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Creer en el ser humano. Vivir humanamente


Una obra Felicísimo Martínez Díez (Verbo Divino, 2012). La recensión es de Juan Martín Velasco

Creer en el ser humano vivir humanamente, Felicísimo Martínez, Verbo Divino

Creer en el ser humano. Vivir humanamente. Antropología en los Evangelios

Autor: Felicísimo Martínez Díez

Editorial: Verbo Divino, 2012

Ciudad: Estella

Páginas: 552

JUAN MARTÍN VELASCO | El libro que tengo el gusto de presentar es una antropología, una excelente antropología teológica desarrollada con un método peculiar, que lleva a resultados especialmente logrados.

El punto de partida es la toma de conciencia del carácter enigmático del ser humano, de la incógnita que es el hombre para sí mismo, y su constante búsqueda del secreto de su humanidad que no ha conseguido esclarecer. Se trata de una pregunta existencial que requiere un planteamiento y un método igualmente existenciales.

El propósito del autor queda expresado al comienzo de su obra: “Es reflexionar, meditar sobre la humanidad… por si sirve a alguna mujer o algún hombre para conocer mejor su condición humana y, sobre todo, poder actuar más humanamente”. El punto de vista de la meditación es definido con la misma claridad: “Mirando sobre todo a la figura histórica de Jesús de Nazaret”.

“Enigma” remite a algo que está más allá de los problemas. Indica una situación en la que la pregunta abarca a quien se la plantea, socavando su seguridad y remitiéndole al más allá de sí mismo: “Me convertí en un enigma para mí mismo y preguntaba a mi alma, y mi alma no me daba respuesta” (san Agustín). Por eso repite nuestro autor: “El enigma se nos resiste”, y sitúa su reflexión desde la convicción de que no puede ser resuelto, y la reflexión humana nunca ha podido ni puede dejar de ocuparse de él.

Nuestro autor observa con toda razón que los muchos progresos de las diferentes ciencias sobre el hombre han aclarado aspectos importantes de su condición y han facilitado notablemente su vida en el mundo, pero no han aclarado, ni siquiera rozado, las preguntas fundamentales: “¿Quién soy yo?”, “¿qué sentido tiene mi vida?”, y le han hecho progresar solo muy limitadamente en su tarea fundamental de llevar una vida más humana.

El camino para responder a estas preguntas no es la ciencia; es, sobre todo, la experiencia consciente de sí y la sabiduría que genera. Nuestro autor confiesa cuál es la experiencia que está en la base de su reflexión y la resume en dos rasgos fundamentales: “Un alma rural”, cercana a la naturaleza; con una evidente facilidad para la contemplación, añadimos nosotros. Y una opción de fe, que le lleva a ver en Jesús el verdadero rostro de Dios y, al mismo tiempo, el rostro verdadero del ser humano.

Glosa del ‘Ecce homo’

El autor justifica la referencia a los Evangelios, porque “el ideal evangélico es la más excelsa expresión del ideal humano”, y porque Jesús constituye “la talla máxima que los hombres podemos dar de nosotros mismos”. Dos valiosos capítulos ofrecen su comprensión de la imagen del hombre que revela Jesucristo. Lo hace en una glosa admirable del Ecce homo de Pilatos, y en una reflexión sobre “el misterio de la humanidad de Dios”, que constituye un resumen de cristología en el que insiste: Jesús nos revela quién es Dios y quién es el hombre, pero no “desde las alturas del triunfo y el poder, sino desde las bajuras de la kénosis y la humillación”, en una especie de revelación por contraste.

La riqueza de significados de la expresión de Pilatos le lleva a emparentar el “rostro ensangrentado y sin belleza” del Ecce homo con los crucificados de todos los tiempos –“¿Estos no son hombres?” (A. de Montesinos). “Si esto es un hombre” (Primo Levi)–, abriendo así pistas para una realización de la humanidad que quiera seguir los pasos de Jesús.

Tras subrayar lo característico de la visión cristiana del ser humano, el autor advierte: “Esa revelación es única, pero no la única”. Por eso, no solo ofrece referencias cristianas. Conoce la multitud de fuentes de que se nutre la caudalosa corriente de la historia humana y enriquece su reflexión de teólogo cristiano con referencias constantes a la sabiduría contenida en las filosofías, las religiones y las mejores obras literarias.

No es fácil encontrar un teólogo que haya prestado tanta atención a los autores más variados, clásicos y actuales, y que así realice el diálogo con la cultura, tan demandado, pero tan poco ejercitado.

Grandes temas y tareas

A partir del capítulo IV, el libro expone las diferentes dimensiones de la condición humana en las que se difracta el complejo misterio del hombre: el sentido de la vida, la verdad, la libertad, la búsqueda de la felicidad, el mal y el sufrimiento, la comunicación y la humanización –donde expone la visión cristiana de la corporalidad, la intersubjetividad y el amor–, el éxito y el fracaso en la vida, y el misterio de la muerte.

Su método es el mismo al que se ha referido al abordar el enigma humano en su conjunto. Una primera parte describe con enorme riqueza de datos la dimensión humana en cuestión, con aportaciones de las sabidurías que nos han precedido y de las corrientes actuales del pensamiento presentes en las filosofías y las creaciones literarias, para después preguntarse, expresa o tácitamente: “¿Qué dice el Evangelio?” sobre cada uno de los aspectos estudiados.

En el tratamiento de todas ellas se manifiesta la misma intención: expresar las diferentes visiones de cada una de esas realidades, confrontarlas con la visión que de ellas ofrece el Evangelio y ofrecer caminos para su mejor realización en la vida de las personas.

En consonancia con su propósito, la obra de Felicísimo Martínez no solo informa sobre el enigma del hombre y la luz que ofrece el Evangelio para comprenderlo. Constituye, además, una ayuda inestimable para realizar ese ideal cristiano de humanidad en los tiempos que vivimos. Por eso es tan recomendable su obra.

En el nº 2.826 de Vida Nueva.

Actualizado
29/11/2012 | 23:38
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