Editorial

Una conversión a la misericordia

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Como sucede con los grandes ríos que se ven serenos en su superficie tersa como un espejo, pero en los que, bajo esa apariencia, rugen corrientes huracanadas y violentas, esta Iglesia del sínodo de octubre parece inalterable en sus formas externas pero lleva consigo un dinamismo interno estimulado por el Espíritu y manifiesto en las palabras y gestos del papa Francisco.

La encuesta sobre familia, previa al sínodo, respondida desde todas las iglesias locales, promovió un movimiento de pensamiento, revelador y estimulante, como apareció en la información de Vida Nueva Colombia (La Iglesia se mira en el espejo, n. 106, p. 8).

Ahora, mientras transcurren las sesiones del sínodo, ese dinamismo intelectual y de fe produce documentos como el de monseñor Bonny, obispo de Amberes, que en esta edición se reproduce en resumen (p. 8).

Pasan por esa carta temas y reflexiones que, seguramente, han entrado en la agenda de los padres sinodales y que dejan la certeza de que mucho está cambiando en la vida y en el pensamiento de la Iglesia.

Del monolitismo doctrinal, autoritario y seco de otras épocas se está pasando al diálogo interno, con variedad de opiniones y dinamismo de pensamiento. La búsqueda de consensos en el Concilio Vaticano II entre obispos y la autoridad papal dejó de animar estas relaciones y el obispo Bonny plantea que debe ser tarea del sínodo que el problema ético del matrimonio y la familia, materia retirada de la colegialidad de los obispos y vinculada exclusivamente al primado del obispo de Roma, vuelva a ser materia de consenso entre los obispos y el Papa. “Es una discordia que no debe continuar, afirma, porque la búsqueda conciliar debe mantenerse y continuar”.

Hay la certeza de que mucho está cambiando en la vida y el pensamiento de la Iglesia

La encuesta presinodal y el sínodo mismo son pasos hacia un cambio que puede prevenir y darles una solución constructiva a conflictos como el que planteó la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI. Dice el obispo Bonny, con palabras cuidadosas, que “después de la publicación de la encíclica Humanae Vitae los obispos de Bélgica se encontraron ante una tarea difícil. ¿Cómo quedar unidos al Papa y al mismo tiempo ser fieles al Concilio?”.

El tema, antes una brasa ardiente y objeto de apasionados debates, ha vuelto a sus términos reales, dentro de la visión evangélica del papa Francisco: “las distintas líneas de pensamiento, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y el amor, también pueden hacer crecer a la Iglesia ya, y ayudan a hacer explícito el riquísimo tesoro de la Palabra; esa variedad ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la innegable riqueza del Evangelio” (Evangelli gaudium).

Con este estímulo para la variedad de pensamientos, el obispo Bonny concluye que “el sínodo servirá poco a la evangelización del matrimonio y la familia si no restablece el diálogo con la larga tradición de teología moral de la Iglesia”.

Es, pues, una Iglesia que, consciente de sus debilidades, trabaja por la recuperación de valores como el diálogo, silenciado por largos años de monolitismo doctrinal y de rechazo de la diversidad de pensamientos.

También, y consecuente con esa apertura al diálogo, se opera un cambio en cuanto al lenguaje. El tono seco e imperativo de los canonistas, para quienes la ley es ley sin que se puedan contemplar otras posibilidades, está quedando atrás y se pueden escuchar otras consideraciones: “quien quiera entrar en diálogo debe guardarse de utilizar calificativos que tropiezan con la realidad vivida y que resuenan de una manera muy humillante”. Se refiere el obispo Bonny a las expresiones de conclusión y de exclusión con que comúnmente reaccionan los eclesiásticos frente a situaciones complejas.

De esa postura negativa se ha progresado hacia el lenguaje “de la madre que habla a su hijo sabiendo que el niño tiene confianza en que todo lo que ella enseña será para su bien porque él se siente amado”. Estas expresiones son del papa Francisco y guían hacia el progreso que la Iglesia logrará cuando, en vez del lenguaje de los jueces apegados y defensores de la ley, adopte el habla maternal, más inspirada en el amor que en el rigor de la ley.

Es esa mirada maternal la que puede hacer cambiar prácticas relacionadas con la administración de los sacramentos a los divorciados.

Las distintas líneas de pensamiento ayudan a hacer explícito el tesoro de la Palabra de Dios

El tema hizo parte de las preguntas de la encuesta y puso en evidencia que el pensamiento de la feligresía dista del pensamiento oficial. Aparece, entonces, la posibilidad de otro cambio y progreso, a partir de consideraciones como esta: “la persona que está divorciada y vuelta a casar también necesita la eucaristía para crecer en su unión con Cristo y con la comunidad de la Iglesia, para asumir su responsabilidad como cristiana en su nueva situación”.

Si el apego a cánones y normas disciplinarias hace ver lógico el extrañamiento de los divorciados, el sentir pastoral indica que no basta tener la razón y que es necesario algo más: ese sentido maternal hacia el divorciado, sensible a las necesidades espirituales y a su deseo de recibir la Eucaristía.

Este cambio de sensibilidad y de sentido es otro progreso que se está construyendo en la Iglesia. Es una Iglesia que cambia y que, al hacerlo, se acerca al pensamiento y lógica de Jesús. Esta Iglesia se pregunta con el obispo Bonny sobre el efecto dañino de la aplicación ritual y sin alma de normas y leyes, como la que veda los sacramentos a los divorciados o a personas en situación irregular.

Al poner en circulación palabras como misericordia o ternura, en vez de rigor y cumplimiento de la ley, el papa Francisco abrió un camino de cambios y progresos para la Iglesia, que son los que se están explorando en el sínodo de familia.

Y es importante que se esté haciendo, pero más necesario aún es que el espíritu que anima esas reflexiones y cambios sea el que modele a las personas y su estilo de vida. El mundo y la Iglesia serán diferentes si la relación con los otros, sean creyentes o no, está motivada por la misericordia y la ternura; dos palabras que difícilmente revelan todo su potencial de cambio y de progreso humano.