Editorial

Un viaje histórico lleno de lecciones

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Publicado en el nº 2.610 de Vida Nueva (Del 26 de abril al 2 de mayo de 2008).

Con una mirada que quiere ir más allá de los titulares, nos quedamos con algunos subrayados del viaje de Benedicto XVI a los Estados Unidos. Nos queda la imagen de un Papa que se ha expresado con claridad y decisión acerca del doloroso asunto de los abusos sexuales a menores protagonizados por sacerdotes y religiosos; que se ha encontrado con un grupo de víctimas de estos abusos, ofreciéndoles todo su apoyo; que ha querido hablar en un tono propositivo y estimulante, no condenatorio; que se ha presentado como amigo y como pastor que acude a confirmar la fe de sus hermanos; que ha sabido reconocer y agradecer todo lo que de positivo veía en la sociedad y en la Iglesia que lo acogía.

Quedan también sus llamadas a los dirigentes del país y del mundo entero. Benedicto XVI ha pedido reforzar las vías diplomáticas, actuar de manera consensuada, no unilateral ni impositiva, dar más poder a las Naciones Unidas, luchar contra las injusticias, y actuar todos dentro del ámbito marcado por la Declaración de los Derechos Humanos, anclados éstos en la ley natural, y no sólo en la legislación positiva de los diferentes países. Y ha subrayado que el diálogo es el camino para la construcción de las sociedades.

Del viaje queda, por supuesto, lo más importante de él: la llamada a la Iglesia de los Estados Unidos a vivir “un nuevo comienzo”, “un nuevo Pentecostés”. No cabe duda de que el Papa ha ido al encuentro de una Iglesia dinámica, pero también herida e inmersa en una vorágine cultural en la que no siempre le ha sido fácil discernir los vientos del Espíritu. Y ha querido darle algunas claves para poder abrir una nueva etapa. La primera es la necesidad de sanar las heridas, la de las consecuencias tan dolorosas de los abusos sexuales a menores, pero también la de la falta de unidad interna. La segunda, y la más importante, es la necesidad de ir a lo esencial de la misión de la Iglesia hoy: “Quizás hemos perdido de vista que en una sociedad en la que la Iglesia parece a muchos que es legalista e ‘institucional’, nuestro desafío más urgente es comunicar la alegría que nace de la fe y de la experiencia del amor de Dios”. Y esto sólo será posible si ayudamos a las personas a establecer y alimentar una “relación vital con Jesucristo, nuestra esperanza”. La tercera clave es la vigilancia y el discernimiento cultural. Benedicto XVI ha querido llamar la atención sobre tres peligros para la fe: el laicismo, el materialismo, y una idea de la libertad que nos puede hacer perder de vista nuestra responsabilidad sobre los hermanos. Una cuarta clave es la necesidad de que los católicos estén presentes en la vida pública aportando su voz en la construcción de la sociedad civil. Y, por último, y no por ello menos significativa, está la llamada a ser una Iglesia acogedora con los inmigrantes, muchos de ellos hispanos. No hay novedades doctrinales ni disciplinares.

Lo que todos debemos desear a esta Iglesia hermana es que vaya haciendo realidad lo que Benedicto XVI le pidió, citando la Escritura, en la hermosa homilía pronunciada en catedral de San Patricio de Nueva York: “Elige la vida”.