Libros

Crear cultura. Recuperar nuestra vocación creativa


Un libro de Andy Crouch (Sal Terrae, 2010). La recensión es de José María Arnaiz.

Crear cultura. Recuperar nuestra vocación creativa

Autor: Andy Crouch

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander

Páginas: 320

JOSÉ MARÍA ARNAIZ | El santo y seña de los cristianos de nueva generación es crear cultura. No se tienen que contentar con consumirla, y menos con condenarla o copiarla. Crouch parte de una definición de cultura sencilla: es lo que hacemos con el mundo tanto al darle sentido como al crear los objetos; al hacer algo valioso, creamos el mundo de la cultura. En las páginas finales comenta El artista en su estudio, célebre cuadro de Rembrandt, y afirma que “el cultivo y la creación de cultura es nuestra tarea humana básica y hemos de llevarla a la nueva Jerusalén”. Cultura y creatividad se juntan en el ahora eterno y se transforman en un “flujo” que conduce a una plenitud final.

En el libro confluyen tres palabras (cultura, Evangelio y vocación), atravesadas por un hilo conductor: en este momento histórico, se precisan cristianos que “se despierten alegremente cada mañana ansiosos de crear el mundo” y adelantar la aurora. Apenas conocido en el ámbito de lengua castellana, el autor emplea ejemplos y bibliografía provenientes del contexto estadounidense y “saca historias incluso de las estrellas”, haciendo de estas páginas una obra cultural, una expresión de belleza y de originalidad, en la que Crouch crea, y lo que crea es nuevo y “es bueno”.

En la primera parte, trata de la cultura, y ofrece algunas intuiciones originales. Se nos recuerda que, “en su sentido fundamental, rehace realmente el mundo, porque moldea los horizontes de lo posible”; y también “hace imposibles algunas cosas que antes eran posibles”, ofreciendo interesantes ejemplos de ello. Define los horizontes de lo posible y lo imposible de modo concreto y tangible. Habla también de las “escalas” de esa cultura, una de ellas la familiar, describiendo la suya, así como otros “círculos” culturales en los que se sitúa su existencia.

Al autor le preocupa la relación que los cristianos han tenido con la cultura, e invita a recuperar dos posturas que son bíblicas: cultivar y crear. Para que esto se produzca, la segunda parte incorpora la Biblia, que nos hace “artistas y jardineros” de la cultura. Aquí nos presenta a Jesús como creador de cultura y nos muestra cómo él y los cristianos desataron una revolución cultural. Y llega hasta el Apocalipsis, para preguntarse si la cultura humana encontrará cabida permanente en la nueva Jerusalén, algo que –nos dice– es posible, ya que la cultura está en el plan original y total de Dios para la humanidad, y es escenario de la rebelión del hombre y de la misericordia de Dios. Porque Cristo transforma la cultura y la redime.

En la tercera parte, se evidencia que la vocación del cristiano es crear cultura. Vocación que va unida a una comunidad, a un pequeño grupo, que alentará amorosamente sus sueños y despejará sus falsas ilusiones. Ello supone poner en acción la gracia, en uno mismo y en los otros, y cada cual discernirá qué cruces llevar para redimir la cultura; cada uno hallará personas que sienten un respeto sagrado por el poder y con una disposición innata a emplearlo junto a los impotentes, y encontrará compañeros de camino en el agreste mundo que está más allá de las puertas de la Iglesia.

En su conjunto, el libro, lleno de belleza y creatividad, es obra de un artista, de un creador. Mezcla fe y cultura, porque escribe un creyente y un experto en cultura, sobre todo en su concepción americana; y habla de ella con sencillez y originalidad. Crouch acerca la cultura a la vida cotidiana con creatividad, dejando claro que la cultura no pude ser irrelevante para el creyente y que para saber de ella hay que abrir el Evangelio. He aquí una experiencia que nos hace una desafiante propuesta: crear cultura, recuperar nuestra vocación creativa.

En el nº 2.753 de Vida Nueva.

Actualizado
12/05/2011 | 13:27
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