Libros

A la evangelización por la justicia social


Los autores han puesto a nuestro alcance un instrumento valioso para reflexionar, conocer y practicar la DSI, necesario para aprender a evangelizar lo social

Portada-Guía-DSI

Título: Guía para la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia

Autor: Fernando Fuentes Alcántara (Coord.)

Editorial: Fundación Pablo VI-PPC, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 301

JOSÉ IGNACIO CALLEJA | Este es un libro –Guía– escrito por los profesores de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) que trabajan lo que se conoce como el pensamiento social de la Iglesia y, en particular, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Si Fernando Fuentes los coordina, Miguel Anxo Pena, José Luis Segovia, Ángel Galindo, Juan Souto, María Teresa Compte y Avelino Revilla suman sus firmas a las siete unidades didácticas y los veintidós temas en que se estructura. Lo que define al texto, por encima de todo, es la palabra Guía, porque de esto se trata y no de un manual de la DSI:

Esta Guía, por su propia naturaleza, no es una exposición sistemática al estilo de un ‘manual’; pretende ser realmente una ‘guía metodológica’. (Souto, p. 12).

Con el objetivo de reflexionar, conocer y practicar la DSI. Por este motivo –reitero– la Introducción metodológica para el uso de la Guía (Souto, pp. 7-18) es decisiva.

El propósito último de la presente Guía es la evangelización de lo social o, como a mí me gusta decir, la configuración de toda la evangelización por la justicia social. Y si bien la perspectiva latinoamericana es la preferente a lo largo del texto –por razón de la experiencia habida en aquellas Iglesias alrededor de la metodología y la intención evangelizadora de lo social que la Guía impulsa–, es también adecuado para situaciones sociales y eclesiales de la vieja Europa, como la española.

Yo me fío de estas palabras:

Hemos comprobado que nuestra propuesta metodológica es fácil de entender y practicar…, [en] el itinerario de la comunicación y el descubrimiento del tesoro de la DSI. [Y] hemos comprobado que también es fácil de adaptar a diferentes destinatarios y contextos. (p 18).

Este factor de guía metodológica para la recepción de la DSI no es un propósito casual; al contrario, busca evitar los errores del pasado en la transmisión escolarizada de la DSI y recuperar de manera renovada el ver, juzgar y actuar; digo renovada, porque esa metodología se expande en pasos muy concretos en cada uno de los veintidós temas sociales expuestos: objetivos de la unidad didáctica y de cada tema, entendidos como desarrollo de capacidades o aptitudes ante el hecho social planteado en el capítulo; contenido o puntos nucleares del tema, y metodología para el desarrollo concreto de la sesión: ver la realidad, discernimiento o juicio de ella –combinando sucesivos niveles de reflexión con distintas actividades prácticas del participante–, y paso de cierre, en el que la reflexión y el compromiso con la DSI buscan nuevos derroteros y retos según las propias situaciones de vida. Este método, a la vez que ve y discierne, trenza un doble protagonismo: el del profesor o animador y el de los alumnos, sujetos preferentes del proceso de aprendizaje y destinatarios reales de todo el empeño. Se trata de que prime la formación integral, acorde con las situaciones de las personas, y no la actitud de “dar el programa” de la DSI a toda costa.
 

Bueno y complejo

Me resulta muy difícil valorar este libro, bueno en tantos sentidos, y, a la vez, complejo. Instintivamente –me he hecho viejo como profesor o tutor–, no me parece fácil de practicar. Me fío; no me parece fácil, pero, por las firmas y experiencias de otros, me he de fiar. No es un problema de contenidos, sino que la metodología tendría que verla practicada como un formando más para perder el vértigo que me causa. El tercer nivel de reflexión y el cuarto, junto con las actividades que en ellos se sugieren, los encuentro difíciles de lograr, a menos que los destinatarios de esta formación estén habituados a un trabajo académico notable. Tal vez la Guía debería definir más concretamente sus destinatarios naturales, el tiempo que se prevé necesario para completarla y destacar más el sentido práctico del objetivo final.

En cuanto a los contenidos sociales y de la DSI –siempre de buena factura en el texto–, yo subrayaría más directamente el concepto justicia, el verdadero par de la solidaridad y la subsidiariedad. Que el estudioso y el cristiano sepan que decir dignidad de la persona y derechos humanos es decir justicia, la medida mínima, el primer camino de la caridad (la solidaridad). Poner la justicia a la altura de la dignidad humana; verla como su otro nombre, pues de ella se trata en su ser o no ser. También hubiese marcado con más fuerza categorial la irrupción de los pobres al primer plano de la DSI, como realidad social y como clave hermenéutica de todos los demás principios y valores. La aparición tardía de la Evangelii gaudium del papa Francisco quizá no lo ha permitido, pero en Juan Pablo II ya estaba cerca de lograrse esa transversalidad a todos los temas y hasta su primacía.

La metodología de esta Guía para la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia, por fin, pienso que hace demasiado hincapié en la finalidad formativa e individual del proceso de estudio de la DSI, y no tanto en su traducción política liberadora y asociada de modos diversos. Siempre está pensando en ella –desde la primera línea–, pero metodológicamente se insiste poco en ese fin práctico y público.

En todo caso, desde luego, yo no sé hacer una Guía así, de modo que me descubro ante quienes nos la ofrecen con solvencia y método. ¿Puede aplicarse en las diócesis de la Iglesia española y en sus universidades, por ejemplo? Sería bueno que surgieran grupos cristianos para formarse con ventaja en este proyecto de los profesores de la Pontificia de Salamanca. Ellos, la Fundación Pablo VI y la editorial PPC han puesto a nuestro alcance un instrumento valioso; a ver quién recoge el guante y lo modula.

En el nº 2.907 de Vida Nueva

Actualizado
05/09/2014 | 07:00
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