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Cristo anegado


Francisco García Martínez analiza la obra de Luciani Regresar a Jesús de Nazaret (PPC, 2014)

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Título: Regresar a Jesús de Nazaret. Conocer a Dios y al ser humano a través de la vida de Jesús

Autor: Rafael Luciani

Editorial: PPC, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 328

FRANCISCO GARCÍA MARTÍNEZ | La obra que presentamos pertenece a una de las líneas del pensamiento cristológico actual cuyo objetivo es dotar la cristología de una más amplia dimensión mesiánica a partir de la recuperación de la vida concreta de Jesús, de sus opciones y su praxis, y a partir de aquí reconfigurar la eclesiología y la espiritualidad. En esta línea, se trata de una obra bien escrita, bien documentada y clara en sus planteamientos con la que, en un sentido, no se puede estar sino de acuerdo en esa intención de con-formar la vida eclesial con la de Jesús y de ofrecer así una relevancia histórica a un cristianismo demasiado tendente a una continua religiosización y eclesiastización que le deforman en sus raíces. Estas tendencias viven, según otro conocido autor, actuadas por un “miedo a Jesús” que descristianiza la fe.

Dicho esto, nos parece un intento deficitario hermenéuticamente, que termina anegando a Cristo, es decir, al Mesías Hijo de Dios en una Galilea realmente anodina. Creemos que después del Jesús de Schillebeeckx, expresión suprema de esta tendencia, esa vía ha manifestado ya todas sus posibilidades y todas sus limitaciones. Leída esta obra, las demás apenas aportan pequeños detalles o incluso se muestran realmente pobres. Estaríamos tentados de decir que esta fórmula ya ha dado de sí lo que tenía que dar cristológicamente y hay que dar un paso hacia adelante.

Cristo del maizal, por Frank Dicksee, 1888. [ampliar]

Cristo del maizal, por Frank Dicksee, 1888. [ampliar]

El lector no encontrará una cristología, es decir, una reflexión sobre la relevancia salvífica universal de Jesús y sobre los fundamentos de tal posibilidad, sino una descripción fundamentada de la primera parte de su ministerio público desde lo que habrían sido las fuentes bíblicas de su experiencia. Se intenta mostrar cómo su humanidad habría realizado un discernimiento entre diversas perspectivas teológicas de la Escritura, cuya mayor parte terminan siendo para el autor vías muertas de la revelación, quedándose casi exclusivamente con la figura del “siervo” y la del “hijo del hombre” al servicio de un reino casi hipostasiado en su ser y en sus contenidos que se mostraría a sí mismo y que ‘utilizaría’ a Jesús de forma instrumental.

Si bien esto ayuda a entender cómo se expresa la salvación de Dios en el mundo más allá de su confesionalidad crística, no es asumible para comprender la salvación cristiana en su sentido escatológico como vida de Dios para el mundo y del mundo en Dios. Significativamente, la resurrección es obviada y parece asimilarse al “recuerdo” de una praxis que se siente vinculante.
 

Reino y conversión

El afán por hacer plausible la experiencia ofrecida por Jesús en su ámbito histórico, en algún sentido por dominarla historiográficamente, termina por subsumir a Cristo en un escalón más de la evolución en la percepción humana de Dios. En este sentido, el Reino aparece como una realidad dada que convierte a Jesús y no como su expresión más personal. Por eso, la expresión conversión se le aplica en cuanto que Jesús mismo iría saliendo de un mundo atrapado por la ambigüedad y el pecado, hasta acoger una experiencia nueva de Dios que luego ofrecería con sus obras. Este planteamiento subyacente en el libro no nos parece asumible, ya que la fe confiesa desde el principio que es Cristo mismo quien suscita en el mundo la salvación (el Reino) desde su ser, desarrollado históricamente sí, pero siempre coincidente con ella como verdad de Dios en él. El mismo autor afirma, contra su propia argumentación, que “Jesús relee el anuncio del Reino desde su Padre, el Dios del Reino, aquel a quien él había orado desde niño” (p. 114), algo que contrasta con la posterior afirmación de que “la conversión al Dios del Reino y superación del Dios de Juan (…) significó para él un cambio radical en su vida” (p. 242, nota 107).

Valga este dato para mostrar la existencia de un cortocircuito que atraviesa toda la obra y que nace de la no diferenciación entre una lectura histórico-crítica en la que se quiere apoyar el autor y que termina por ser absolutamente determinante –aunque el autor quiera escapar de ella– y una lectura dogmática que, sin rechazar la anterior, tiene sus propios métodos, de la que se prescinde olvidando con ella no solo casi todo el Nuevo Testamento y rechazando el dogma, sino incluso la segunda parte del ministerio histórico de Jesús (su subida a Jerusalén), donde sus opciones ya no son las galileas de transformación social (si esto es lo que fueron), sino otras que identifican su propia acción más allá de los gestos históricos concretos y que manifiestan la radicalidad de su propuesta e identidad.
 

Espíritu y salvación

Nos parece significativo que mayoritariamente la palabra “espíritu” aparezca referida a él con minúscula en cuanto forma de ser/sentir, irrelevante como expresión del ser de Dios en una relación personalizadora con él. Igualmente, parece reducirse la salvación a las consecuencias históricas de su praxis galilea. Digámoslo con todos los respetos, si se quiere hablar de Jesús como salvador, hay que preguntarse dónde, cómo y por qué Jesús acaba con el principado de Satán (mentira y violencia) sobre un mundo en el que, como se puede constatar, sigue siendo el rey.

Si bien es verdad que nuestra Iglesia necesita una configuración mesiánica mayor, no está claro que para sostenerla lo único que se necesite hoy sea reforzar la voluntad para adaptarse a una ética teológica del Reino. Quizás haya llegado el momento de avanzar y perder también el “miedo al Hijo de Dios”, a la fe trinitaria en su sentido estricto en la oferta del cristianismo, que sitúa toda la acción jesuana en su lugar propio y permanente, su propia persona, un lugar que debe ser determinado por la perspectiva pascual de muerte, resurrección y exaltación de Cristo.

En el nº 2.913 de Vida Nueva

Actualizado
17/10/2014 | 07:00
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