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¿Por qué creer?


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La pregunta que el autor se hace en el título de este libro, está en la mente de los hombres de hoy. Todo parece inducir a la búsqueda de las razones para creer en alguien que todo lo trastorna y contradice.

Siempre el cristianismo ha ido contracorriente; basta examinar la estructura de las bienaventuranzas para encontrar un pensamiento en contravía. Esta sensación se acentúa en una sociedad en la que las ciencias aliadas con la técnica y con ellas la economía unida a la política, imponen una lógica de la eficiencia, que se mide por resultados inmediatos y concretos. En un medio así, hablar de Jesús, de su reino escatológico, del fracaso de la cruz, es adoptar un lenguaje incomprensible e inaceptable. Más aún, la pretensión de mostrar a Jesús y su mensaje como una buena noticia en un escenario en que las buenas noticias son otras: el éxito profesional, científico, artístico o deportivo; la derrota del hambre, de la miseria, de los totalitarismos, de las enfermedades; hablar de otra clase de buenas nuevas, ¿tiene sentido?

Sergio Silva es un chileno, religioso de los Sagrados Corazones, doctor en teología de la Universidad de Ratisbona, profesor de la Universidad Católica de Chile, en la Universidad de Cataluña en Barcelona, que en este libro editado por la Universidad Alberto Hurtado, afronta esa realidad y la pregunta que da título a su libro.

Justifica su intento con un hecho: el creyente de las comunidades apostólicas debió tener razones muy poderosas para arriesgar su vida y seguir a Jesús: ¿cuáles eran esas razones?

Durante mucho tiempo la apologética proveyó esas razones. Como los espadachines provistos de un catálogo de fintas, estocadas, golpes y contragolpes, los creyentes edificaron la ilusión de que la fe se podía defender con razonamientos y de que creer era un asunto dialéctico. Así se demostraba la existencia de Dios como en una escalada de teoremas geométricos, después se imponía racionalmente la existencia de Cristo, el enviado de Dios y, finalmente, todo el arsenal de argumentos históricos se dirigía a la demostración de la función y misión de la Iglesia.

Toda esa utilería fue desmontada por el Concilio Vaticano II, cuando se consolidó la teología fundamental, y de unos razonamientos previos a la fe se pasó a dar razón de la fe. La razón dejó de usarse para dar fundamento a la fe, sino como algo interior a la fe. Tal es el punto de vista que adopta el autor. Buscando en los textos bíblicos la respuesta a la pregunta, comparte con sus lectores que sí hay razones para creer en Jesús.

Y lo hace a partir de las cartas de san Pablo. ¿Por qué? “A diferencia de los evangelios, los escritos paulinos surgen de una situación análoga a la nuestra, porque tanto el autor como los primeros destinatarios de estos escritos, no han conocido a Jesús, sino que han llegado a la fe en Él porque otros los invitaron y les hablaron de Él”, explica Silva.

Esta metodología se pone a prueba con un tema como el del primer capítulo del libro, cuando las razones para creer surgen de la vida misma de Pablo en cuanto apóstol. En vez de los razonamientos, hablan con toda su elocuencia los hechos con que se responde a las objeciones sobre la persona del apóstol o sobre el contenido del evangelio que él anuncia o sobre la vida de las comunidades creadas por el apóstol.

Ante las preguntas sobre la autenticidad de su misión, puesta en duda porque él no hizo parte del grupo de los apóstoles que convivieron con Jesús, el autor extrae las respuestas implícitas en los hechos: la experiencia íntima del acontecimiento de Damasco, y la experiencia permanente de Pablo, de la presencia y acción del espíritu de Dios y de su servicio totalmente desinteresado.

Otra objeción se funda en una acusación: que Pablo se aprovecha de su misión para sus intereses personales. La respuesta de Pablo, anota el autor, subraya su  total dedicación personal que lo ha llevado a renunciar incluso a cosas legítimas –como casarse o recibir su sustento de los evangelizados con tal de no proyectar ninguna sombra sobre el evangelio–.

A los que objetan que les molesta la imagen demasiado hurana del apóstol o su debilidad o su pobreza o sus evidentes necesidades o tribulaciones que él no disimula y que son la comidilla de la gente “en esos rasgos aparentemente negativos y descalificadores está desplegando la fuerza, la riqueza y la sabiduría de Dios, y las tribulaciones son una participación del apóstol en la pasión de Cristo y tienen, como ella, un valor redentor para los destinatarios de su predicación. Así, Pablo corrige el a priori de los que plantean la objeción, que consiste en una equivocada imagen, muy humana, de lo que debe ser un apóstol”.

Así, el libro introduce una mirada nueva sobre la Escritura; el autor se propone aplicar esta metodología, que ahora centra en san Pablo, a otros libros sagrados en los  que comprobará que  “no han sido escritos para comprobar la fe, sino para apoyarla, protegerla de eventuales desviaciones y hacerla crecer. Su objetivo primero, por tanto, no es argumentar acerca de la credibilidad de la fe cristiana. Sin embargo, como en filigrana, se pueden encontrar estos argumentos que la fundamentan. En este estudio se trata de explicitar lo que en los escritos paulinos está implícito supuesto en materia de credibilidad”.

Son, pues, los hechos, la vida misma la que ofrece las razones para creer en Jesús.

JAVIER DARÍO RESTREPO

Actualizado
30/06/2013 | 00:00
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