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EL REVISTERO: ‘El Ciervo’, 60 años de humor, pasión y libertad


Revista mensual de pensamiento y cultura, cumple seis décadas de existencia

JUAN RUBIO FERNÁNDEZ | Con humor, con mucho y sano humor. Con pasión, con mucha y vigorosa pasión. Con libertad, con mucha y madura libertad, El Ciervo, revista mensual de pensamiento y cultura, cumple 60 años. Humor, pasión y libertad son tres aspectos importantes que no deben devaluarse en una sociedad tan pendiente del oro del becerro y tan devota de la espuma y la velocidad. El Ciervo va más allá, y su línea editorial ha buscado y busca la serenidad del planteamiento cultural en el ámbito dialogante con el fenómeno religioso.

El nombre de esta publicación evoca una apuesta por la cultura y el pensamiento en una España, páramo cultural en los años 50 en los que nace. Buscaron un nombre y un emblema y lo encontraron en el salterio: “Como busca la cierva corrientes de agua…”.

Peñas arriba, a la zaga del frescor de los manantiales, atravesando raudo los breñales dificultosos, el ciervo llega a la “fonte que mana y corre, aunque es de noche”, porque el pensamiento se escabullía para evitar el secuestro en un escenario de uniformes, sotanas y ropas de presidiarios; la otra media España movía sus maletas por Europa en un éxodo laboral e ideológico.

El pensamiento evitaba el secuestro y se agazapaba en un placentero exilio interior y exterior. Había que buscarlo en las aguas frescas, en los montes ventilados o en los cenáculos del miedo. Y había que hacerlo con humor, con pasión, con libertad y con inteligencia. En una España en la que el humor era sospechoso, la pasión era solo ardor guerrero, la libertad tiritaba y la inteligencia había sido condenada a muerte por un general en las aulas de la universidad salmantina.

Ventana al mundo

En aquel páramo apareció El Ciervo y su pléyade de jóvenes entusiastas catalanes, que buscaron apoyos en las pequeñas ramas verdes que asomaban en el olmo seco. Y tuvieron ese apoyo con generosidad.

El Ciervo fue alojando destellos de pensamiento abierto y convirtiéndose en una ventana del mundo para la Iglesia y de la Iglesia para el mundo. Después llegó la Gaudium et Spes y vieron confirmadas sus aspiraciones. Había que seguir luchando para hacer del páramo vergel, para seguir ofreciendo aguas frescas y cristalinas. Y atravesaron los años 60 con sus impulsos renovadores; los años 70 y la Transición política española; los años 80 y la amenaza de cierre de escotillas; los 90 y el ostracismo del pensamiento único. Llegó el nuevo milenio, y la mirada de quienes hacían El Ciervo ya era madura, estaba exenta de miedo. Y ahí se mantiene, aportando el mismo humor, la misma pasión, la misma libertad.

Cuando uno piensa en la cultura líquida que asola este inicio de milenio y mira a las aguas en las que El Ciervo bebe, no puede menos que admirar su valentía. No es la espuma de esta sociedad epidérmica lo que se busca, sino la claridad de las ideas, la que hace que el hombre se refleje en su corriente, se refresque y sacie su sed de trascendencia, de hondura, de pensamiento. El Ciervo viene siendo fiel a sus primeros pasos, y esa fidelidad le hace caminar con perfil bajo, pero significativo. No tiene miedo a las audiencias, sino a la cerrazón de las mentes.

El Ciervo es hoy una publicación necesaria. Aliento a quienes la hacen posible y les invito a seguir con serena fruición. Rosario Bofill y Joaquim Gomis proclaman una profesión de principios en el editorial del número conmemorativo del 60º aniversario: “La ventana que abrió Juan XXIII nadie podrá cerrarla”. Aún se siente en este joven equipo de maduras mentes la mano y la mirada de Lorenzo Gomis con sus nervios templados y esa alegría serena que infundía a quienes estaban cerca.

En el nº 2.761 de Vida Nueva.

Actualizado
07/07/2011 | 14:35
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