Un libro de Santiago Guijarro (Sígueme, 2013). La recensión es de Rafael Aguirre
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Título: La primera evangelización
Autor: Santiago Guijarro
Editorial: Sígueme, 2013
Ciudad: Salamanca
Páginas: 240
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RAFAEL AGUIRRE | Estamos ante un libro notable por la actualidad del tema y la forma de desarrollarlo. En el prólogo plantea el problema: hay desde muy pronto un relato normativo de la primera evangelización (Jesús envía a los discípulos, que predican, hay quienes aceptan el mensaje y se convierten, y van surgiendo así las Iglesias). Pero los acontecimientos fueron mucho más complejos y menos lineales.
La investigación histórica puede enriquecer nuestra visión de la primera evangelización, descubrir aspectos olvidados o desconocidos. Esto es un servicio incuestionable, porque cuando se habla de “nueva” evangelización se está aludiendo a una “primera”, a la que se reconoce carácter fundante y valor paradigmático. Por primera evangelización se entiende la desarrollada en la llamada época apostólica, del año 30 al 70.
El primer capítulo narra la historia de una misión concreta, de la que tenemos bastantes datos por las cartas de Pablo y los Hechos: la de Aquila y Priscila, estrechos colaboradores de Pablo. Comienza presentando los datos, sus estancias en Roma, Corinto, Éfeso y, otra vez, en Roma. Se describen una serie características de su misión: relación con otros evangelizadores, cuentan con colaboradores, su casa sirve de base para la comunidad, la conversión se entiende como un proceso vital sin que apenas se explicite el contenido de la predicación. Todo está muy bien contextualizado socio-históricamente, lo que es una característica de todo el libro. Este inicio es muy apto para captar la atención del lector.
El capítulo segundo presenta las fuentes que hablan de la primera evangelización, tanto cristianas como no cristianas, transcribiendo los textos de estas últimas (Flavio Josefo, Tácito, Suetonio y la correspondencia entre Plinio y Trajano).
El capítulo tercero, “el impulso del primer anuncio”, establece que la misión tuvo su origen en la experiencia pascual, en el encuentro con el Resucitado. No responde a un envío explícito del Jesús histórico, que limitaba su ministerio a Israel y anunciaba el Reino de Dios. La primera evangelización superó pronto las fronteras étnicas y anunciaba a Jesús Resucitado. Sin embargo, aunque no fluye directamente de Jesús, la primera evangelización sí tuvo en su envío prepascual de los discípulos un punto de referencia que le proporcionaba unas características especiales (pobreza, itinerancia, hospitalidad en las casas).
Guijarro subraya la capacidad de innovación histórica de la experiencia religiosa pascual, que está en el origen del primer dinamismo misionero, que, según el autor, no tiene parangón ni en el judaísmo ni en los movimientos filosóficos o religiosos helenistas.
Israel y la diáspora
Los capítulos siguientes presentan el desarrollo de esta primera evangelización. El cuarto describe la misión en la tierra de Israel y el quinto en la diáspora. Constituyen la parte exegéticamente más rica de la obra. En la tierra de Israel distingue entre Jerusalén y Galilea. En la diáspora hubo una distribución de misiones: “A las naciones y a los circuncisos” (Gal 2, 9).
Destaca que las misiones fueron muy plurales, respondiendo a los diversos tipos de grupos de seguidores de Jesús: los petrinos, los encabezados por Santiago el hermano del Señor, los helenistas, Pablo y sus colaboradores, los misioneros adversarios de Pablo de 2 Cor, Apolo… Momentos destacados son el primer anuncio a paganos cercanos a la sinagoga, que se da en Antioquía, y la misión de Pablo cuando rompe con la mencionada ciudad, y comienza así su misión independiente y elabora su propia teología de la misión.
El capítulo sexto se titula “El proceso de conversión”. La imagen tradicional, presente en Hch, ve la conversión como la acogida del mensaje predicado públicamente por los discípulos. El examen crítico de los textos y el recurso a los estudios sociológicos de Rodney Stark obliga a ver la conversión como un proceso más complejo. Un nuevo culto se extiende a través de relaciones personales y redes sociales; la conversión supone, ante todo, una transformación personal, unas nuevas relaciones sociales, una participación comunitaria. La adhesión al mensaje viene en un segundo momento.
En el séptimo capítulo (“El primer anuncio”), no trata tanto del contenido de la predicación primera, sino de cómo se realizó y por quiénes, cuáles fueron sus primeros destinatarios. El planteamiento es muy sugerente, porque parte de tres versiones del primer anuncio, que podemos descubrir, con cierto margen de hipótesis, a partir de los textos: la comunicación de la resurrección que hicieron los discípulos entre ellos; el anuncio a los gentiles cercanos a la sinagoga en Antioquía por los helenistas; el anuncio de Pablo en un ambiente totalmente pagano y que está resumido en 1 Tes 1, 9-10.
El libro termina con un epílogo muy bello: “Una memoria enriquecida”. En efecto, el estudio histórico y crítico de la primera evangelización nos muestra su pluralidad, nos enseña a matizar su vinculación con Jesús, enriquece el concepto de conversión, ilustra sobre estrategias misioneras diversas. El “relato normativo” es una presentación lineal y simplificada. El autor hace sobrias e inteligentes sugerencias sobre las perspectivas que para la evangelización en nuestros días abra la primera evangelización.
Como toda reconstrucción histórica, este libro tiene un importante margen hipotético. Pero es una obra original, bien fundada y ágilmente escrita. El influjo anglosajón, que está sustituyendo al germano en el mundo bíblico, se nota también en el estilo claro, en el planteamiento atractivo, en la decidida voluntad de llegar a un público amplio sin menoscabo del rigor científico. Además, este libro es un magnífico ejemplo de las virtualidades positivas para la teología y la pastoral de una exégesis rigurosamente crítica.
En el nº 2.866 de Vida Nueva.
