Derechos humanos y Cristianismo
Javier Giraldo, S.J.
Editorial El Búho
Bogotá. 2010.
330 páginas.
El lector se interna en estas densas 330 páginas y necesita un trecho muy corto para darse cuenta de que allí resuena una voz profética.
Profeta, -hay que explicarlo- no es el que adivina el futuro; es el que desentraña el presente con tanta profundidad que puede ver el futuro.
Y tiene mucho de profética esa visión de los derechos humanos en su relación con el cristianismo histórico. Una fe cristiana verdadera conduce a un compromiso con la dignidad humana, tal es la teoría. En la práctica que se revela en la historia, se ha pecado contra esa dignidad con equívocos y desaciertos que Giraldo muestra y cuestiona de modo descarnado y sin reservas, al mejor estilo de los profetas que, para curar las heridas, no usan algodones.
Desfilan por estas páginas las formas de relación con el Otro que no solo han sido contrarias a las actitudes y principios que estructuran la fe en los derechos humanos, sino que también contradicen al propio evangelio.
Casos como el de la represión del otro en la Inquisición, prácticas como la tortura arperjada con agua bendita; o las guerras contra infieles, contra herejes, llámense cruzadas o guerras de religión, son hechos históricos, escándalos habría que decir, de desconocimiento de los derechos del otro. La revolución francesa con su formulación de los derechos y libertades fundamentales envolvió y afectó a la Iglesia, se proyectó en su interior e intentó transformarla de una iglesia feudal en una iglesia democrática. El desconocimiento de la dignidad y los derechos de los nativos americanos durante la evangelización, en la conquista, las cruzadas antiliberales, anticomunistas en nuestro tiempo, no hubieran debido suceder. Ante estas y otras realidades, la Iglesia reacciona en nuestros días con un reconocimiento de errores históricos y con un amplio mea culpa. Y otra vez resuena el inconforme acento profético. Giraldo clama: “el abordaje leal y sincero no puede ser sino un abordaje penitencial”.
Al examinar la realidad colombiana describe “las solidaridades internas entre agentes instituciones del Estado”, que ha visto y padecido en el Urabá antioqueño. Identifica dos estados superpuestos, aquel en que imperan los principios del Derecho, y otro, con ideología de violencia derivada de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Dos dinámicas opuestas entre sí. Es el estado esquizofrénico, dividido en partes que se contradicen, que se manifiesta en la estrategia paramilitar del Estado.
Cuando estudia la praxis cristiana a favor de la dignidad humana resume sus reflexiones con ayuda de la parábola del Buen Samaritano en donde encuentra razones como estas:
“No existe prójimo en sí”, tener o ser prójimo “depende de aproximarse, hacerse prójimo, no por cercanía sino por la necesidad del otro”.
El samaritano se acercó al herido “no por el frío cumplimiento de un mandamiento, sino porque se le revuelven las entrañas”. Había dicho con Pascal que “es el corazón el que pone las premisas de todo posible conocimiento de lo real”.
La trampa en que ha caído nuestra cultura es creer en la supremacía del Logos sobre el Eros. El sentir es la puerta de entrada a los derechos humanos, a la ética y a la tradición espiritual más esencial del cristianismo.
En efecto, con Luis Pérez Aguirre, jesuita Uruguayo, afirma que la opción por los derechos humanos no nace de una teoría, es la respuesta a los gritos de los que sufren. Pero la respuesta a esos gritos supone sensibilidad para escucharlos e interpretarlos.
Es un libro lleno de claves para entender por qué su autor acompaña procesos como el de los campesinos de San José de Apartadó, acosados por paramilitares, militares y terratenientes; por qué escapó por alguna providencial casualidad a la masacre de Trujillo, por qué su nombre es signo de contradicción entre los que lo admiran y siguen su ejemplo y los que lo condenan y rechazan. Como sucedió y sigue ocurriendo con los profetas. VNC
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