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El don de los años


Esta obra de Joan Chittister (Sal Terrae, 2009) es recensionada por José Mª Arnaiz.

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El don de los años. Saber envejecer

Autor: Joan Chittister

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander

Páginas: 224


(José María Arnaiz) La autora de estas páginas ha sabido envejecer y cuenta su experiencia. Ha prestado mucha atención a los cambios que en ella se han ido dando al acumular años, y ahora se considera “vieja-joven”, y no “vieja-vieja”, y menos “vieja-viejísima”. Describe muy bien lo que ha terminado  con la llegada de los 70 a nivel de relaciones, actividades, compromisos; y lo que ha comenzado: nuevos retos, nuevas personas, nuevos empeños. No ha suprimido actividad, sino que la ha sustituido; ése ha sido su secreto. Para hacer este análisis, Joan Chittister ha unido su saber teológico con su conocimiento psicológico. En ambos dominios, demuestra ser competente. Por supuesto, este libro tiene un cierto carácter autobiográfico. La protagonista es una mujer que sabe contar y lo hace con profundidad.

Los lectores pueden ser numerosos, ya que la franja de población de esta edad crece significativamente. Con todo, como la religiosa estadounidense indica, son pocos los que aciertan a definir como un don la calidad de vida con la que se tienen que enfrentar estos días de vejez. El nombre de la ciencia que estudia esta etapa de la vida se llama gerontología, una ciencia relativamente joven. Este libro es un aporte más a ella, y lo hace con una contribución original a los que envejecen: el cultivo de la dimensión espiritual. La autora dirige sus reflexiones “a quienes están al borde de la ‘tercera edad’, a quienes acaban de recibir la primera carta del club de jubilados y, sintiéndose jóvenes y sanos, se han llevado una buena sorpresa”. También se dirige a los que conviven con ellos. Y, por supuesto, a los que son más viejos de lo que nunca pensaron que llegarían a ser. Al que tome este libro en sus manos se le recomienda una lectura lenta, reflexiva y seria. En los años cimeros, la vida está de nuevo en ciernes, y precisa que en ella pongamos mucha atención.

Tres invitaciones

La autora, como buena benedictina, es fuerte en reflexión sobre la espiritualidad. Su larga experiencia en este campo la aplica a este período especial de la existencia, y describe muy bien la novedad que aporta. Las tres grandes invitaciones que atraviesan el libro son éstas: a la fecundidad; para Joan, los años productivos no se terminan con la llegada de los 70; la ancianidad ilumina, “hace que el mundo funcione… en ella se permanece despiertos y activos”. A la felicidad, ya que si levantamos la vista encontramos ancianos muy contentos y disfrutando de un don que consiste en estar vivos y con más plenitud que nunca; se advierte que están en los días de jubilación, de júbilo. Y a la fidelidad, ya que la vida en su conjunto es una línea continua, que no se interrumpe, y esta última etapa está marcada por el descubrimiento del hilo conductor que la une y amalgama con las anteriores; estos años hay que vivirlos en fidelidad a la urdimbre de la vida. Para ello hay que leerlos con atención, verlos, mirarlos; reflexionarlos, situarlos en relación con las otras etapas de la vida y las otras generaciones que nos rodean; orarlos, verlos como don –ése es el título: El don de los años– y tarea: Saber envejecer –éste es el subtítulo–. Por fin, hay que contemplarlos. Chittister contempla su vida y sus años acumulados y deja que Dios la mueva y la lleve al amor y al servicio. Son días para crecer; sin este crecimiento, no se llega a la cima de la vida y al nuevo estadio de la existencia.

La estructura del libro es muy sencilla. En él se tratan 41 temas. Podrían haber sido 55 ó 22. “Es una panoplia de cuestiones vitales que afloran con la edad para traernos plenitud de vida, para renovarnos una vez más”. No está escrito para ser leído de una sentada, menos en el orden establecido. Se puede comenzar por el último. Cada capítulo empieza con una frase densa de algún autor importante; ella la comenta, y así entra en el desarrollo del tema; cierra el capitulo con una sugerencia o propuesta, y destaca que esa invitación a la “sabiduría”, a “salir de uno mismo”, a la “soledad”…, las presenta como especiales bendiciones.

En este libro hay poesía, sobre todo en el epílogo, pensamientos y sentimientos sanos y llenos de belleza, hay espiritualidad, aunque se podría nombrar más a Dios; no falta propuesta y la proclamación de que la bondad puede hacer muy fecunda nuestra vida en su última etapa. Sin duda va a ser numeroso el público que lo va a leer, y con abundante provecho.

En el nº 2.679 de Vida Nueva.

Actualizado
16/10/2009 | 07:33
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