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El primer anuncio


Una obra de Xavier Morlans (PPC, 2009). La recensión es de Vicente Mª Pedrosa.

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El primer anuncio. El eslabón perdido

Autor: Xavier Morlans

Editorial: PPC

Ciudad: Madrid

Páginas: 207


(Vicente Mª Pedrosa) Debe de ser muy difícil para los pastores asumir la realidad –con sus consecuencias– de que Iglesias de antigua tradición cristiana estén llegando a ser –o lo sean ya– países de misión, que requieren, por tanto, una acción específicamente misionera. La obra de X. Morlans, publicada en ‘Cuadernos AECA’ de la Colección Didajé, quiere prestar algunos remedios a esta situación.

Su lectura me suscitó, de entrada, impresiones contradictorias. Al leer el título, me evocó cuanto hemos descubierto en los últimos años sobre la urgencia de un nuevo modelo-paradigma para la comunicación de la fe. Al ir al índice tan pormenorizado, me pareció un estudio monográfico demasiado analítico y minucioso, para alentar a la praxis en una cuestión tan vital para el nuevo paradigma. Pero, al acabar el libro, se esfumó la segunda impresión.

Es una satisfacción reseñar este estudio monográfico sobre el primer anuncio del Evangelio, tan sistematizado, diáfano, progresivo y pedagógico. Consciente, además, por mi parte, de que su autor es ese sacerdote cantautor religioso, del que sabemos que es habitual animador de experiencias bien preparadas y realizadas sobre diversas modalidades de llevar a cabo el primer anuncio, paso ineludible para la nueva evangelización.

Lo que acabo de decir explica uno de los valores de la obra, su recorrido de la teoría a la praxis: desde las dificultades en la transmisión de la fe a las nuevas generaciones y la necesidad de un nuevo paradigma (sociología), pasando por reflexiones como primer anuncio y evangelización, primer anuncio y catequesis, primer anuncio en el Nuevo Testamento, y el contenido del primer anuncio hoy (teología pastoral y teología bíblica), hasta abordar los destinatarios y lugares diversos del primer anuncio (pedagogía de la fe), y los instrumentos metodológicos –con detalles del autor propios de un experto de base– sobre técnicas y recursos escénicos y mediáticos, e informaciones y exhortaciones sobre sujetos agentes para realizar con competencia y sin demora el primer anuncio.

En sus páginas sobresalen:

  • La asunción de la concepción procesual de la evangelización de Pablo VI, en su exhortación apostólica de 1975 Evangelii Nuntiandi (EN, n. 24). Esta nueva concepción global de evangelización, que fue una originalidad para entonces y de gran fecundidad para el futuro eclesial, fue asumida en 1997 por el Directorio General para la Catequesis (nn. 47-49). En ella, el primer anuncio aparece como fundamento de la fe, de la experiencia cristiana (pp. 33-48). De aquí que pueda y deba ser estudiado en sí mismo, aunque sin aislarlo del resto de los elementos que configuran la evangelización.
  • La advertencia del autor de que aborda el primer anuncio mediante la palabra: en conversación amistosa, en grupos diversos, ante un auditorio mayor… Es el primer anuncio hablado, supuesto un testimonio de vida acorde. Él es consciente de que hay, en principio, otras modalidades de primer anuncio: la pintura, la música, la escultura…
  • El contenido nuclear del primer anuncio de los Apóstoles, que recoge de los biblistas Schnackenburg y Dodd en seis puntos: el Reino de Dios está cerca, según las promesas; todo esto se cumple en Jesús; exaltado a la derecha de Dios por su resurrección, Jesús se ha convertido en Mesías y Señor; el Espíritu Santo en la Iglesia es el signo del poder y la gloria entrañadas en Jesucristo; la época mesiánica se consumará en su segunda venida; se exhorta a los oyentes a convertirse y a bautizarse. Y este discurso tiene el tono propio de los testigos: anuncio gozoso. Es el paradigma o modelo del primer anuncio.
  • Su interés por proporcionar –cuanto antes– instrumentos prácticos y bien fundados, para proponer el primer anuncio, inspirándose en el primer anuncio apostólico y en la praxis de la Iglesia de hoy. Para ello, se propone, de una manera original “en siete pasos”, un guión o pauta estándar para componer las múltiples formas del primer anuncio. Desde la mitad del libro se observa este objetivo de facilitación del trabajo misionero, de manera que esos siete pasos se exponen detenidamente, indicando matices sugerentes y poniendo ejemplos nacidos de la experiencia del autor.
  • Otros muchos detalles se podrían resaltar: modalidades posibles para el primer anuncio, como el diálogo interpersonal, el dirigido a grupos de destinatarios (en domicilios, en retiros de fin de semana, en la vida ordinaria parroquial…), y a través de los medios de comunicación; o la variedad de los destinatarios a quienes se les puede proponer el primer anuncio…

Estoy de acuerdo con muchos pensamientos del autor: el primer anuncio, redescubierto como el eslabón perdido de la evangelización, nos hace descubrir que en ella hay elementos específicos que propician lo primero: el nacimiento de la fe (el testimonio y el primer anuncio).

El redescubrimiento del cristianismo se juega en recuperar la práctica del primer anuncio. Porque el cristianismo, en su raíz generadora, aparece como un poner la confianza en una persona, Jesucristo, aceptándolo como Salvador de la humanidad. El resto (doctrina, liturgia y moral), absolutamente necesario y constitutivo de la experiencia cristiana madura, será una consecuencia que se realizará y mantendrá en el clima de nuestra relación de amistad con Jesús.

El contenido de esta obra –con otros recursos necesarios– podría programarse para realizar cursos y cursillos intensivos en orden a capacitar, teórica y prácticamente, a pastores y a fieles ya promocionados para este menester esencialmente misionero del primer anuncio. Ya hay experiencias interesantes; sin embargo, su puesta en marcha hoy, con modestia pero a gran escala, apremia con no menos urgencia que la acción catequética. ¿Qué institución diocesana se va a hacer cargo de esta acuciante tarea misionera? ¿No habrá que suscitar un Servicio Responsable del Primer Anuncio del Evangelio, distinto de las delegaciones de Catequesis y de Misiones ad gentes, aunque con conexiones respecto de ellas? Entonces, el eslabón perdido se podría dar no sólo por hallado, sino como fecundo para la nueva evangelización.

En el nº 2.693 de Vida Nueva.

Actualizado
28/01/2010 | 08:29
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