Libros

Para un discipulado de iguales


Memoria robada: las mujeres en los orígenes del cristianismo

Varias autoras

KairEd-USTA

2016

52 pp

Marcela Vega y María Helena Céspedes ilustran Memoria robada: las mujeres en los orígenes del cristianismo, una co-edición de KairEd y la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás. Sus dibujos y palabras acompañan ritualmente los aportes de Carmiña Navia, Maricel Mena, Carmén Bernabé y el equipo bíblico Shemá, en este material educativo que se propone contribuir  al crecimiento de una nueva realidad eclesial donde no se deslegitime el valor del liderazgo femenino.

Mujeres que dibujan mujeres. Juego libre de trazos en que desaparece el abismo entre el cuerpo, la Tierra y lo sagrado. Desnudez, palabra y silencio. Rostro y fortaleza de la mujer trabajadora. Diversidad.

En El libro de los Hechos, lectura femenina, Carmiña Navia pone en relación el relato de Lucas con textos apócrifos en los cuales la presencia de las mujeres fue retratada de una manera mucho más significativa. A la manera de la novela helenística, estas narraciones exaltan el destino de personajes como Tecla, Maximila y Migdonia, imprescindibles para Pablo, Andrés y Tomás. La literatura comparada permite develar un implícito presente en los textos canónicos: las mujeres en los orígenes del cristianismo asumieron un papel protagónico, sus decisiones las pusieron en la primera línea de los líderes comunitarios; sin embargo, la asimilación progresiva de la Iglesia naciente en la esfera pública de la sociedad greco-romana trajo consigo luchas de poder alrededor de los roles que deberían asumir; se impuso, entonces, una disciplina para hacer aceptable el mensaje y la misión de los cristianos: marginar a la mujer que apoya o lidera, desdibujando la importancia de su compromiso. De ese modo, en favor de una cierta ortodoxia, perdieron relieve en los textos del canon aspectos claves de la propuesta contracultural cristiana revelados por el liderazgo femenino, desde entonces en cuestión.

En la misma línea, Maricel Mena se aproxima a El liderazgo de las mujeres en la comunidad lucana y en la Iglesia primitiva con el fin de subrayar el hecho de que exégesis incorrectas promovieron posteriormente interpretaciones androcéntricas de los textos a partir de una marginación heredada. Jesús propuso una relación de género diferente de la vigente entre los maestros judíos o en el mundo greco-romano. Mena sostiene, como lo hace Carmiña Navia, que dicha propuesta perdió territorio cuando nuevas construcciones sociales fueron negando la relevante participación de las mujeres en  las comunidades cristianas. Las mujeres como discípulas, profetas y patronas son un referente histórico ineludible. Según la autora, visibilizar su participación activa dentro del cristianismo naciente nos desafía en la búsqueda de un discipulado de iguales para la actualidad.

“Ser mujer en la Iglesia hoy es ser considerada menor de edad a perpetuidad, en razón del sexo”. Con esta afirmación comienza Carmen Bernabé su aporte: Mujeres y autoridad en el cristianismo primitivo. La autora advierte acerca de la necesidad de no confundir los condicionamientos histórico-culturales con la voluntad divina. Sus recomendaciones para estudios históricos rigurosos y críticos equivalen a aquello que, en la práctica, han hecho sus otras dos colegas para desenmascarar la raíz histórica de la marginación de lo femenino en la Iglesia: documentarse bien, acudiendo, incluso, a escritos que no entraron en el canon; utilizar las ciencias sociales y tener en cuenta a los grupos heterodoxos. “No es el género sino la capacidad espiritual de la persona” lo que sustenta su autoridad, señala Bernabé. La invisibilización de la mujer se derivó de la reivindicación de una autoridad muy diferente a la que se advierte en el fondo de la propuesta contracultural de Jesús de Nazaret.

Tres variaciones sobre una constatación histórica que en el ámbito ritual seguramente hallarán terreno fértil. El libro contiene sugerencias para crear tres escenarios diversos de acogida, reconocimiento y paz; pautas para que las mujeres se retraten a sí mismas y trasgredan las fronteras impuestas entre su cuerpo, la Tierra y la divinidad. “Madre universal pariendo al Hombre/ Eva entre infinitas lágrimas/, Eva entre lánguidas semillas de mar/ lanzándolo al olvido de Dios,/ al eterno abismo de la más oscura sal,/ a la madre escribiendo en nuestro ombligo/ nuestra absurda vocación de mar”. El anterior es uno de los poemas propuestos para enriquecer los círculos de mujeres y profundizar el contenido del material. ¿Heterodoxo? ¡Enhorabuena!

Miguel Estupiñán

Actualizado
01/05/2016 | 00:00
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