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Teología del amor


Una obra de Werner G. Jeanrond (Sal Terrae, 2013). La recensión es de Diego Tolsada

Teología del amor, Werner G. Jeanrond, Sal Terrae

Título: Teología del amor

Autor: Werner G. Jeanrond

Editorial: Sal Terrae, 2013

Ciudad: Santander

Páginas: 352

DIEGO TOLSADA | Este libro, según su autor, teólogo laico y docente en Oxford, es fruto de varios años de trabajo sobre un tema “de vital importancia para la reflexión teológica” (p. 13), aunque su estudio ha sido abordado a lo largo del tiempo de muchas y muy diversas maneras.

La obra se articula en nueve capítulos, con un esquema ya clásico. En primer lugar, se nos ofrece una descripción del amor, dimensión esencial en el ser humano, cuyos principales rasgos son estar marcado por la diferencia, ser siempre algo histórico y situado, realidad también encarnada y vivida a través de la determinación de género, atravesada por la fuerza del eros, y que es ante todo una actitud emotiva y relacional.

Sigue un estudio sobre la realidad del amor en la Biblia, de la cual no se puede extraer una doctrina monolítica y unívoca, pues siempre se habla desde las distintas tradiciones y géneros literarios. Ya aquí se encuentra una primera crítica a la distinción clásica de Nygren entre éros y agápe.

Un amplio recorrido histórico por la tradición cristiana se centra en la doctrina de san Agustín, ante la cual el autor se muestra bastante crítico; en las doctrinas medievales, con especial atención a san Bernardo, santo Tomás y Lutero, así como al amor cortés y el desarrollo del tema en las mujeres místicas, asuntos todos subsumidos bajo la categoría del descubrimiento del amante; el estudio del amor como agápe en Kierkegaard, Nygren, Barth y Jüngel, autores que acentúan la distinción entre el amor humano y el amor cristiano hasta límites que rozan un dualismo hoy rechazable; y una última etapa, la de la unidad del amor y el deseo, que lleva a cabo el redescubrimiento del amor humano y en la cual descuellan autores como Tillich y Rahner, y las recientes aportaciones filosóficas de Brümmer y Marion, para acabar recogiendo la enseñanza de Benedicto XVI, especialmente en la encíclica Deus caritas est, que según el autor recoge la teología europea inspirada en concepciones del amor clásicas, patrísticas y joánicas. La gran aportación habría sido la insistencia en que el amor, más que un principio, es una praxis.

A continuación, dos capítulos abordan la vivencia del amor, su praxis. El primero de ellos, séptimo del libro, estudia las instituciones sociales en las que el amor se plasma. El amor, siguiendo a Fromm, es un arte que requiere aprendizaje. En el Nuevo Testamento encontramos una visión compleja de la realidad humana de la familia, visión que surge de la radicalidad del Reino. Se analiza el potencial del matrimonio cristiano, pero también las relaciones entre amor y castidad.

El otro capítulo estudia lo que el autor llama la política del amor, con temas como la amistad, la Iglesia como institución de amor y la nueva problemática que un mundo global plantea al amor cristiano.

El último capítulo está dedicado al amor de Dios. Se abre con un comentario a la afirmación de que Dios es amor, para estudiar luego las relaciones y diferencias entre amor divino y amor humano, y las del amor con la salvación, la sexualidad, el perdón y la creación.

Una visión, pues, completa, multidisciplinar, que se inicia con una descripción del fenómeno, para seguir con las aproximaciones bíblicas y de la tradición cristiana, y acabar con cuestiones actuales de la praxis del amor. Un eje de los más interesantes es la insistencia en poner en valor el amor humano en toda su plenitud. Valgan dos afirmaciones luminosas y muy explícitas, que tal vez hubieran merecido mayor desarrollo: “Sabemos que el amor tiene cuerpo y que requiere libertad” (p. 261) y “el amor humano debe ser evaluado como amor humano” (p. 307), frases que encierran toda una muy determinada antropología y toda una moral de la responsabilidad y de la autonomía del sujeto. Ante tal plan de exposición y tales intuiciones, vale la pena embarcarse en su lectura.

En el nº 2.885 de Vida Nueva

Actualizado
07/03/2014 | 06:12
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