Editorial

Una agenda para 2017

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Uno comienza el nuevo año con una expectativa muy parecida a la de quien abre un libro nuevo o un cuaderno con todas sus páginas en blanco: es una desafiante oportunidad para llenarlas.

Entonces emergen los temas.

El primero es el de la misericordia que llenó los días y los meses del año pasado pero que se resiste a ser un asunto para el archivo de la memoria.

El de la misericordia es un tema que llegó para quedarse porque fueron demasiados los cambios que estimuló y fueron muy anchos los horizontes que descubrió.

En la vida de las personas la misericordia opera unos cambios de actitud que transforman la relación con los demás.

Es revelador: esa relación llega a ser otra cuando los otros y yo nos ponemos al mismo nivel: el de nuestras miserias.

Así como separaba y enfrentaba la conciencia de nuestros valores y méritos, acerca y da comprensión el presupuesto de nuestras miserias, que es el que se activa cuando llega la misericordia.

Pero es aún más sorprendente el cambio que introduce la misericordia cuando se la aplica a la vida institucional, iglesia, parroquia, colegios, universidades, empresas, organizaciones, hogares.

Cualquiera de estas entidades cambia cuando su vida se guía por la misericordia. Se vio a finales de año cuando el Papa autorizó la absolución para el aborto y, antes, cuando se abreviaron y facilitaron los procesos de nulidad de matrimonios.

La reacción común frente al hecho fue: ¿por qué no se había hecho antes? Para admitir que en ese “antes” no contaba, como debía serlo, la misericordia.

2017 puede llegar a ser un año iluminado por la luz mansa pero transformadora de la misericordia.

La agenda de los colombianos en 2017 estará atravesada por la presencia omnímoda del post-conflicto.

Es fácil declarar el Día D como el comienzo de las tareas de aplicación de los acuerdos de paz: pero estas son tareas que serán efectivas si están animadas por una actitud.

De acuerdo con esto, todos los días de 2017 tendrán que ser de comprensión, tolerancia y acogida.

De lo contrario tendremos un postconflicto a medias.

¿De qué sirve el más perfecto de los acuerdos de paz, si no está respaldado por una actitud de paz? Es, por ejemplo, el caso de los reinsertados, esos colombianos que hasta ayer hacían la guerra y apoyaban su vida en la fuerza de las armas y que, en 2017, abandonadas las armas y depuesta su fe en la fuerza, inician una vida nueva.

A esa disposición debe corresponder la sociedad con acogida, comprensión y tolerancia.

La realidad estará ahí, aun si alguien la quiere desconocer: son miles de personas las que hasta ayer se miraban como enemigas, que estarán de regreso y que plantearán un dilema innegable: o los aceptamos, y estaremos haciendo un país nuevo; o los rechazamos, y así mantendremos la vieja pesadilla, del odio, la venganza y la exclusión.

Será un año activo este de 2017, porque a los anteriores se agrega otra tarea, la que el Diccionario de Oxford propuso al señalar como palabra del año la de la post-verdad; con lo que nos abrió los ojos a la realidad de unas sociedades que silenciosamente han aceptado el reinado de la mentira.

Tanto se ha mentido en los negocios, en la política, en las relaciones de trabajo, en la vida social, en el hogar, que la verdad parece haber quedado atrás como una realidad fuera de uso, anacrónica y desueta. Cuando uno va en busca de la mentira no tiene que buscar demasiado: está presente en todas partes con su hija: la desconfianza.

¿Podemos aspirar a una sociedad en que la verdad sea la norma? La pregunta da una idea de la magnitud de las tareas para hacer de 2017 el año de la verdad.

Como ven, hablar de 2017 como un año nuevo deja de ser una fórmula usual y trivial.

2017 se ha convertido en todo un desafío.