“Seguimos intentando comprender el porqué del Holocausto”

John Boyne reflexiona sobre el gran éxito de su novela “El niño con el   pijama de rayas”

(Texto: Juan Carlos Rodríguez) John Boyne (Dublín, 1971) recala en Madrid, viene con Bruno y su pijama a rayas -a punto de estrenarse y revivir en los cines el éxito increíble de la novela- y con John Jacob Turnstile, otro niño, 14 años, que madura a bordo de la fragata más famosa de la leyenda británica para descubrirnos que el villano es el héroe -el capitán Bligh- y, viceversa, el amotinado reaparece como traidor: ese Fletcher Christian que hemos visto en ya en la gran pantalla como Gable, Brando o Gibson. En su nueva novela, obviamente, Motín en la Bounty (Salamandra), Boyne pone al hombre ante el destino de elegir entre la lealtad o el paraíso.

Y elige la lealtad. Pero, antes, quiero saber de Bruno, el niño de diez años que protagoniza y narra en una primera persona estremecedora en El niño con el pijama de rayas el Holocausto contado, al fin, para todos los públicos.

¿Por qué el éxito de Bruno y Smuel?

Creo que los lectores se encariñan mucho con ellos y, al final, el desenlace les sorprende mucho. Y creo que quedan tan impactados que cuando acaban el libro lo que quieren es compartirlo con alguien, hablar sobre Bruno y Smuel, y para hacer eso lo regalan o animan a otros a comprarlo.

¿Quizá porque Bruno habla en primera persona, es tierno e inocente? Ni cámara de gas, ni nazi, ni Hitler, tan sólo el “Furias”…

Sí, pero creo que nunca se acaba de saber por qué el éxito de un libro.

¿Esperaba usted su repercusión en España?

No lo esperaba, ni en España ni en ningún otro país. Ha sido traducido a más de 40 lenguas. Ninguna de mis novelas anteriores se le ha aproximado. Pero estaría muy decepcionado si no hubiera alcanzado notoriedad.

Decía Imre Kérstez que “los jóvenes de hoy tienen que encontrar una forma de tratar el tema del Holocausto”. Y lo han hecho con su novela. Pero acláreme una duda: ¿no le ha sorprendido el éxito entre los adultos de un libro juvenil?

Cuando lo presenté a mi agente, lo hice como novela juvenil y cuando se publicó por primera vez en el Reino Unido, fue como novela juvenil. Pero es verdad que los adultos se volcaron en ella rápidamente. Así que en el Reino Unido se hicieron dos ediciones, una dirigida al público juvenil y otra a los adultos. Tres años después de la primera edición, realmente no me interesa la distinción. Yo lo veo simplemente como una novela. Bruno lee La isla del Tesoro, ¿y es éste un libro juvenil o para adultos? No lo sé. Es válido para ambos públicos.

La literatura sobre Auschwitz es todo un género. ¿Cómo la descubrió usted?

Con Levi, por supuesto. Con 15 años leí La tabla periódica y, desde entonces, me ha obsesionado. Nunca pensé que yo acabaría escribiendo sobre ello.

¿Por qué lo hizo?

Para intentar entenderlo. Que la gente continúe escribiendo o leyendo sobre el tema es porque con cada libro hacemos un intento de comprender mejor lo que sucedió. Y no es algo de hace tanto, mis abuelos vivieron en ese tiempo. Cuando está tan cerca, piensas que puede volver a suceder. Después de todo, en el mundo de hoy esto continúa sucediendo: hay guerras, genocidios. Parece que nada cambia. Quizás por eso.

¿Le ha gustado la adaptación al cine?

Estoy muy satisfecho. El director, Mark Herman, me fue enviando los diversos borradores del guión y yo hacía mis sugerencias. Creo que se ha mantenido la integridad del libro, aunque haya cambios. Pero como adaptación es muy fiel.

¿Teme que se le lea al “Tunante” Turnstile comparándole con Bruno?

Es inevitable, sí. Pero creo que los lectores sabrán olvidarse de él cuando lean Motín en la Bounty. Al menos, yo lo espero. Al principio, la visión de la Bounty que narra Turnstile tiene cierto atractivo juvenil, es divertida, traviesa, pero se va convirtiendo en algo más oscuro a la medida que avanza. Turnstile se convierte, a lo largo del viaje, en un hombre, y en cierto modo así veo la novela: aparentemente es juvenil, pero se va transformado en una novela para adultos. A mí, de adolescente, me gustaba mucho David Copperfield, y un poco he querido hacer lo mismo: una novela con un niño de protagonista pero que en absoluto se puede considerar juvenil. Aunque creo que la pueden leer y disfrutar los niños.

¿Cómo decidió pasar del Holocausto a hacerlo sobre el motín de la Bounty?

Me atraía la pregunta de si, a veces, lo que creemos como verdad histórica no es una ficción o, más concretamente, cómo la ficción puede cambiar la historia. Yo defiendo que mi versión de los hechos fue la verdadera. Creo que todo empezó con las tres películas en las que, consecutivamente, Clark Gable, Marlon Brando o Mel Gibson encarnan a Fletcher Christian como el gran héroe. Si se hubieran ceñido a la verdad histórica no me habría interesado el tema. El capitán Bligh que vemos en las películas no es una representación justa de quién fue en la vida real. Me di cuenta de que si quería escribir una novela, ésa era una manera diferente de aproximarse a lo que sucedió realmente, con el capitán Bligh como el bueno y Fletcher Christian, el amotinado, como el malo. Lo que siempre me había confundido, al ver las películas, era que el supuesto héroe pusiera a 18 personas en un bote y las abandonara en medio del océano. Pensé en otra manera de contarlo, introduciendo a un joven narrador neutral, que no tiene nada que ver con ellos.

Pero que examina con ojos del siglo XXI: colonialismo, esclavitud, abusos…

Sí. No hay ninguna razón para no comentar temas actuales en una novela histórica. A mí me interesa la novela histórica si me permite jugar con los tiempos. Por ejemplo, creo que cuando se habla de ciertos temas como el imperialismo, la esclavitud o los abusos está bien incluir un punto de vista contemporáneo, porque así, desde el pasado, hablamos no sólo del pasado, sino también del presente. He querido retratar deliberadamente la vida de los huérfanos, influido por Dickens, que es mi héroe absoluto. Pero entre esos huérfanos se producían abusos. Y Turnstile no se da cuenta realmente de que está sufriendo abusos hasta que otros adultos comienzan a tratarle bien. Y eso le puede ocurrir también a un niño de hoy.

Entre lealtad y paraíso, ¿opta usted por la lealtad?

La lealtad está presente en mis libros. Bligh fue un hombre decente, un héroe que se convirtió en una figura muy calumniada. El cine lo ha presentado como un monstruo sádico, cuando siempre le preocupó el bienestar de sus hombres. ¿Por qué no seguirle? Además, en la ficción sirve de figura paterna al joven John, que aprende a través de él valores como la amistad o la convivencia.

Y ahora los Romanov… ¿Le gusta derribar leyendas, no?

Pues, sí. Me gusta coger un personaje inventado e insertarlo en una ambientación histórica para subvertirla. Pero tiene más que ver con mis anteriores novelas, novelas épicas históricas, en cierta manera anticuadas. Supongo que lo que debiera de hacer es escribir una novela completamente actual.

¿Lo hará?

Creo que sí. Llevo diez años escribiendo y no me esperaba esto. Sólo quería publicar. Ahora imagino una trayectoria literaria consistente.

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