No es el cracker, destructor, sino el hacker creador. Con una filosofía de la vida, que se opone a los controles, con una positiva visión del trabajo humano; su posición frente a las capacidades humanas es estimulante; ante las autoridades desconfía y ante la libertad, se prosterna como ante una diosa.

No acepta que las tareas del conocimiento sean exclusivas de alguien; son, como en wikipedia, una actividad en común que nadie debe apropiarse; por eso su oposición a la visión capitalidad que convierte en mercancía al conocimiento. Recordando el ensayo de Raymond: “La catedral y el bazar”, el hacker ve, para el trabajo, dos modelos posibles: el planificado, metódico y utilitario del constructor de catedrales, o la libre disposición, descentralizada y desprejuiciada del bazar. Obviamente escoge el bazar como modelo y el domingo como el día grande en que no se trabaja. Hay algo de profético en el hacker al rechazar la lógica del lucro, con dones compartidos, y su sentido de la ilógica del amor.

 

La inteligencia universal

Spadara afronta el que Castells llama el más prodigioso logro de internet: la conexión de la inteligencia de los humanos; crear esa red de seres que piensan, sumar inteligencias y proveerlas de un medio de expresión.

Pierre Levy encuentra antecedentes de esa inteligencia colectiva en los filósofos islámicos del siglo XI, Al Farabi e Ibn Sina que hablaron de la inteligencia única pero separada, idéntica para todo el género humano que, así, se relaciona con Dios. “El individuo se revela como una especie de terminal de una inteligencia colectiva”.

Para Teilhard de Chardijn esa interacción de los seres humanos obedece al concepto de noosfera, una etapa dentro de la evolución humana hacia el punto Omega de la historia, donde Cristo Resucitado emerge como el sentido de toda la historia.

Es una historia que, a partir de la litosfera, un núcleo sin vida, avanza hacia la biosfera con el nacimiento de la vida animal y vegetal y sigue hacia el ser humano, un nuevo estrato en que la evolución llega a la convergencia cada vez mayor: la conciencia que envuelve a toda la humanidad, o sea la noosfera, o esfera del conocimiento y del pensamiento, prevista igualmente por la sabiduría maya y por el sacerdote científico Teilhard de Chardijn, quien desde 1947 habló del mundo como una gran red interconectada.

A partir del ferrocarril, del automóvil, del avión, gracias al descubrimiento de las ondas electromagnéticas, toda persona se encuentra presente al mismo tiempo en el mar o en los continentes.

Así, el punto Omega no es idea abstracta, es un centro distinto e irradiante de un sistema de centros. Teilhard da un significado de fe a las propias dinámicas del espacio antropológico que es la red, entendida como parte del medio divino.

VNC

Actualizado
21/02/2013 | 00:00
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