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Dios, el dinero y la conciencia. Diálogo entre un monje y un alto ejecutivo


Una obra de Anselm Grün y Jochen Zeitz (Sal Terrae, 2011). La recensión es de José Ignacio Calleja.

Dios, el dinero y la conciencia, Anselm Grün y Jochen Zeitz, Sal Terrae

Dios, el dinero y la conciencia. Diálogo entre un monje y un alto ejecutivo

Autores: Anselm Grün y Jochen Zeitz

Editorial: Sal Terrae, 2011

Ciudad: Santander

Páginas: 232

JOSÉ IGNACIO CALLEJA | Comenzaré diciendo que este es un libro que leerán con gusto aquellos que rehúsan las obras de filosofía social o de moral y que, a la vez, mantienen intacta su sensibilidad por la justicia en las relaciones humanas. Sin contradicción, también lo seguirán con provecho y aprecio aquellos que se resisten a las obras de introspección psicológica y “espiritualidad”, pero no renuncian a la mirada sobre el alma humana en ningún conflicto. Es un libro, por tanto, de los que gusta leer cuando se quiere ir por el camino más corto al hondón del ser humano en la vida social y hacer pie en lo más sustantivo.

El planteamiento es novedoso. Un monje benedictino, muy reconocido, Anselm Grün, dialoga en profundidad con el más alto ejecutivo de una multinacional alemana, Jochen Zeitz, y lo hacen sobre los temas que concurren en torno a Dios, el dinero y la conciencia, las virtudes morales y la acción ética.

Lo atractivo del caso es que el monje suma a esta condición de creyente y religioso su trabajo como administrador de un monasterio en Würzburg (Alemania), lo que conlleva responsabilizarse del desarrollo económico y las finanzas de una comunidad de 300 monjes y empleados, en la que convergen hasta veinte empresas artesanales. El resultado: administra una empresa de tamaño medio en Alemania.

Por su parte, el ejecutivo, Jochen Zeitz, humanista siempre y cada vez más inquieto por las claves espirituales de la vida personal y social, dirige una multinacional (Puma) con más de nueve mil empleados directos y unas 150.000 personas trabajando en el mundo para ella.

Sus organizaciones, por tanto, son radicalmente diferentes, pero ambos quieren, como empresarios, impulsar la actividad económica sin dañar a las personas y el medio ambiente; y, como personas espirituales, seguir caminos hacia la realización personal y un mayor grado de comunidad en todos los ámbitos de la vida.

Y es aquí donde surge la cuestión: ¿es posible lograr esto sin dañar la buena gestión económica? ¿Una empresa se puede tomar en serio su responsabilidad social corporativa con el entorno humano y con la tierra entera? ¿Qué espiritualidad es posible y de qué modo en esos territorios económicos? ¿Cómo cabe concebir en esos ámbitos la propia realización personal y qué relación guardan con los valores éticos más fundamentales? ¿Podemos sentirnos en paz interior cuando nuestras vidas solo alcanzan con su mejor hacer a los próximos? ¿Se mantienen en pie los valores de la solidaridad y responsabilidad social cuando quiebra la experiencia religiosa en la persona y en los grupos sociales? ¿Qué está fallando en la situación actual del capitalismo: las reglas de justicia o los valores humanos y espirituales?

Mil preguntas

Así, una tras otra, podríamos imaginar mil preguntas que en el diálogo van fluyendo fáciles en su aparición, y no tanto en su respuesta. Y, sin embargo, a fe que los dos interlocutores se empeñan con acierto en darles respuestas concretas. Casi siempre con cercanía de principios y objetivos; algunas otras, en las concreciones, con clara expresión de una distancia menos salvable; sobre todo, en cuanto a si la espiritualidad y la vida moral social requieren fundamento religioso para durar y, de otro lado, si las exigencias que el mercado reclama de una empresa multinacional no son un límite insuperable para los valores del espíritu y la justicia que requiere la sostenibilidad de la Tierra.

En conjunto, la obra se lee con mucho agrado y facilidad, casi siempre. Se notan algunas dificultades para traducir ciertos conceptos alemanes. Es notable lo que aporta al análisis económico y espiritual de la realidad social del presente; y sorprende la importancia del factor psicológico al mostrar cuánto nos condiciona en las responsabilidades que asumimos.

Es claro, no obstante, que la comprensión de la vida socio-económica en clave de justicia “estructural” se le atraganta al ejecutivo; la ve, pero ante todo confía en el crecimiento del bien a partir de la responsabilidad con lo próximo y en la actitud personal buena; el monje, Grün, aun apostando por la misma clave, es más consciente de los requisitos no solo personales y empresariales de la justicia y la sostenibilidad, sino también de las reglas justas para controlar las fuerzas económicas desbocadas. La primacía de los objetivos sociales que están a nuestro alcance, y el valor añadido de alguna espiritualidad, viene a unirlos definitivamente en una misma conciencia moral.

Crítica e interpelación

Es, por tanto, un buen libro; inteligente, emotivo y cautivador. En mi opinión, le falta la perspectiva más estructural de los problemas sociales, para elevar el tono crítico del conjunto; crítico, no porque critique mucho y porque sí, desde luego, sino porque se asumen mucho mejor las condiciones de la realidad personal y social para obrar bien.

En su pléyade de ideas interpelantes, hay una que, sin pertenecer al meollo de la cuestión, y al comparar la lucha por el mercado en las empresas y las religiones, merece ser pensada. Responde Anselm Grün: “La religión [cristiana] no tiene la pretensión de quitar clientes a sus competidoras [las demás religiones], sino la de anunciar en todos los rincones del mundo el mensaje de Jesús de modo que todas las personas que posean la debida disposición, puedan escuchar, entender y aceptar tal mensaje… No pretendemos que todas las personas se hagan cristianas, sino que en todas las regiones de la Tierra vivan comunidades cristianas que lleguen a ser, por así decir, levadura de este mundo” (pp. 50-51). Evidentemente, recomiendo con gusto su lectura.

En el nº 2.800 de Vida Nueva.

Actualizado
10/05/2012 | 17:06
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