Editorial

Una profecía con continuidad

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EDITORIAL VIDA NUEVA | ¡Nadie puede completarla! Con esta rotundidad y naturalidad, el cardenal arzobispo de Manila, Luis Antonio Tagle, expresa su visión sobre la reforma de Francisco en una entrevista a Vida Nueva. No lo hace con un pesimismo condicionado por la avanzada edad del obispo de Roma o por las resistencias ad intra a los cambios. Su perspectiva radica precisamente en la propia concepción de Jorge Mario Bergoglio de una Iglesia en estado de misión permanente, que necesita renovarse a cada paso.

Esta visión puede agotar, incomodar y extrañar a quien concibe la religión como un refugio en tierra firme frente a la barca que navega entre las tormentas del mar de Galilea.

El Concilio Vaticano II vino a desmontar esa concepción amurallada de la fe. Sin embargo, la necesidad de reivindicarse como institución y autoridad ha llevado en ocasiones a primar los aspectos doctrinales hasta tal punto que han dejado de ser bañados por la misericordia con la que deben ir de la mano en todo tiempo y lugar. De ahí que el cardenal Tagle defienda que “no hay nada blindado, acorazado o protegido que no pueda ser cuestionado”.

Habrá quien vea en estas palabras una concesión al relativismo, al todo vale, cuando precisamente la propuesta pasa por partir de la Verdad del Evangelio para ponerse en búsqueda de respuestas, como la que dio Jesús a nuevas realidades desde la creatividad y apertura al viento fresco con el que sopla el Espíritu acorde con los signos de los tiempos.

Se está configurando un proyecto eclesial
que busca dar tal giro profético
que, efectivamente,
requiere algo más que un pontificado
para asentarse.

Ahí radica la urgencia de la “profecía dentro de la Iglesia” de la que también habla. Ser profeta implica ir de avanzadilla, aun a riesgo de equivocarse; proponer con audacia desde el discernimiento a sabiendas de que se puede rozar alguna línea roja. Se configura así un proyecto eclesial que, más allá de poner coto a los escándalos y quistes vaticanos, busca cambiar la inercia de las cosas y dar un giro que, efectivamente, requiere algo más que un pontificado o un Papa carismático.

Tan apremiante es esa mirada dinamizadora de la religión, que Tagle no se muestra temeroso ni ante el secularismo. Frente a las trincheras del clero occidental, él no ve en este fenómeno la epidemia que minará la cristiandad, sino la oportunidad para crecer en la cultura del encuentro.

Se define así un concepto de Pueblo de Dios peregrino –incluso nómada– y dialogante que aplica tanto al pastoreo de Filipinas como a la presidencia de Caritas Internationalis. Por ello, seguir su pensamiento nos ofrece claves de cómo esa profecía de esa Iglesia en salida de Francisco no se limita a su persona, sino que tiene firme correspondencia en latitudes asiáticas, el otro pulmón con futuro de la Iglesia.

En el nº 2.983 de Vida Nueva. Del 9 al 15 de abril de 2016

 

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