Libros

En la costa nariñense pasan cosas


¡Que nadie diga que no pasa nada!
Diócesis de Tumaco
Nariño, 2011,
216 pp.

Sobre la mesa de trabajo del obispo se van alineando como fuerzas oscuras, los datos de lo que está ocurriendo en aquellos 552 kilómetros cuadrados de la costa pacífica nariñense, a sus 526.735 habitantes.
Allí no se conocían el hambre ni el miedo; hoy en vez de alimentos se privilegian los sembrados de cacao para la exportación y los grandes cultivos de palma para biocombustibles. Los enfermos se mueren mientras los llevan y los traen en lancha desde hospitales en donde no hay médicos a otros en donde sí hay, pero exigen exámenes que no se pueden hacer porque faltan los equipos, o cuando estos existen, no funcionan por falta de energía eléctrica.
Otras fichas, entre las que cubren la mesa, dan cuenta de las escuelas sin maestro y de los presupuestos sin partidas suficientes para pagar maestros.
Sin embargo, también aparece el dato hallado tras una diligente averiguación: Colombia invirtió en el 2009 el 41% de su producto interno bruto, en gastos militares. En vez de salud, educación o vías, a los colombianos se les ha vendido la ilusión de la paz, como argumento para multiplicar las armas y los hombres armados.
El obispo Gustavo Girón, desde su sede de Tumaco ordena sus fichas y extiende en la mesa otras para responder si las armas, les han dado a los nariñenses algo de paz. Pero el panorama que se descubre es  fragoroso y de pesadilla.
Es un territorio convertido en campo de batalla del frente 29 de las Farc, del frente Mariscal Sucre del ELN, que combaten a las Aguilas Negras, a las Autodefensas Campesinas de Nariño, a los Rastrojos, a la Organización Nueva Generación y a la Fuerza Pública. Todos en contra de la población negra, mayoritaria en la región, contra los indígenas de las dos etnias Awás  y los Eperara Siapidara, y contra los mestizos. Todos ellos aparecen como víctimas, a veces heridos, a veces muertos. Los datos, meticulosos, se leen en las fichas en que aparece cada uno de los eventos violentos ocurridos en la región.
El obispo sostiene que este cuidadoso registro de los padecimientos de la región proporciona elementos que les permiten a todos encontrar caminos para que todos los ciudadanos y todas las fuerzas vivas de la sociedad, laboren hasta obtener la convivencia y una comunidad digna y próspera.
Por ahora es evidente que los grupos armados les han declarado la guerra a los habitantes de este sector de Nariño. Es una guerra desigual de hombres armados contra campesinos, pescadores e indígenas desarmados y pacíficos.
Esa guerra asume distintas formas: los hace víctimas de la violencia, del silencio y del abandono por parte del Estado. Según el informe de Médicos sin fronteras, citado por el obispo, son tríplemente víctimas.
El drama comienza con las amenazas para quienes no se involucran en la guerra. En el barrio Viento Libre, de Tumaco, circula un panfleto con la lista de 15 amenazados; estas personas no pueden obtener protección de las autoridades, porque en este momento, abril de 2010, ya se sabía que el jefe del Das y varios agentes de policía estaban capturados como cómplices de las Aguilas Negras, el grupo autor de las amenazas.
En una situación así lo único que queda es abandonarlo todo e iniciar la dura vida de los desplazados. Pastoral Social diocesana registró 87.443 personas que corrieron con ese infortunio, o sea 20.594 familias.
En el 2009 hubo en Tumaco 277 homicidios y en el 2010, 230 o sea, más de 142 homicidios por cada 100.000 habitantes. El promedio nacional es de 32. Concluye el obispo  que en Tumaco son asesinados, en promedio, 4.4 veces más personas que en el resto del país.
El miedo paraliza la región y hace cerrar colegios, negocios y hogares, porque la población se siente indefensa. El libro que recoge todos estos datos: “Que nadie diga que aquí no pasa nada”  es a la vez denuncia y convocatoria. La diócesis utiliza todas las formas de convocatoria para convertirse en un signo de esperanza, porque su deber  es no guardar silencio y encarar las causas y a los responsables de los atropellos. Por sus páginas pasa  como una presencia inspiradora, Yolanda Cerón, la directora de Pastoral Social, asesinada frente a la catedral.
Es un libro que tiene todo el rigor científico de un estudio sociológico y toda la ternura de una iglesia que vela por la humanidad, con especial énfasis en los más pobres y débiles. VNC
VNC

Actualizado
21/05/2011 | 00:00
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