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La vida como proyecto


La obra de Francesc Torralba (Khaf, 2014) es un alegato contra el “nihilismo indoloro” de quien se baja del “tren de la vida”


Autor: ¿Por qué Pierre Anthon debería bajar del ciruelo?

Autor: Francesc Torralba

Editorial: Khaf, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 153

DIEGO TOLSADA | De nuevo el profesor Torralba nos ofrece en la cuidada colección ‘Expresar religioso’ de la editorial Khaf un ensayo sobre un tema muy querido para él: el sentido de la vida y su búsqueda interior.

Pierre Anthon es el protagonista de la novela Nada, de Janne Teller (Seix Barral, 2011), un niño que decide subirse a un ciruelo porque nada le merece la pena y se apea así a tan temprana edad y con total lucidez del tren de la vida, convirtiéndose en observador impertérrito y distante del mundo.

Se transforma en símbolo del “nihilismo indoloro” que tanto caracteriza nuestra cultura. Toda la obra es una exposición de esta actitud y un alegato para salir de ella, para que Pierre se baje del ciruelo. Solo hay un antídoto: la búsqueda del sentido de la vida en el interior de uno mismo, para convertirla en un proyecto.

El primer capítulo es un Preámbulo para supervivientes. Pierre no espera nada. Nada le interesa ni conmueve. Hay en él una “desesperación silente”, discreta. No es un cínico, porque sabe que la vida es compleja y por eso renuncia a ella. Tampoco es un rebelde que pretende otro mundo, ni existe la tentación del suicidio. Simplemente, se aparta de la existencia.

La imagen contraria es el superviviente, que día tras día se pregunta cómo vivir otra jornada más, que lucha por mantener la pregunta por el sentido de lo que le toca vivir, con lo que eso comporta de aceptar la pasión como motor de la vida, frente al nihilismo, la “noluntad” (Ferrater Mora) y la desgana del mundo posutópico y satisfecho de los occidentales.

Esta sociedad está marcada por el desencanto como forma de vida. El segundo capítulo se abre con una frase de Pierre Anthon: “Todo empieza para acabar” (p. 69). La muerte es el punto final de todo y plantea la pregunta de si tiene sentido vivir. Pero esta actitud no es la propia del existencialismo del siglo pasado, tan cargada de tragedia y rebeldía. Es sumisión, aceptación gris de que es así. Y, sin embargo, es preciso seguir afirmando que el carácter limitado de esa vida no la priva de sentido. Lo importante es lo que se hace con ella. Porque la vida es una aventura por su carácter abierto, desconocedor del futuro, que permite y exige tomar decisiones, arriesgarse sin saber todo de antemano. La vida es así secreto, enigma, libertad y novedad…
 

Siete movimientos

La propuesta del autor la encontramos en el capítulo tercero y último: la búsqueda interior de sentido en siete movimientos. Ante tantos Pierre Anthon como hay, necesitamos una paideia de la interioridad, un proceso de descubrimiento personal, que es único e intransferible, pues nadie puede encontrar por mí el sentido de mi propia vida. Es un método entre otros posibles, que se desarrolla en siete acciones sucesivas:

  • Tomar conciencia de sí mismo.
  • Conocerse.
  • Poseerse.
  • Determinarse.
  • Gobernarse.
  • Donarse.
  • Realizarse.

Desarrollados de forma desigual en cuanto a extensión se refiere (algunos pasos están apenas sugeridos), abren, sin embargo, sugerentes pistas de reflexión y acción en esa tarea de buscarle sentido a la existencia, búsqueda que se abre al final a una posible trascendencia humana (sin entrar en el campo religioso).

Aunque adolece de cierta repetitividad, es un libro útil para cada uno, y lo es también para todos aquellos que de una manera u otra trabajan en el campo de la educación (no solo de la enseñanza) en el más amplio sentido del término.

Tal vez una de las cosas más impactantes de la obra es que deja en el aire una pregunta muy radical: ante casos tan lúcidos (¿y tan abundantes)? como el de Pierre Anthon, hay motivos para poner en duda y someter a crítica la eficacia motivadora de las realidades sociales que son hoy dadoras de sentido: familia, amigos, sistema educativo y educación religiosa (¿por qué no?).

Por eso se impone la necesidad de hacer balance, de llevar a cabo una auditoría de la existencia no solo a nivel personal sino también colectivo.

En el nº 2.910 de Vida Nueva

Actualizado
26/09/2014 | 07:00
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