Libros

Dios y el nuevo ateísmo


Un libro de John F. Haught (Sal Terrae – Universidad Pontificia Comillas). La recensión es de José Manuel Lozano-Gotor

Dios y el nuevo ateísmo, John F. Haught, Sal Terrae y Comillas

Título: Dios y el nuevo ateísmo. Una respuesta crítica a Dawkins, Harris y Hitchens

Autor: John F. Haught

Editorial: Sal Terrae – Universidad Pontificia Comillas, 2012

Ciudad: Santander – Madrid

Páginas: 168

JOSÉ MANUEL LOZANO-GOTOR | El “nuevo ateísmo” es un fenómeno nacido en el mundo anglosajón, pero con grandes resonancias en ciertos ámbitos culturales de nuestro país. La tesis central de los “nuevos ateos” es la contraposición de fe y ciencia: a su juicio, todo lo que afirma la primera es gratuito e indemostrable; la segunda, en cambio, se obliga a sí misma a respaldar sus teorías con pruebas empíricas.

La fe es vista, además, como el origen de gran parte de los males que asolan a la humanidad; solo erradicando la fe religiosa podremos liberarnos de ellos. La ciencia nos ayuda a dejar atrás mitos y supersticiones, allanándonos el camino hacia la única felicidad personal y colectiva posible; con ello, se convierte además en garante de la moral.

Richard Dawkins, Sam Harris y el difunto Christopher Hitchens son tres de los más conspicuos publicistas de esta “cruzada” contra la fe en nombre de la ciencia. John Haught, de quien ya conocíamos el excelente Cristianismo y ciencia (Sal Terrae, 2009), los refuta con claridad y contundencia admirables.

Triple crítica

La crítica de Haught a los citados autores se centra en tres puntos. Primero, reducen la realidad a lo empíricamente demostrable, a lo que puede ser entendido por la ciencia, con lo cual suprimen de un plumazo las dimensiones más relevantes de la vida humana y desconocen los límites y restricciones del método científico.

Segundo, sostienen una visión obsoleta de la fe, pues la circunscriben al ámbito del conocimiento, donde se supone que rivaliza con la ciencia; sin embargo, hoy la teología y la filosofía conciben la fe como una entrega de sí que implica a la totalidad de la persona y brinda a esta acceso a una dimensión más profunda de la realidad. A buen seguro, los “nuevos ateos” no son en este punto sino un reflejo especular de los literalistas bíblicos defensores del creacionismo y el diseño inteligente, los únicos “teólogos” cristianos que parecen conocer.

Tercero, les falta radicalidad como ateos; se limitan a repetir los argumentos ya formulados, entre otros, por Friedrich Nietzsche, Albert Camus y Jean-Paul Sartre, pero no están dispuestos a asumir la consecuencia más extrema del ateísmo; a saber, el nihilismo, la ausencia de valores firmes. Son socialmente conservadores. El suyo es un ateísmo de salón o, mejor, de librerías de estaciones y aeropuertos.

La aportación del teólogo estadounidense no se agota en estas aceradas críticas. Al hilo de ellas, pone de relieve el vigor intelectual de algunas intuiciones cristianas. Limitémonos de nuevo a mencionar únicamente tres.

Primero, la búsqueda de sentido, el anhelo de verdad y belleza, la apertura a lo que desborda la experiencia empírica son connaturales al hombre y, por tanto, no cabe ignorarlos ni suprimirlos. Segundo, el motivo de la encarnación comporta el reconocimiento de los límites de todo lo humano (incluida la ciencia) y la tolerancia ante la ambigüedad de nuestra condición.

Tercero, la idea de un Dios personal no está reñida con la constatación del papel que el azar desempeña en la evolución de la vida. Antes bien, es punto de partida para el diálogo mutuamente enriquecedor de religión y ciencia, siempre y cuando esta no devenga en ideología. En fin, solo un puñado de páginas, pero llenas de enjundia.

En el nº 2.840 de Vida Nueva.

Actualizado
15/03/2013 | 09:13
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