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Discernir la llamada


Un libro de Luis María García Domínguez (San Pablo, 2008). La recensión es de Jesús Sastre García.

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Discernir la llamada. La valoración vocacional

Autor: Luis María García Domínguez

Editan: San Pablo-Universidad Pontificia Comillas

Ciudad: Madrid

Páginas: 296

 

(Jesús Sastre García) El autor, Luis María García Domínguez, es un jesuita muy conocido en el ámbito de la formación vocacional a la vida religiosa y al sacerdocio. Actualmente, es director de la Escuela de Ejercicios de Salamanca y profesor y tutor en la Escuela de Formadores de esa ciudad. Experto en espiritualidad ignaciana, acompañamiento espiritual y discernimiento y formación vocacional, este libro es reflejo de su formación en el Instituto de Psicología de la Universidad Gregoriana y de sus muchos años de experiencia.

Esta obra parte de una afirmación central a la que se intenta responder a lo largo de sus casi 300 páginas: “La realización madura de la vocación personal exige al que la experimenta una reflexión prolongada, una decisión ponderada y una opción perseverante” (pág. 15). La vocación personal pone en juego mecanismos antropológicos profundos que se expresan en las operaciones humanas de “captar, sentir, desear, entender y decidir”. Al ser una vocación cristiana eclesial, la persona ha de hacer un discernimiento espiritual, que tiene una dimensión personal y otra eclesial, pues es la Iglesia la que ha de confirmar lo que se ha discernido.

El jesuita se centra en el discernimiento y examen de la vocación a la vida religiosa y al ministerio ordenado y, para ello, ofrece una metodología que haga más fiable la valoración vocacional. Su gran acierto está en ofrecer una teoría debidamente fundamentada y conjuntada con la propuesta práctica en todos sus niveles y pasos. El juicio de idoneidad al final de un proceso vocacional necesita de un marco antropológico que integre los diferentes aspectos y posibilite el trabajo personal del formando.

Los dos primeros capítulos ponen las bases teóricas sobre el discernimiento vocacional con aportaciones de la psicología y la antropología de la vocación cristiana. Los tres siguientes abordan el método de la valoración vocacional: entrevista, criterios, informe y seguimiento. 

El objetivo es hacer una propuesta práctica, pero validada por la teoría y la experiencia. El marco antropológico permite integrar los conceptos de la psicología con los de la teología espiritual y las orientaciones eclesiales. En este cometido, García se declara seguidor del también jesuita L. M. Rulla. El juicio de idoneidad requiere un marco teórico que integre la presencia/ausencia de impedimentos, el atractivo y coherencia de los valores vocacionales, y la motivación vocacional consciente. En consecuencia, el hilo conductor del texto es la “antropología de la vocación cristiana”. Las págs. 95-97 sintetizan las cinco proposiciones de la teoría expuesta en los dos primeros capítulos.

Trabajo desde dentro

El capítulo sobre la valoración vocacional trata con coherencia interna y novedad, incluso para quienes se dedican a la formación en seminarios y casas religiosas, las tres dimensiones que hay que manejar, relacionar e integrar en el crecimiento vocacional. El modelo formativo propuesto, sin prescindir del papel de la gracia y de la libertad, apuesta por el trabajo desde dentro del formando, superando modelos formativos estructurados en “ideales y roles” que reaparecen con fuerza en ciertos grupos eclesiales. La lectura de esta parte se hace muy amena, al ir apoyando los contenidos con ejemplos prácticos y clarificadores.

Otro punto importante es el pronóstico que conlleva el informe de los formadores a los candidatos. De él depende, en buena medida, el acompañamiento vocacional de la persona en el proceso. ¿Cómo hacer  que este seguimiento sea “lúcido y consistente”? El informe verbal ofrecido al candidato ha de evitar dos extremos: ser demasiado simple o ser muy complejo. Sí debe contener los elementos, datos y ejemplos significativos, que faciliten la aceptación por parte del interesado, así como las pautas para seguir trabajando la consistencia vocacional.

De estructura académica y lenguaje comprensible para el lector con formación teológica y espiritual básica, el autor acaba con un ejercicio de honradez y humildad intelectual, al titular el cap. 6 Conclusiones abiertas. Tras su lectura, podemos afirmar con el autor que su método para valorar una vocación es práctico, claro y aplicable desde la seguridad que da el marco teórico caracterizado por la coherencia e integración interdisciplinar. Así, el método propuesto se abre al enriquecimiento con aportaciones de otros autores. También recuerda García, cosa no tan subrayada en la teoría inicial de Rulla, la importancia de los contextos socioculturales en que se perfilan las disposiciones psicosociales del sujeto vocacionado. Limitaciones, según él, son la falta de criterios claros para trabajar la madurez existencial, así como los criterios de pronóstico. Hay que decir también que las teorías psicológicas tampoco han profundizado en estos aspectos. Con todo, una clave es clara para el crecimiento y el pronóstico: la interiorización. Tres figuras bíblicas sirven para sintetizar lo dicho: Abrahán (cambio en el horizonte cognitivo), Jacob luchador (cambio en el horizonte volitivo) y David pecador arrepentido (cambio en la dimensión afectiva).

El autor incorpora un vocabulario de 32 términos empleados en el texto, provenientes de la psicología y la antropología de la vocación cristiana, que son una herramienta muy útil para personas no iniciadas. A ello le sigue un apéndice con seis materiales complementarios para la aplicación del método propuesto. La bibliografía es abundante y específica sobre el tema, tanto desde la psicología como desde la antropología, la teología espiritual y la pastoral.

Este libro puede ser un instrumento válido para que los profesionales cristianos de la psicología entiendan mejor la vocación a la vida religiosa y al ministerio ordenado y, con mayor razón, recomendable para quienes trabajan en la formación inicial en seminarios y casas religiosas, los orientadores cristianos y los encargados del acompañamiento vocacional en la pastoral juvenil. Su lectura puede ser un primer paso para que a algunos formadores se les abra el horizonte y vean necesaria una formación especializada en el discernimiento vocacional. No se trata sólo de querer hacer bien la tarea formativa, sino con competencia y un manejo adecuado de los métodos que la posibilitan.

En el nº 2.653 de Vida Nueva.

Actualizado
20/03/2009 | 11:02
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