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EL LIBRO DEL MES: La fe, un tesoro en vasijas de barro


Una obra de Luis González-Carvajal (Sal Terrae). La recensión es de Eloy Bueno de la Fuente

La fe un tesoro en vasijas de barro, Luis González-Carvajal, Sal Terrae

La fe, un tesoro en vasijas de barro

Autor: Luis González-Carvajal

Editorial: Sal Terrae, 2012

Ciudad: Santander

Páginas: 160

ELOY BUENO DE LA FUENTE | Para acompañar y facilitar la celebración del Año de la fe se requieren materiales y publicaciones que le den concreción y contenido. El libro La fe, un tesoro en vasijas de barro, de Luis González-Carvajal, puede prestar un gran servicio a quienes deseen cruzar el umbral de la “puerta de la fe” y descubrir y valorar el sentido de esa fe en la experiencia humana.

Sus reflexiones pretenden ser “sustanciosas sin resultar difíciles de entender”, “completas sin ser demasiado extensas”. Como el autor ha demostrado en otras ocasiones, presenta la hondura del tema de modo transparente por el lenguaje y por la variedad de experiencias y ejemplos a los que recurre.

El planteamiento está alentado por una profunda sensibilidad ante la situación de los cristianos actuales, como se expresa con claridad en el subtítulo: Un tesoro en vasijas de barro, según la expresión paulina que sigue teniendo plena validez en nuestro contexto cultural.

Para dar consistencia y solidez a ese “barro”, son muy útiles este tipo de exposiciones, que aspiran a “dar respuesta a las preguntas sobre la fe que se hacen los cristianos de los países occidentales en el siglo XXI”. Solamente cuando se cruza el umbral de la fe y se capta la solidez del edificio cristiano, se podrá conseguir que los creyentes actuales vivan de modo espontáneo el dinamismo de la evangelización (cuando de modo connatural transmitan la convicción de que creer contribuye a la felicidad humana).

El autor pone de relieve las dimensiones esenciales y constitutivas de la fe (aunque, desde nuestro punto de vista, hubiera sido enriquecedora una mayor amplitud cristológica), enraizadas en los presupuestos antropológicos. La fe (y, por tanto, la referencia a Dios) ni destruye ni bloquea las más hondas aspiraciones del ser humano, pues resulta “razonable”, es decir, coherente con los dinamismos de la persona humana. Por ello, el católico puede situarse sin complejos ni angustias en un escenario social en el que la increencia o la indiferencia pretenden imponerse como las actitudes fundamentales de una concepción moderna de la vida y de la realidad. Tiene pleno sentido creer en tiempos de increencia.

Ante opciones vitales e intelectuales dominantes (ateísmo, agnosticismo…), la actitud creyente adquiere todo su relieve: no simplemente como cuestión particular y privada (como una devoción), sino como una decisión sobre las cuestiones en las que se juega el valor de la persona y las coordenadas de una civilización.

Este presupuesto (pre-juicio) puede incluso introducirse en quienes se sienten miembros de la Iglesia, pero no pasan de valorar su pertenencia como una rutina o como la defensa de símbolos o valores de carácter genérico. Profundizar y aclarar el sentido de la fe resulta una tarea necesaria tanto en la Iglesia y ante la Iglesia como en el mundo y ante el mundo. Por el bien de la sociedad, el creyente debe conservar su identidad, para evitar acomodaciones que “bauticen” los elementos deshumanizadores de nuestra sociedad.

La fe no es simplemente el acto de cruzar un umbral, sino el esfuerzo continuo de proseguir un camino, que debe ser mantenido y alimentado de modo constante. Y para ello el autor ofrece claves y criterios a tener en cuenta: la fe debe ser vivida en comunidad, celebrada de modo activo en la liturgia, testimoniada con la vida, confesada en el espacio público, cultivada teológicamente mediante el estudio y la reflexión. Estos distintos aspectos no son consecuencias o derivaciones de la fe, sino dimensiones constitutivas del ser creyente.

De este modo, el Año de la fe podrá servir para superar estrechamientos (no enteramente superados) que ha ido depositando la historia: entender la fe como “creer lo que no vemos” o identificarla con comportamientos morales o rituales.

En el nº 2.833 de Vida Nueva.

Actualizado
24/01/2013 | 08:30
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