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El sentido crucificado


Una obra de Werner Thiede (Ediciones Sígueme, 2008), recensionada por Diego Tolsada.

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El sentido crucificado. Una teodicea trinitaria

Autor: Werner Thiede

Edita: Ediciones Sígueme 

Ciudad: Salamanca

Páginas: 320

 

(Diego Tolsada) Poder creer en el Dios de amor a pesar de toda la imperfección del mundo, a eso quiere ayudar una teodicea cristiana de modo convincente y eficaz. Se trata de vivir esta fe como creencia inteligente y no ‘ciega’… No es fruto de una teología de la gloria, engreída, entusiástica, sino de una teología de la cruz, obediente, que sabe escuchar” (p. 225). Ésta es la intención y el proyecto de fondo de esta obra de teología en sentido estricto y fuerte. 

¿Qué relación hay entre Dios, bondad pura, y la imperfección de lo creado? La respuesta quiere ser no sólo racional, sino existencial, nueva. El sufrimiento es la roca del ateísmo: no parece que pueda justificarse con un Dios de amor. El NT ofrece una oportunidad de responder. La cruz no pide una humilde adhesión al “no saber”. La cruz, a la luz de la resurrección, nos dice que Dios y el sufrimiento deben confluir en un denominador común. Se sigue necesitando una teodicea, si no queremos quedarnos en el escepticismo (que apunta, detrás de una falsa humildad, en algunas teologías actuales). 

El nihilismo actual permite que asome el derecho intelectual a una esperanza más allá del mundo presente. La fe afirma que el sentido último se ha revelado en Jesús, el crucificado. El sentido último es, pues, sentido crucificado, que convence al corazón y somete la razón a la obediencia de Cristo, sin quitarle un ápice de importancia y realismo al dolor y al sufrimiento.

La originalidad está en el análisis de cómo la kénosis del Verbo afecta también al Padre y al Espíritu. (Por desgracia, detallar este proceso excede con mucho el espacio aquí disponible).

La criatura representa un “enfrente”, puesto por Dios en su voluntad amorosa. Por la libertad, Dios nos ha situado en la estructura de la heteronomía y de la autonomía (pecado), para invitarnos a pasar a la comunión de la teonomía. El atributo de la criatura no es ante todo la caducidad, sino la esperanza de la superación definitiva de la finitud temporal por la divinización prometida. La libertad humana no es perfecta aquí, sólo lo será al final, cuando la autoalineación trinitaria, fruto del amor, quede también superada, pues Dios habrá llegado a la meta de su camino con la creación.

Libro denso y sólido, marcado por la teología luterana de la cruz y de la justificación, que pone en primer plano, sin minimizarlos ni sacrificarlos, los elementos básicos del problema: la libertad humana y su debilidad, el amor de Dios, su omnipotencia y su autoalienación por amor, que respeta al ser humano, y el horizonte de plenitud futura compartida por ambos.

En el nº 2.653 de Vida Nueva.

Actualizado
20/03/2009 | 11:01
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