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ENTRE PALABRAS: ‘Delirio’, de David Grossman


Delirio, David Grossman

Delirio

Autores: David Grossman

Editorial: Lumen, 2011

Ciudad: Barcelona

Páginas: 232

ÁLVARO MENÉNDEZ BARTOLOMÉ | “No creo que haya personas vulgares. Es decir, no creo que haya personas cuya vida carezca de interés o cuyo carácter sea realmente incoloro”. Estas palabras de Chesterton serán una útil clave de lectura de Delirio, del israelí David Grossman (Jerusalén, 1954).

Reflexionar inventando realidades entraña no pocas veces una suerte de nomadismo interior que puede terminar desencajándolas, en un regreso insano a aquellas parcelas del alma donde nacen lo irreal y lo enfermizo.

Shaul, el protagonista de Delirio parece avanzar a tientas intentando descifrar el mundo y descifrarse a sí mismo, tarea que antes o después cada uno de nosotros habrá de aquilatar, y con todos sus riesgos: vivir es enfrentarse con la vida misma. En Delirio, el peligro estriba en el hecho de estar inventando una vida no vivida.

Shaul enmarca el sentido de su ser dentro del patrón de su matrimonio con Elisheva, haciendo de ello una travesía donde realidad e invención se entremezclan con tal vértigo que el punto de fuga quedará situado en el engaño. Engaño a sí mismo y de sí mismo; engaño a quienes toman nota del relato; engaño que es delirio y convencimiento desvalido de un ser humano que vive del enfrentamiento y de la necesidad de un rival.

David Grossman

David Grossman

Shaul, paradigma de aquel que se analiza exponiendo la propia subjetividad a la recreación de cosas imaginadas, atormenta su mente con la figura de una esposa tejiendo la trama de una infidelidad conyugal ficticia e inexistente. Cincelando la figura del otro como enemigo, obtiene como resultado la insana necesidad que supone el hecho de tener que crearse un antagonista –el amante de ella– con el único propósito de afianzarse a sí mismo.

Avanzamos en la lectura observando de qué modo se sufre un problema tan enfermizo que establece como necesaria la presencia de un prójimo que reúna todas las características del perfecto oponente. ¿Con qué propósito? El de continuar soportando el tedio de una vida a la que se le ha robado toda posibilidad de dignidad y de proyecto. Es el fracaso insoportable, donde cada uno es su propio ladrón: no es necesario ir más lejos en busca de culpables. La melancólica tristeza de Shaul ha sido abonada por él mismo.

He aquí, pues, la locura: tratamos con un marido que contempla todas las posibilidades del matrimonio, pero que incluye entre ellas la carencia misma de lo fiel. Si bien la posibilidad de un fracaso siempre puede barajarse, hay que reconocer que la unión entre dos personas no es, por su propia naturaleza, una infidelidad en potencia.

Tal vez –y por contraste– este sea el motivo que haga tan hilarante la conocida observación de Groucho Marx, según la cual el matrimonio sería la causa principal de todos los divorcios… La locura de Shaul, además, define a la perfección el concepto avaricia: querer poseerlo todo sin renunciar a nada.

Avaro en estado puro, su delirio no solo le conduce al deseo de posesión, sino a la pretensión de que todo sea suyo: todo, incluso bajo la forma misma de posibilidad. Que Elisheva consume aquella infidelidad onírica es también el deseo de Shaul, a sabiendas de su inexistencia o incluso, movido por su fiebre, ni siquiera a sabiendas de eso mismo. En las coordenadas de su mente, la necesidad de que exista un enemigo es vital, aunque su presencia impida descubrir para siempre la propia verdad.

En busca de oponente

Situados en este quebranto, hallada la tristeza radical de la propia vida, o se toman cartas en el asunto o se hace todo lo posible para evitar el enfrentamiento con la realidad. Dentro del propio delirio, también hay momentos de lucidez, presentados como epifanías, instantes eternos en medio de la brevedad existencial.

En Delirio lo único que parece justificar la vida es la necesidad constante de un oponente. La locura creativa afirmada por Platón en el Fedro –según la cual se nos otorgan grandes favores– no es aquí la de Shaul, loco delirante y triste poeta sine furore. El opuesto, el otro, el contrario son conceptos psicológicos y filosóficos utilizados para indicar cómo a través de ellos el ego es objetivizado.

Lamentablemente, este método siempre acaba por cosificar a la persona: la existencia del sujeto parte de la suposición dialéctica y polémica del binomio yo-tú.

En esta lectura, conviene indagar en qué medida el mundo actual está o no construido sobre tal estructuración. ¿Seguimos encontrando individuos, grupos o naciones que hacen depender la razón de su ser de la existencia de un oponente? Es una reflexión inexcusable: hay que descartar la idea según la cual el mundo pudiera no tener otros confines que los marcados por la exclusiva subjetividad individual. Disfruten con la lectura.

En el nº 2.795 de Vida Nueva.

Actualizado
30/03/2012 | 12:19
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