Libros

Fijos los ojos en Jesús


Un libro de Dolores Aleixandre, Juan Martín Velasco y José Antonio Pagola (PPC, 2012). La recensión es de Juan María Laboa

Fijos los ojos en Jesús, Dolores Aleixandre, Juan Martín Velasco, José Antonio Pagola

Fijos los ojos en Jesús. En los umbrales de la fe

Autores: Dolores Aleixandre, Juan Martín Velasco y José Antonio Pagola

Editorial: PPC, 2012

Ciudad: Madrid

Páginas: 198

JUAN MARÍA LABOA | La editorial PPC ha tenido la feliz idea de pedir a tres prima donnas del pensamiento religioso español actual que reflexionen sobre la dimensión de la fe desde sus preocupaciones intelectuales y religiosas personales.

El conjunto resulta ágil, lleno de sugerencias y retos a nuestro modo de sentirnos poseídos por la fe. En distintos grados, las reflexiones de los tres autores nos ayudan a plantearnos cuál es nuestra sensibilidad y nuestra capacidad de acoger a Dios como origen del que procede la vida.

Partiendo Juan Martín Velasco de que nuestra fe es una fe puesta en peligro, sobre todo en aquellos ambientes en los que ha dejado de interesar, se pregunta quién es Dios verdaderamente para nosotros y qué imágenes de Dios predominan en nuestra vida creyente. A partir de este inicio, va sugiriendo las dificultades existentes en nuestra religiosidad habitual y las condiciones necesarias para que se produzca el encuentro con el Misterio.

En pocas páginas y de manera más accesible y personal de lo que estamos acostumbrados, consigue introducirnos en la problemática desarrollada en sus obras mayores y más complejas. De todas maneras, al leer las exigencias que va explicitando para “reconocer”, aceptar o acoger la Presencia que constituye lo esencial de la actitud teologal, me pregunto cuántos verdaderos creyentes lo consiguen. ¿Es tan complicado encontrarse con Dios y quedar por Él prendado?

Menos mal que todo resulta más asequible cuando trata sobre la imagen de Cristo que inicia y consuma nuestra fe, sobre cuál es el núcleo central de su contenido, y la necesidad de actualizarla por la práctica del amor. Es entonces cuando expresa bellamente que creer es decir amén a Dios y fundar en Él la propia existencia; que se cree con el corazón, y que amar y creer consisten en ser poseído por Dios. Se trata de una aportación contundente, pero muy impregnada por la experiencia personal de quien tan bien conoce a san Juan de la Cruz.

Creo que José Antonio Pagola ha elegido de sus últimos libros la imagen que tanto amamos del Dios cercano, siempre buena noticia, amigo de la vida, más preocupado por el bienestar de sus criaturas y no tanto por el culto y el sábado. Toda la existencia de Jesús, tal como se repite de mil maneras en estas páginas, representa la bondad de Dios y su cercanía. Para él, la primera mirada de Jesús se dirige al sufrimiento de las gentes más enfermas y desnutridas de Galilea, no a sus pecados.

Primacía insistente

No seré yo quien se desconcierte por la insistencia en esta primacía, pero un historiador reserva una pizca de ironía al leer: “Cuando Dios es percibido como poder absoluto que se impone por la fuerza de su ley, emerge una religión regida por el miedo, el rigorismo, los méritos y castigos”. Por el contrario, “en el mensaje de Jesús subyace una promesa: Dios es para los que tienen necesidad de que exista y sea bueno”.

De un plumazo, me quedo sin Juicio final de Miguel Ángel y, si puedo ser frívolo durante un segundo, esto último me parece insufrible. “El Dios del templo, el Dios de la ley y del orden, del culto y del sábado, no hubiera podido generar su entrega a todos los dolientes”. Casi lo aceptaría, pero ¿qué hacemos con los salmos?

En cualquier caso, los tres autores hablan del Dios doliente y del significado misterioso, pero definitorio, del crucificado. Pagola, una vez más, demuestra tener capacidad para enunciar afirmaciones contundentes: “Prefiere ser víctima de sus criaturas antes que su verdugo. Así es el Dios en el que creemos los seguidores de Jesús: un Dios débil que no tiene más poder que su amor”.

Tanto Martín Velasco como Pagola aluden al peligro de que la institución concentre en su seno miradas que solo son debidas a Dios. Escribe Pagola: “La tentación más grave que nos amenaza a los cristianos es hacer de la Iglesia un ‘absoluto’. Olvidar el Reino de Dios y su justicia y buscar el bien de la Iglesia y su desarrollo”. Todos somos bien conscientes de que sigue siendo un peligro incluso cuando se intente tan solo compatibilizarlos.

Las páginas escritas por Dolores Aleixandre conservan la frescura del Evangelio, fáciles de entender y de asumir. Sugiere las condiciones exigidas para nuestras relaciones con Dios, consciente de que no deben reducirse a una idea y menos a un concepto. Capta las intuiciones y experiencias espirituales de cada situación, pero no siente la necesidad de racionalizarlas, para no alejarnos de la Escritura.

Pequeñas semillas

Dolores nos ofrece un perfil real de Cristo a partir de nuestras reacciones más espontáneas a sus palabras. A menudo, nos descubre la necesidad de Dios y la presencia de la fe, presentes en los protagonistas, como pequeñas semillas en permanente germinación, en el dolor circunstancial, en la angustia sobrevenida, en el quehacer rutinario. Todos ellos acuden a Jesús con su pobreza y sus límites, conscientes de que él es la fuente de sanación y de sentido siempre a su alcance.

Dolores abre puertas de sentido común y de abandono generoso en circunstancias que pueden parecer insalvables. A veces, ni siquiera estamos seguros de la fe que reclama Jesús o de si nuestra búsqueda responde a egoísmo o a nuestra conversión. Por eso necesitamos tener a mano estas escenas evangélicas que, en su simplicidad, nos ayudan a fijar nuestros ojos confiadamente en él.

Al final, en nuestro acercamiento a Dios, siempre quedan más preguntas que respuestas. También estos tres autores, unos más que otros, nos exigen pensar y elegir, pero, al mismo tiempo, ofrecen pistas para enfrentarnos a unas y otras.

En el nº 2.822 de Vida Nueva.

Actualizado
02/11/2012 | 00:27
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