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San Juan de la Cruz. La biografía


Una obra de José Vicente Rodríguez (San Pablo, 2012). La recensión es de Juan Martín Velasco

San Juan de la Cruz, la biografía, libro de José Vicente Rodríguez, San Pablo

Título: San Juan de la Cruz. La biografía

Autor: José Vicente Rodríguez

Editorial: San Pablo, 2012

Ciudad: Madrid

Páginas: 960

JUAN MARTÍN VELASCO | Son muchas las biografías de san Juan de la Cruz escritas desde el siglo XVII hasta nuestros días. ¿Hay todavía lugar para una nueva, y de casi mil páginas, como esta que tengo el gusto de presentar? ¿Cabe esperar novedades de ella? Basta leer en el prólogo del reputado historiador Teófanes Egido que el autor es “una de las autoridades más reconocidas en temas sanjuanistas” y que él duda de que “haya algún tema relativo a san Juan de la Cruz en el que no sea preciso recurrir a él”, para sospechar que vale la pena su lectura. Mi conocimiento de otros escritos del padre José Vicente y la lectura de esta nueva obra me permiten confirmarlo plenamente.

Probablemente estemos ante la biografía más completa de san Juan de la Cruz. Primero, porque el manejo de las más importantes fuentes –perfectamente reseñadas en la presentación de la obra–, numerosos estudios monográficos previos sobre episodios concretos de la vida del santo, la edición de sus obras completas y hasta la recogida de materiales para la elaboración de una posible “autobiografía” de san Juan de la Cruz permiten al autor añadir toda clase de detalles a los datos ya conocidos, clarificar puntos oscuros y ampliar el conocimiento de los lugares en los que vivió, las instituciones y las personas con las que entró en contacto y los complicados avatares de los primeros años de la reforma de los carmelos masculinos y las “guerras intestinas” entre algunos de sus protagonistas.

Semblanza fiel

Pero la aportación más importante de esta nueva biografía es otra. Consiste en haber recogido datos muy numerosos y variados, que permiten al autor dibujar una fisonomía y presentar una semblanza enormemente rica en detalles de la compleja personalidad del santo y de las muchas vicisitudes de su vida. El material se lo ofrecen los testimonios de las variadas clases de personas que le trataron. Esas “galerías de testigos” compuestas por la misma santa Teresa, los hermanos de la orden con los que convivió y las hermanas carmelitas y personas seglares a las que dirigió espiritualmente.

De todas ellas recoge el biógrafo “una mies de noticias y confesiones biográficas” con la que perfilar una semblanza creíble y atractiva de la poliédrica figura de nuestro místico.

Fruto de todos esos testimonios, del análisis del magisterio oral del santo y de los datos que se deducen de sus mismos escritos, es el magnífico esbozo de semblanza del personaje: su fisonomía corporal; las “constantes de su comportamiento”, resumidas en el ejercicio de las virtudes teologales; su vida de oración y presencia de Dios; su sencillez, humildad y llaneza en el trato; su confianza en la Providencia; su delicado cuidado de los enfermos; su amor a la pobreza y su atención a los pobres con frecuentes limosnas; su modo de gobierno ecuánime y evangélico; y su magisterio oral y entrega apostólica.

El autor es consciente del problema tantas veces señalado de que las fuentes procedentes de las respuestas a los cuestionarios preparados para las causas de beatificación y canonización podrían estar influidas por los cuestionarios mismos, y llevar más a la idealización hagiográfica del personaje que a la presentación de su historia.

Pero señala, y muestra con preciosos ejemplos, que muchos de los testimonios aducidos son “enteramente personales”, “auténticos y llenos de veracidad”, y surgidos de la larga experiencia que ha procurado a los testigos su prolongado contacto con el santo. A ellos vienen a sumarse los que procuran sus obras, en las que fray Juan está “de cuerpo entero”, y que ofrecen una “visión completa de su autor”.

La biografía proporciona un relato minucioso de las incontables tareas que san Juan de la Cruz desarrolló a lo largo de su vida. Pero, entre todas ellas, destaca como la más importante su ejercicio de “guía de las almas”, en el que se muestra como un extraordinario “mistagogo”. Piezas importantes al servicio de esa misión son sus escritos, pero lo es también su magisterio oral, cuyas huellas detecta con finura el biógrafo en los documentos.

Entre la riqueza de aspectos de ese magisterio, el autor destaca la sólida doctrina del místico, sus variados métodos, como el recurso a la lectura de la Escritura, el diálogo socrático, la exhortación, el uso de sentencias que llevó a atribuirle el nombre de Séneca y a la Santa a llamarle “mi senequita”, y la referencia a otros escritos espirituales.

¿Milagros a cada paso?

No dejará de llamar la atención a los lectores de nuestro tiempo la referencia constante a la presencia en la actividad del santo de fenómenos extraordinarios, resultado de su don de profecía, el de penetración en el interior de las conciencias, así como episodios de lucha a brazo partido con el demonio para liberar a varias personas de su posesión. El autor parece abrir la puerta a una interpretación menos ingenua de todos esos fenómenos cuando, a propósito de uno de ellos, afirma: “No hace falta entrar en más explicaciones de si se lo revelaba el Señor, o fray Juan, con sus agudas dotes de telepatía, venía a enterarse de las cosas”.

Pero, a la vista de la conocida sentencia del santo (“y así, no es de condición de Dios que se hagan milagros, que, como dicen, cuando los hace, a más no poder los hace”), cabe preguntarse si no convendría extender esa observación a la generalidad de los casos.

Es de temer que lo voluminoso de la obra repela a posibles lectores. Sería una lástima, porque uno de los rasgos del estilo del P. José Vicente es su gran amenidad. Y yo aseguro que la lectura de sus páginas procura frecuentes momentos de fruición estética e intelectual y otros de intensa emoción religiosa.

En el nº 2.855 de Vida Nueva.

Actualizado
04/07/2013 | 21:29
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